Antropología forense: entre la justicia y la reconstrucción histórica
El caso Santiago Maldonado renovó el interés por esta disciplina, que jugó un papel vital en la historia reciente argentina por sus aportes en la restitución de identidad a las víctimas de la última dictadura cívico-militar. En esta nota, una mirada sobre el trabajo científico que permite reconocer el sexo de una persona fallecida a partir de su cráneo, determinar su edad en función de sus costillas e incluso reconocer su lugar de residencia y su alimentación gracias a las huellas químicas preservadas en los huesos.
Por UNCiencia
Claudina González es historiadora y antropóloga. Participó en numerosas campañas forenses en Argentina y el exterior, y actualmente realiza un posdoctorado en el Instituto de Antropología de Córdoba, dependiente de la UNC y el Conicet.
Es profesora de la cátedra Antropología Forense, en la licenciatura en Antropología que dicta la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, e integra el Programa de Arqueología Pública, del Museo de Antropología y la Secretaría de Extensión de dicha Facultad, que dirigen Mariana Fabra y Mariela Zabala. En ocasiones, una llamada del destacamento policial de alguna localidad del interior provincial interrumpe su agenda: «Aparecieron restos, vengan». Con ese contacto, comienza su labor.
Intervino en las excavaciones realizadas en cementerios de Mendoza, Salta, y en el ex Centro Clandestino La Perla, en Córdoba; en todos los casos, como parte de la investigación por las desapariciones y asesinatos cometidos por la última dictadura cívico-militar.
En el exterior, participó en campañas en el Tchad en África y El Salvador en Centroamérica. En este último, como consultora en la búsqueda y exhumación de los cuerpos de la masacre de El Mozote (1982), donde cerca de 900 campesinos -entre quienes se encontraban niños- fueron asesinados por un batallón de las Fuerzas Armadas de ese país.
El trabajo en el terreno
Según explica González, lo primero es proteger el sitio, evitar que alguien toque o levante los restos, porque eso altera el contexto y la información que se puede obtener de él. Lo segundo es determinar si se trata de restos arqueológicos o forenses.
En el primer caso, el procedimiento consiste en elevar una nota al fiscal interviniente explicando que los restos carecen de interés judicial. De esa manera, lo que se recupera queda a cargo del Museo de Antropología, donde se realizan los análisis para determinar su origen. Posteriormente, se procura que ese patrimonio retorne a la localidad de origen, y particularmente a un museo público local.
¿Cambian los protocolos si los restos son arqueológicos o forenses? No. Los procedimientos básicos son los mismos y se desprenden de protocolos internacionales, como el de Minnesota. La antropóloga explica que el registro escrito, fotográfico y fílmico, si es factible, es la principal medida de protección del hallazgo.
«Una vez que se llega al sitio, se trata de acordonar para que solo ingresen las personas autorizadas. Se toma una fotografía del lugar y recién después se ingresa. Todo el tiempo se va fotografiando, cuando se cambia algo de lugar o cuando se levanta evidencia. En casos forenses, la cadena de custodia, es decir, el seguimiento que se hace de la evidencia, es muy importante. Si yo levanto un material y luego otra persona se hace cargo, eso debe quedar documentado hasta que llegue el juicio», agrega.
En ocasiones, resulta complicado discernir si se trata de restos arqueológicos o forenses. «Hemos encontrado restos de 4000 años en condiciones similares a las de una personas fallecida hace cinco», ejemplifica. En esos casos, el suelo de donde se recuperaron aporta mucha información. «Si hay muchos pinos, por ejemplo, es un lugar muy ácido y algunas cosas se deterioran mucho más rápido», completa. El desgaste dental y la posición del entierro también ayudan a clarificar el origen de los restos, así como la presencia de fragmentos de cerámica antigua o ajuares.
