Aborto cuándo y cómo se me da la gana. Las trampas de la legalidad

Aborto cuándo y cómo se me da la gana. Las trampas de la legalidad
20 octubre, 2017 por Redacción La tinta

Entrevista a Andrea Pérez, médica generalista territorial.

Por Leonor Silvestri para Revista Furias

Para Natividad Frías, Belén, Pilar y todas aquellas entregadas por la corporación médica a las fuerzas represivas. 

“Aborto legal en el hospital” suele ser el lema barco-insignia del posicionamiento hegemónico de aquel feminismo que ingenuamente, nos hacen creer quienes afirman que las violencias se terminan donde empiezan las legalidades, como estamos acostumbradas a oír y acatar acríticamente quienes militamos en torno al aborto. El caso “Belén” junto con el nuevo caso de la joven de Pilar, todas las violencias acometidas contra pacientes mujeres usuarias de servicios médicos -especialmente en lo que tiene que ver con violencia obstétrica- y no solamente; los nuevos campos de concentración y exterminio de personas migrantes recientemente inaugurados en CABA; la mera mención de las causales entre las cuales se encuentra “gravísima malformación” sin especificar si se trata de gestaciones inviables; la mención a “feto” en vez de embrión. Entre otros fenómenos deberían hacernos pensar más profundamente acerca de cuáles podrían ser a largo y corto plazo, las implicancias de la legalización del aborto -tal cual el proyecto de ley consensuado se presenta y tal como se acepta sin cuestionar y objetar el poder médico- para todas aquellas cuerpas singulares que deseemos interrumpir procesos biológicos no deseados pero que no entramos dentro de los cánones de las buenas abortantes ni los buenos abortos en tanto y en cuanto la disciplina médica como orden hegemónico junto con el aparato psi, las fuerzas represivas y comités de ética hospitalarios forman parte de una genealogía de violencias institucionales en particular contra las mujeres y otras cuerpas con útero y sin él no Cis y de desarrollos eugenistas anti-diversidad funcional.

Para eso, munidas de Foucault, fuimos a consultar a Andrea Pérez, médica generalista socorrista territorial que realiza su labor de acompañamiento en el barrio Esperanza de José León Suárez, ex barrio Corea (llamado así porque las balas silbaban como en la guerra) para continuar la saga de aborto no medicalizado, entre otros acompañamientos posibles, ya comenzada con la entrevista a Clara Soria y Juano Burgos.

Quiero comenzar con un hecho simple pero contundente, con respecto a este reclamo extendido como panácea que viene a resolver todos los males en torno a la interrupción voluntaria del embarazo en el hospital. A tales efectos me gustaría que nos contaras un poco de tu trayectoria y dónde recibiste información sobre estos procesos.


—Soy médica generalista, coordinadora del programa salud sexual de San Martín, perteneciente a la red de profesionales por el derecho a decidir y egresada de la UBA. Sin embargo, yo hoy me presento como una médica devenida socorrista, y el devenir es siempre menor y minoritario, anti-institucional.


Me gradué de médica en la UBA en 2009, no obstante, no fue en el ámbito universitario donde aprendí acerca del aborto. La UBA me habló de aborto solamente en medicina legal, me comentó los pormenores legales del asunto, y encima me lo transmitió mal. Seguramente yo no supe encontrar los espacios extra-académicos donde esta información ya circulaba. Seguramente para quien supo buscar en los márgenes de la UBA la pudo encontrar. Pero yo fui a todos los espacios obligatorios y a muchos de los alternativos que la UBA me propuso, y me lo perdí. Nadie me lo exigió para darme el título. Tener un conocimiento feminista o acompañante sobre el aborto no parece ser necesario para graduarse de médica.

Hay buena parte de la población que está a favor del aborto y milita para que sea medicalizado, cree y afirma que es en el hospital y con el estamento médico donde mejor se resolverá esta cuestión. ¿Por qué todos los procesos biológicos están medicalizados? ¿Por qué se tienen hijos en el hospital? ¿Por qué abortar en el hospital?

Quizás el aborto no debería ser medicalizado, como otros muchos procesos biológicos. No por lo menos con la mirada biologicista y patologizadora de la medicina hoy. Como dice Foucault, en una época determinada y en una sociedad concreta, la enfermedad es todo aquello que se encuentra práctica o teóricamente medicalizado. La medicina enferma lo que toca. Antes de pedir que cualquier proceso deba realizarse en el hospital, necesitaríamos hablar de la violencia institucional, de la crudeza de la violencia obstétrica hoy, debemos sincerarnos y pensar ¿quienes creen hoy que los hospitales son lugares donde puede propiciarse salud de alguna manera? Alguien que haya estado en ellxs?

