“Si las elecciones pudieran cambiar algo, la política sería ilegal”
Silvia Federici es una de las intelectuales feministas más reputadas de nuestros días. Autora de ‘Calibán y la bruja’ y ‘Revolución en punto cero’ nos pide que hablemos de cosas concretas, nada de grandes preguntas metafísicas. Así acabamos charlando de Estados Unidos, la historia del feminismo y la izquierda latinoamericana.
Por Albert Alexandre para Arainfo
—Llegaste a Estados Unidos en el año 67 ¿Estuviste en Woodstock?
(Ríe) No, no, yo no sabía nada de nada. Llegué a la universidad de Buffalo como estudiante. Allí inmediatamente me di cuenta de la situación política: el movimiento por los derechos civiles, el movimiento por el poder negro… Muchos jóvenes y veteranos de la guerra del Vietnam que querían escapar del reclutamiento pasaban por Buffalo hacia Canadá y a veces eran arrestados. Cuando yo llegué, había una gran movilización para liberar a nueve de estos insumisos. Me vi involucrada en tantas cosas…
—¿Fue allí donde conectaste con el feminismo?
No, porque el feminismo como movimiento no empieza verdaderamente hasta después del 69 con la famosa reunión del Students for a Democratic Society (SDS) en Chicago. Allí, muchas mujeres de la izquierda empezaron a decir “necesitamos hablar de los problemas de las mujeres”. Los compañeros lo rechazaron y ellas salieron del movimiento creando uno propio. Desde el otoño del 69, hasta el 74 fueron los años más contundentes y explosivos del feminismo.
—¿Qué pasó en el 74?
Los primeros años dentro del movimiento fueron bastante unitarios. En el 74 se empezaron a delinear corrientes diferentes: las feministas marxistas socialistas, las feministas radicales, las feministas liberales… Además, en 1975 fue la primera conferencia de la ONU sobre mujeres en Ciudad de México. Los compañeros no veían la importancia del feminismo y lo atacaban constantemente. En cambio, el capitalismo se dio cuenta inmediatamente de que se trataba de algo importante e intentó hegemonizarlo. En México chocaron compañeras con una visión radical y representantes de estado ¡Estaba la hermana del Sha de Persia! El movimiento acabó institucionalizándose…
—Y de allí lleguemos al 2016 y un 42% de las mujeres votan a Trump…
Eso no es así. Se trata del 42% de las mujeres que están censadas y son una minoría.
—¿Crees que, con él, el discurso contra las mujeres se está recrudeciendo?
No, no creo que sea una cosa muy nueva. Hay comunidades en Estados Unidos que han sufrido mucho económicamente y ven a Trump como un salvador. Hay mujeres que dicen: “puede apropiarse de mi vagina si me da un puesto de trabajo”. Esto no es una novedad. En los años 70 había muchas mujeres que tenían miedo al movimiento feminista porque lo veían como un ataque a su rol de esposas y madres. No se reconocían en la búsqueda del trabajo fuera del hogar… en algunos casos el movimiento feminista cometió errores.
—¿Qué errores?
No saber ver que trabajar fuera de la casa significaba en muchos casos limpiar baños por sueldos míseros.
—¿Crees que Trump puede representar una oportunidad para generar una alternativa emancipatoria?
Siempre hay una oportunidad. El problema es que además de una oportunidad es un riesgo. Ahora con la decisión de Trump de revocar la ciudadanía a los jóvenes que han nacido en Estados Unidos de padre y madre no documentados o que llegaron al país cuando eran pequeños, más de un millón, puede producirse una movilización, un salto en la protesta. Eso es una oportunidad. El riesgo es luchar contra Trump haciendo de Obama un santo. En realidad, cuando alguien decide ser presidente de los Estados Unidos… si las elecciones pudieran cambiar algo, la política sería ilegal. En las elecciones tú solo decides quien te va a mandar.
—¿Cómo ves que en el Estado español un partido de la izquierda hable de conquistar las instituciones?
¡Auguri! (felicidades en italiano). Mira lo que ha pasado en América Latina con Correa, Evo Morales y Lula… ¡el gran demócrata! La concentración de la tierra en Brasil es hoy más grande que antes.
—¿Cómo se explica eso?
El movimiento indígena esperaba una reforma agraria que restituyera la tierra. Lula dio concesiones a las grandes corporaciones del agronegocios diciendo que se trataba de una forma de modernizar el campo. Es la izquierda desarrollista. A cambio de la explotación de los recursos las compañías mineras, petroleras y agrarias dan unos pocos recursos monetarios con los que se hace política populista que no cambia el sistema. Los movimientos indígenas están muy enojados con los europeos que defienden a Lula, a Correa o a Morales.
*Por Albert Alexandre para Arainfo.