En qué consiste el trabajo forense
La labor de estos profesionales implica tres etapas bien diferenciadas. En la investigación preliminar, se busca obtener la mayor información posible sobre la persona que se está buscando -por ejemplo, en un enterramiento clandestino-, a partir de documentos y entrevistas a familiares, conocidos o testigos.
El segundo paso es practicar la excavación, donde se aplican técnicas y métodos propios de la arqueología. Siempre se extrae de lo superior a lo inferior. Cuando se detectan huesos que pertenecieron a distintas personas, se suelen usar cintas de colores para distinguirlos posteriormente. Cuando están muy mezclados, el profesional debe ir siguiendo las articulaciones. Es un trabajo que requiere un cuidado extremo, y que debe estar acompañado por un detallado proceso de registro y documentación.
La última instancia es el trabajo de laboratorio. «Cuando llegan los restos, existe un protocolo de trabajo que implica acondicionarlos, tomar radiografías, fotografías y practicar sobre ellos distintos análisis. Todo para determinar el sexo, estimar la edad, estatura, posibles patologías y, en último caso, determinar la causa y modo de muerte. También se pueden tomar muestras en caso de que sea necesario cotejar el ADN», explica Claudina.
¿Cómo es el procedimiento? Lo primero es acondicionar el material recuperado, despojarlo de tierra o posibles remanentes de tejidos blandos. Luego se toman radiografías. El próximo paso es extenderlo en la mesa de trabajo y realizar un inventario: qué restos se hallaron, en qué condiciones, qué agentes actuaron sobre ellos en el lugar donde estaban enterrados. Se determina el sexo y si existe alguna fractura; se estima la edad y se practica odontología forense, ya que las particularidades de los arreglos y amalgamas pueden arrojar indicios sobre la identidad de los restos.
En ocasiones, al describir los daños o lesiones es factible precisar con qué arma fue atacada la persona, a qué distancia, la trayectoria que siguió la bala y su calibre, por ejemplo. Toda esa información es elevada al fiscal o al juez.
Un dato: para establecer el sexo se utiliza principalmente la información aportada por la pelvis y el cráneo. En las mujeres, la pelvis es mucho más ancha, porque está prevista para contener a un bebé. En el cráneo, en tanto, los rasgos que se analizan son varios. Uno es la prominencia del mentón, propia de los varones, y otro es la presencia o no de la «glabela», una rugosidad ósea en la frente, ausente en las mujeres. Es bastante notoria al tacto y se ubica por encima del entrecejo.
¿Con qué exactitud se puede determinar la edad?
Cuando uno es joven, hasta los 18 años, estimar la edad es mucho más fácil, cuenta Claudina. La erupción dental es un rasgo que tiene un margen de error de más o menos seis meses. Pero cuando la dentición ya está completamente desarrollada, entonces se utilizan métodos como el desarrollo de la superficie costal. «En el medio de las costillas tenemos un cartílago que se va degenerando a medida que nos vamos haciendo más grandes. Los estadíos de ese cartílago sirven para determinar la edad, pero en este caso los rangos de estimación son mucho más amplios, de más o menos ocho años», comparte la especialista.
Además, el esqueleto se va deformando a medida que vamos creciendo y algunos investigadores utilizan esos cambios para cuantificar la edad. De todos modos, Claudina subraya: «Lo mejor son las costillas o una parte de la pelvis llamada sínfisis, que es donde se unen los dos huesos coxales. Eso también es cartílago y se va degenerando a partir de los años. Por su morfología, te das cuenta si la persona tenía más o menos cuarenta años, por ejemplo».
¿Cuál es el límite entre el trabajo de un médico forense y un antropólogo forense? El primero trabaja cuando hay tejidos blandos, cuando todavía es factible identificar a simple vista a la persona y practicarle una autopsia. El segundo, en cambio, interviene cuando los restos presentan un estado esqueletizado o de avanzada descomposición. Estos profesionales, además, aportan información sobre el terreno donde fueron hallados los restos, que resulta de vital importancia tanto en el trabajo científico como en el judicial.
*Por UNCiencia.