Ahora, con esto no digo que lxs medicxs no deben saber de aborto, ¿cómo se van a parar lxs medicxs graduados de la UBA cuando estén frente a un aborto en un hospital?

Las mujeres no vamos a tolerar más que cada medicx haga lo que le dicte su ¨buena conciencia¨ desde el desconocimiento más absoluto y una institución que no nos formó.


El acompañamiento de los procesos biológicos debe ser realizado por personas que tengan información válida y estén dispuestas a compartir la misma, además de otorgar plena autonomía de decisión, que hoy por hoy lamentablemente no es el caso de lxs medicxs.


¿Cuándo caíste en la cuenta de que pese a tus méritos académicos ignorabas todo lo concerniente a este tema?

—Cuando empecé a trabajar en un barrio. En mi realidad de clase media laburante ex-católica, universitaria, no me fue fácil empaparme de muchas cuestiones hasta que no empecé a trabajar a Villa Corea, en José León Suárez. Ahí enseñaron mis compañeras que ya eran socorristas y las vecinas del barrio. Ellas sabían mucho más. Lo que el aborto significaba para las personas del barrio.

¿Por qué no hablás solo de mujeres?

—No digo mujeres para que se entienda hablo de cualquier cuerpo con capacidad de gestar, que no son solo las mujeres cis, aunque el proyecto de ley no contemple la totalidad de los úteros. Hablo de todas las personas de este barrio obligadas a procrear, obligadas a tener sexo compulsivamente con quienes proveen el salario; negadas sistemáticamente a tener una autonomía sobre su propia fertilidad, negadas en su propia anticoncepción; posteriormente penalizadas por abortar, especialmente por los profesionales de la salud mucho más que por los jueces.

Es decir, al hospital llegan mujeres que saben perfectamente cómo abortar sin ayuda de nadie, que tienen sus propias prácticas. ¿Pensás que todo eso se va a ver obturado con la legalización? Por ejemplo, estoy pensando en las trampas de la buena conciencia que en pos de “ayudar a las mujeres” y proveerles un marco legal vamos a terminar haciéndole el trabajo fino a la judicialización de migrantas de países limítrofes que con sus saberes atacan de algún modo el poder médico civilizatorio. Recordemos que están a punto de ponerse de moda los campos de exterminio y concentración para migrantes llamados “campos de detención” como los que ya hay en Europa.


—Esta mirada médica institucional les niega a esas mujeres que vos nombrás su sabiduría ancestral. Primero, ya las han hecho dudar, las han asustado. ¡Porque las personas graduadas como médicxs aprendemos de plantas medicinales solo en la materia de Toxicología! Tampoco sabemos nada al respecto y cuando no sabemos, lxs medicxs castigamos, atemorizamos con nuestra ignorancia. El sistema médico aleccionando a las brujas que el catolicismo no pudo quemar. Ahí descubrí que el sistema les había sustraído todo poder sobre sus cuerpos. Y decidir abortar era, y tal vez siga siempre siendo, para ese sistema médico hegemónico, y para todo el sistema en general una desobediencia muy grande a la subjetividad creada de lo que es SER MUJER.


¿Cómo el poder médico cree que el ejercicio de la medicina legal es mejor que estas prácticas, que son comunitarias, que son ancestrales, que son identitarias, que son colectivas, que se cubren entre ellas, que saben cómo hacerlo? En última instancia lo debemos estar ahí para lo que haga falta, un examen físico, una escucha, un suero si el sangrado fue abundante. Por eso creo que es ciertamente peligroso que la UBA nos instruya al respecto como un mero problema legal sin ninguna herramienta para acompañar a nadie en este proceso.

