«Sabemos que nos liberamos juntas, o no nos liberaremos»
Por Mujeres del Encuentro de Organizaciones
¿Hemos pensado alguna vez que todo en este mundo es desigual?
Todo.
Desigual.
Mal repartido. Mal trecho. Mal hecho.
(…)
Fue 12 de octubre, y en las escuelas nos hablan de los pueblos originarios como si ellos hoy no tuvieran palabra, y como si ya no existiera más. Todos hablamos de ellos pero nadie les pregunta. Porque ellos festejan el 11 de octubre como el último día de libertad. No tienen nada para festejar el 12. Y eso es algo que nadie quiere escuchar. Qué desigual la voz que les damos a las personas, a las comunidades. Qué bueno que tenemos medios de comunicación comunitarios, populares, alternativos, que intentan escuchar nuestras voces. Qué bueno que los pueblos originarios no dejan de pelear y de gritar su verdad.
Fue 12 de octubre y Santiago Maldonado sigue desaparecido. Y aunque él defendía a los pueblos mapuches, los medios masivos de desinformación nos quieren vender que justamente ellos, los mapuches, son los culpables; y nos dicen que Maldonado, el desaparecido, es el culpable de algo… ¿de solidaridad? ¿de compromiso? ¿de jipi? ¿de luchar por lo que considera justo? Y mientras la nación mapuche lucha por sobrevivir en sus tierras ancestrales, los medios ponen en duda su derecho a vivir y reclamar ahí, y nos esconden que Benetton tiene 900 mil hectáreas de tierra en la Patagonia, y los yanquis tienen 460 mil hectáreas, y los chinos tienen 300 mil hectáreas, y así…
Qué desigual es el derecho a la tierra, cuando los verdaderos dueños se presentan como criminales, y los criminales de guante blanco ni siquiera aparecen nombrados. Qué desiguales son las culpas, los delitos. Qué bueno que tenemos abogadas que dan esa batalla con nosotras. Qué bueno que los pueblos no nos cansamos de decir que la tierra es nuestra.
¿Hemos pensado alguna vez que hasta los nutrientes para la vida también se distribuyen desigualmente? Que los alimentos no nos llegan a todas por igual, que depende de lo que podemos comprar, y que por eso nuestras fuerzas y nuestras energías también son desiguales. Que cuando cocinamos en nuestros comedores tenemos lo que el Estado nos quiere dar, y nosotras ponemos todo lo que compramos y agregamos y rebuscamos para hacerlo rico, nutritivo, gustoso. Y que cuando cocinamos estamos haciendo justicia alimentaria, que estamos redistribuyendo vida y nutrientes y que eso no se cobra porque no tiene precio porque la vida no tiene precio. Qué desigual la alimentación. Qué bueno que tenemos productoras familiares y huertas comunitarias y ferias agroecológicas, y comedores y compañeras que se preocupan por la alimentación de nuestros niños y comunidades.
Qué desigual el aborto. Que siempre existe pero las que tienen plata lo pagan bien. Y las que no, se mueren. Y que los hombres lo cuentan con una liviandad como que elegimos ir a la pelquería o hacernos un aborto. Qué bueno tener compañeras que nos dan palabras para lo que no nos sale ni decir. Qué bueno tener compañeras médicas y feministas.
Qué desigual la sexualidad. Qué desigual que ya ni me acuerdo cuando cogí por placer y no por sentirme obligada. Qué desigual que no sé bien lo que se siente tener un orgasmo. Qué desigual que me voy a dormir y muchas veces espero a que se duerma él para que no me busque. Quiero disfrutar de todo lo que mi cuerpo puede. Sin miedos, sin tabúes. Hay tanto que no se, que quiero aprender. Qué bueno que las tengo a ustedes para hablarlo.
Qué desigual el tiempo de ocio. Qué desigual el tiempo de mimos, el tiempo de danza, el tiempo de arte. Qué desigual la luz del sol, que no conozco en las mañanas en mi casa… salvo los domingos. Qué desigual la crianza de nuestras hijas, que mientras cuido los hijos de ellas, las mías están solas en casa o con mi mamá que ya no da más.
¿Hemos pensado alguna vez qué desigualmente se distribuye el trabajo? Para los pocos: altos sueldos. Para la mayoría: nada, desocupación, angustia. Para la mayoría: malos trabajos, bajos salarios, poca satisfacción y ninguna creación. Para las mujeres: sin lugar a dudas lo peor. Además de trabajar, cada una de nosotras se tiene que bancar al pelotudo de su compañero con sus chistes machistas, al enfermo de su jefe con la misoginia, al idiota del cliente, del alumno o del paciente con pretensiones de sensual. Las que trabajamos en casas de familia: los sueldos de miseria y la denigración.
Nuestros trabajos nunca se hacen bien. En todo trabajo, todas: siempre tenemos que dar más, ofrecer más, hacerlo más rápido y mejor. La productividad nunca dejó de ser la regla con la que el capitalista mide su ganancia. Productividad y explotación. ¿Cuánto más pueden exprimirnos?
¡¿A LAS MUJERES?! ¡MUCHO MÁS! Si además de trabajar para ellos las mujeres volvemos a casa y garantizamos que todos coman y se bañen y tengan ropa limpia para volver al otro día para trabajar más y darles más ganancia.
Qué desigual el trabajo, que se basa en nuestros cuerpos cansados, en nuestros cuerpos alienados, sirviendo a otros, siempre a otros. No hay tiempo para pensar en la felicidad, en los sueños, en qué lograríamos si tuviéramos esto que nos quitan diariamente.
Qué bueno tener cooperativas, qué bueno no tener patrón, qué bueno trabajar entre mujeres. Qué hermoso luchar por liberarnos día a día del machismo. Qué bueno recuperar los oficios,
saber hacer calzado y ropa,
saber dejar lugares limpios y sanos,
saber construir habitaciones,
saber cocinar para montones,
saber cultivar la tierra,
saber cuidar de los otros y sanar y acompañar,
saber peinar y cortar el pelo,
saber empezar otra vez de cero,
saber hacer dulce y hacer pan
saber tejer y crear
saber esperar y saber escuchar,
saber mirar a la otra a los ojos y saber que cuando me pide ayuda tengo que estar porque si me lo pide ha de ser necesario y si tengo las fuerzas para estar con ella lo único que puedo hacer es estar y creer que ella puede hacer todo lo que se proponga, porque este mundo no está sino hecho de mujeres que luchan que aman que crean que andan que caminan que tejen que cortan que cosen que crean que aman que cuidan que arman que construyen que aman y vuelven a amar.
(…)
Qué desigual este mundo. Pero qué bueno que las tengo a ustedes, que nos tenemos. Que no miramos y nos reconocemos.
A esto, ellos, patrones, machos, violentos, nunca van a tenerlo. La profunda profunda profunda hermandad con la otra, la desconocida, la mujer que me grita con los ojos los labios la voz y las manos.
Mi sangre no es distinta a la de ellos. Nuestra sangre es roja y también se nutre de alimentos y de cariño y de sol.
Pero somos mujeres. Y sabemos, que nos liberamos juntas, o no nos liberaremos.
Y en este mundo desigual, maltrecho, mal hecho: si nosotras paramos, para el mundo.
Y en Chaco, estamos en rebeldía, en huelga, en lucha, en las calles, en las plazas, en las casas. Estamos en el Encuentro Nacional de Mujeres.
*Por Mujeres del Encuentro de Organizaciones / Fotos: Eloisa Molina para La tinta.