Elecciones en Chile: certezas y dudas al respecto
Ante tan baja concurrencia a las urnas se teme mucho por la imagen foránea de un país que rasga vestiduras democráticas frente a la realidad de otras naciones que, con todos sus problemas, mantienen mucho más confianza en sus sistemas institucionales que la nuestra.
Por Juan Pablo Cárdenas para Resumen Latinoamericano
La próxima elección presidencial tiene como gran particularidad que todos los candidatos estimen que Sebastián Piñera será el que obtenga más votos en la primera vuelta. Del mismo modo que los ocho contendientes aseguren que todo se definirá en una nueva ronda electoral entre el candidato del Chile Vamos y el que lo siga en el número de sufragios. Posiblemente Alejandro Guillier, según las más frecuentes estimaciones.
Sin embargo, en privado, son muchos los que aseguran que, si no obtiene Piñera al menos un 40 por ciento de los sufragios el próximo domingo, sería perfectamente posible derrotarlo en el balotaje, aunque ya hay candidatos renuentes a apoyar al que llegue segundo. Es evidente que todavía los candidatos considerados de centro izquierda o progresistas se siguen dando muy duro en la voraz disputa por los votos. Lo más realista, sin duda, es pensar que ningún abanderado puede transferirle su apoyo a otro. Que los ciudadanos que obedezcan órdenes de partido o de sus candidatos, al respecto, serán probablemente muy pocos.
Otra certeza que tienen estos contendientes, como también los que postulan al Parlamento y a los concejos regionales, es que la abstención electoral puede otra vez ser muy alta y hasta rasguñar el 60 por ciento, de lo que se puede deducir que, el candidato que se cruce la Banda Presidencial finalmente no va a tener apoyo muy contundente en la población: acaso tan solo, y con suerte, bordear el 25 por ciento de aceptación ciudadana. Aunque ya sabemos que los escrutinios en Chile solo atienden a los votos “válidamente emitidos”; esto es, que poco les importa el número de los que no concurren a votar, como de los que anulan o dejan en blanco la papeleta.
Estas cifras son concluyentes para señalar con certeza que en toda la posdictadura lo que más ha crecido es el descontento social e, incluso, la escasa confianza que mantiene la población chilena en la democracia misma. Por la decepción, seguramente, de quienes ya no le creen a las autoridades, a los partidos y los candidatos. Cuando existen signos tan evidentes de que la corrupción también se ha empoderado de la clase política.
No es extraño, por esto, que los mismos que propiciaron el voto voluntario estén tan afanados, ahora, en que los ciudadanos concurran a las urnas, y que el Servicio Electoral (Servel) financie campañas para estimular un sufragio más universal. Curioso resulta que ahora se nos señale que el voto ya no sólo es un derecho, como se nos aseguraba años atrás, sino una verdadera obligación ciudadana.
Claro. Ante tan baja concurrencia a las urnas se teme mucho por la imagen foránea de un país que rasga vestiduras democráticas frente a la realidad de otras naciones que, con todos sus problemas, mantienen mucho más confianza en sus sistemas institucionales que la nuestra. Regida, como sabemos, por la Constitución Política legada por el Dictador y un sistema económico de profundas brechas e iniquidades. Un Chile que hoy se ufana de lo que no somos, lo que ha tenido por consecuencia que lleguen miles de inmigrantes todos los días y que, una vez, aquí empiecen también a desilusionarse y a engrosar la cantidad de pobres y desvalidos.
Esta preocupación por el deterioro de nuestro prestigio es lo que explica que el Embajador ante la Santa Sede haya tenido el despropósito de exigirle al Papa que en su próxima visita a nuestro país evite pronunciarse respecto al litigio que tenemos con Bolivia y con el régimen de Evo Morales, empeñados en recuperar una salida soberana al Océano Pacífico a través de nuestro territorio. Una “recomendación” francamente insólita hecha por un diplomático que en el pasado seguramente celebró los gestos del Papa Juan Pablo ll a favor de los disidentes de la Dictadura. Como lo hiciera en nuestro país y ante los ojos del propio Pinochet como anfitrión.
En lo que priman las incertidumbres, sin embargo, es en cómo le irá a los respectivos partidos en las distintas contiendas, cuando los rumores y comentarios en las redes sociales son tan abundantes y lapidarios para sus intenciones. Cuando se dice, por ejemplo, que los socialistas que desestimaron a Ricardo Lagos como abanderado estarían en riesgo de no elegir senador alguno en esta oportunidad. O cuando se asegura que en la Derecha la candidatura Piñera va a favorecer más a la UDI que a Renovación Nacional o a los otros partidos o movimientos escindidos de estos dos referentes que ya cumplen medio siglo de vida.
Dudas que se tienen también sobre la Democracia Cristiana y su decisión de desahuciar a la Nueva Mayoría, cuya fórmula electoral le diera a un conjunto de colectividades que formaban la Concertación Democrática la oportunidad de retornar a La Moneda. Un logro que se explica en buena parte por la incorporación del Partido Comunista, colectividad que no sabemos, tampoco, qué precio podrá pagar en estos comicios por separarse del mundo de la izquierda y apostarle al éxito del gobierno de Michelle Bachelet.
También han surgido los más variados pronósticos respecto del Frente Amplio. Un referente del cual no se sabe si va a consolidarse o no en la política; si la votación de su candidata Beatriz Sánchez solo va a ubicarla en el tercer o cuarto lugar en las preferencias, después de que su candidatura insistiera que sería ella la que llegaría a la Segunda Vuelta, y ahora hasta se hable que sus distintos partidos y movimientos podrían recuperar su autonomía una vez culminadas estas elecciones.
Un hipotético buen desempeño electoral de la candidata frenteamplista que irritaba a Marco Enríquez Ominami, de quien a esta altura se puede tener casi la certeza de que seguirá empeñado en llegar algún día a La Moneda… Aunque esta vez abrigue la esperanza de que al asumirse como el más bacheletista de todos los candidatos logre un segundo lugar para competir él con Piñera en una nueva vuelta. Y no Alejandro Guillier, como se augura.Otra duda que algunos tienen es si Eduardo Artés podrá consolidar su radical posición política en un referente que logre atraer a los chilenos más indignados con el sistema vigente, el cual de alguna forma se legitima con su postulación presidencial. Si sus votos van a superar o no, por ejemplo, los que obtenga el senador Navarro; otro de los múltiples candidatos de la esa izquierda desunida y tantas veces fracturada por los caudillismos y las ambiciones personales. Gracias a lo cual el llamado duopolio de la centro derecha y la centro izquierda ha hegemonizado el poder político desde 1990.
Particularmente importante será observar en la noche del 19 de noviembre cómo le va, además, a José Antonio Kast, a quien hay que reconocerlo como el candidato más trasparente, sincero y hasta descarado de toda esta brega electoral. Como que ha planteado que si Pinochet estuviera vivo no tiene la mínima duda de que votaría por él; además de mostrarse totalmente dispuesto a practicar una política ultra represiva contra los “terroristas” de la Araucanía y los narcotraficantes. Cuyos dineros parece que también vienen financiando la política y aportan a estas “fiestas de la democracia”, como algunos califican estos procesos electorales.
*Por Juan Pablo Cárdenas para Resumen Latinoamericano.