A mi me gusta plantear el aborto como una desobediencia sexual grande de la subjetividad de mujer incluso como un método anticonceptivo de emergencia, como fue en otros períodos donde no se contaba con una anticoncepción tipo DIU o vía hormonas, un momento en el cual las mujeres tenían mayor control sobre sus cuerpos, tal la tesis de Federici, porque ahí no se metían los hombres, ni se metían los médicos. Me gusta también plantear que el aborto no es un accidente. Forma parte de una práctica donde hay líquidos seminales, y estas prácticas a veces son prácticas heterosexuales y a veces no. Porque ya a esta altura de las identidades trans y la teoría queer ya no podemos hablar exclusivamente de heterosexualidad. Yo podría tener una relación sexual con una chica trans y quedarme embarazada y no estoy dentro de una relación heterosexual sino dentro de una relación lésbica. Entonces hay que complejizar un poco esa cuestión. En mi opinión hay que salirse del aborto como accidente. Sin embargo, casi sin preparación usualmente son los médicos y los profesionales graduados quienes creen que la legalidad, es decir, la punitivisación viene a resolver todo fenómeno social.

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Foto: Colectivo Manifiesto

—Debemos tener cuidado con pensar que la legalidad resuelve totalmente el problema. Lxs medicxs (mal)formados en el aborto como problema legal son lxs que van a formar parte de los comité de “ética” en los hospitales, de los consultorios de la “mujer” o lxs que van a atenderte en la guardia. No debería sorprendernos el cartelito que incita a denunciar sospechas de aborto en un centro de salud de Morón. Esxs somos lxs “profesionales” que la UBA hoy gradúa con honores. Lxs mismos que niegan el relato de violación de una mujer porque estaba borracha (caso real que tuvimos que acompañar). No nos olvidemos que las legalidades también abren negocios económicos enormes, se encuentra altamente estudiada la relación ley- mercado… que están aguardando su momento para emerger. Todo lo que aprendí en la UBA no me sirve para afrontar las situaciones de aborto de los barrios. Por eso hay que continuar empoderando y bancando a las socorristas. Los conocimientos autóctonos de ciertas mujeres que no los perdieron y que esos conocimientos son pre-civilización, cuando éramos brujas. Un aborto, la anticoncepción, un parto, era lo que sabía hacer cualquier mujer promedio de la edad media, y eso la Inquisición lo arrasó.

Entonces hay que tener más recelo a la hora de crear otra cacería de las nuevas brujas a través de esas legalidades mecánicas. De hecho, podemos hablar de las industrias montadas alrededor de las ilegalidades y las legalidades. Por ejemplo, hay toda una industria del rescate montada a su alrededor del trabajo sexual, ahora va a estar la industria de las que abortan. Las legalidades producen nuevas exclusiones e industrias que después permiten que personas graduadas cobren sueldazos para salvar a las “víctimas” que van a seguir cobrando una mierda. No empodera. Cuando Federici denuncia en Calibán y la bruja que la santa inquisición fue la encargada de producir la subjetividad que tenemos hasta el día de hoy de considerar que las mujeres “valen menos” y además que el buchoneo puede venir de cualquier lado. ¿Qué rescatas del socorrismo?


—Las socorristas nos enseñaron a las médicas como yo lo que la UBA no nos enseñó, crearon redes amplias de apoyo en muchos sentidos, no solo en el aborto, y permitieron que todas recuperemos un poco el control sobre nuestros cuerpos.


¿Qué suponés va a pasar con todas esas prácticas de interrupción del embarazo no realizadas por profesionales graduados como médicos?

—Pienso que se corre el riesgo que dentro del marco de la legalidad tal cual está redactado el proyecto de ley continuarán ellas siendo ilegales, criminales, o como las médicas medievales tendrán su lugar de segunda al lado de la nueva figura del médico solo como “ayudantes”, tal como nos enseña Federici en Calibán y la Bruja. O las mujeres que han podido conservar la sabiduría ancestral y saben abortar con ruda (no como nosotras, ellas saben de verdad, conocen las plantas, las cuidan, pide permiso para arrancar una hoja). Ya hoy son maltratadas por colegas muy amigas del Misoprostol. O las menores que no quieran acatar el mandato paterno/materno de abortar o NO abortar: ¿quedaran ellas en manos de la ley, para que decida el juez o sus progenitores o tutores por sus propios cuerpos?

En ese contexto, ¿cómo van a operar las causales dentro del marco del proyecto de ley presentado por la Campaña?

—Entiendo que hablar de causales siempre es una trampa. Siempre son unas pocas decidiendo por todas. ¿Quiénes y cómo se imponen esos criterios? ¿Quién va a decidir por nosotras cuáles son las causas por las que debemos/podemos abortar? ¿Quién más que yo puede estar y concebir un hijx con qué características singulares? ¿Quien va a definir que significa malformación como causal, sin rozar el terreno de la eugenesia? Debemos poder pensar las formas de no obstaculizar, no vigilar, nunca castigar, ni dictaminar cómo, dónde, cuándo, quién, por qué.

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Foto: Colectivo Manifiesto

SALIR DE LA MORAL, SALIR DE LA CAUSAL, SALIR DEL BIEN Y DEL MAL. Entonces, ¿cuál es el rol que deberían asumir los médicos en este entuerto?

—Personalmente creo que debemos estar ahí acompañando al socorrismo que ya existe, y no al revés, aportando nuestros saberes cuando algo se complejiza, se complica, falla, para la urgencia, para un peligro, aportando los recursos que hagan falta, la ecografía, la receta, la medicación, el DIU, acompañando las decisiones de las personas. Tenemos que saber hacerlo sin ser jueces acerca de qué es lo sano y qué es lo enfermo. Cada disciplina tiene que saber cómo acompañar los procesos corriéndose de la moral propia, ya no individual, sino de la genealogía que dio a luz esa disciplina.
Invito a aprender en los márgenes, porque sé lo que hay en los hospitales y centros de salud, sé lo que hacen mis colegas en los hospitales del conurbano cuando sos inmigrante, o trans, o trabajadora sexual, o si tuviste muchos hijos, o si es tu segundo aborto… Hay que animarse a aprender de las otras que vienen decidiendo sobre sus cuerpos y bien sin ninguna necesidad del saber médico y su poder.

El hospital está lleno de fascistas y de psicópatas sublimados, ésa es la historia del hospital como es la historia de las cárceles. Parece que nos hemos olvidado de Foucault, o no lo hemos entendido bien. Como bien contabas en el caso real el hospital municipal ha rebotado a una mujer porque consideraron que no había sido violada porque estaba drogada. El comité de aborto no punible dictaminó eso, su aborto era ya legal, tal cual está ahora la ley, y no obstante responden que no fue una violación porque ella estaba drogada. ¿Cómo hacés para capacitar a miles y miles de médicos no solo desinformados sino sin empatía?

—Me encantaría saberlo. Me parece casi una utopía. Para empezar reestructurando la carrera de Medicina y toda su currícula, independizándola de las grandes farmacéuticas e incorporando saberes ancestrales. Reestructurando también en profundidad los espacios de formación posbásica (hoy residencias médicas), lugares de supuesto aprendizaje donde se reproduce el régimen militar, donde se enseña el desprecio por las personas, a base de precarización laboral, obediencia debida y burn out.


De todas maneras creo que la única transformación verdadera no surgirá nunca del sistema médico, sino de las poblaciones recuperando el control sobre sus cuerpos, arrebatándole ese poder que les sustrajo la hegemonía médica.


Vos tomás clases de filosofía y feminismo para dotar tu formación médica de otro corpus teórico. ¿Cómo utilizás esas herramientas en el debate y la coyuntura que les toca vivir hoy en la salita número 10?

—La salita número 10 ha desafiado históricamente la autoridad municipal, en un sano ejercicio de siempre cuestionar lo impuesto. El vínculo entre muchxs de lxs trabajadorxs de la salita y la gente que llega al lugar para atenderse es muy próximo y de mutuo compromiso, eso siempre nos posiciona más cercanos y afines a la gente del barrio que a la personas con cargos de poder. El estudio de la filosofía me ha permitido desprenderme de determinadas lógicas de control, tanto sobre las subjetividades ajenas como de las propias. Reconocerse como “soldado de adoctrinamiento” del sistema médico hegemónico capitalista te permite comenzar a transformar cada acto médico. Involucrarse, devenir, ir al fondo del pozo con la otra persona y buscar juntxs una vida más vivible. Compartir esas experiencias con otrxs, mostrar que son más interesantes y gratificantes que ser reproductores del paradigma “médico”, animarse a romper la estructura rígida que nos propone la facultad, el hospital, el protocolo… adquirir la flexibilidad de ser con el otro, de no imponer o “aconsejar”. Correrse sin miedo del lugar de poder, y encontrar que es un lugar más vivible. Perder el miedo al poder delx otrx.

*Por Leonor Silvestri para Revista Furias.

Palabras claves: aborto, feminismo, legalización del aborto, Socorro Rosa

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