“Empoderamiento es un término neoliberal, yo prefiero hablar de fuerza colectiva”

“Empoderamiento es un término neoliberal, yo prefiero hablar de fuerza colectiva”
10 octubre, 2017 por Redacción La tinta

Compartir luchas y experiencias es clave en tiempos difíciles. Desandar y andar, aprender y entender las luchas de nuestras compañeras reconstruye lazos y nos hace crecer. Latinoamérica hoy se ve atravesada por los desastres naturales, la feminización de la pobreza y la violencia en espacios públicos y privados. Las mujeres hoy son protagonistas de estas resistencias.

Por Delfina Saab para La tinta

El miércoles pasado estuvo en la Universidad Católica de Córdoba (UCC) Francesca Gargallo, en el marco de una jornada organizada por el equipo de investigación sobre “Pensamiento Crítico Latinoamericano: Subjetivaciones Políticas e Indígenas en Argentina y Bolivia”.

Francesca es mexicana, escritora, madre de Helena y Licenciada en Filosofía por la Universidad de Roma. Enamorada de la plástica busca entre sus obras una expresión del placer y la fuerza del ser mujeres. Narradora y viajera, en la actualidad está dialogando con algunas mujeres intelectuales de los pueblos y nacionalidades originarios de Nuestra América, para escribir una historia sobre las ideas de los feminismos indígenas, desde una epistemología feminista, no blanca ni blanquizada.

Las brigadistas

La charla empezó y Francesca no pudo evitar hacer referencia a su país y a su ciudad, fuertemente golpeados en este mes por una serie de terremotos y huracanes. Y empezó con esta premisa para después contarnos que lo mismo conmovió a México hace 32 años, el 19 de septiembre de 1985. Allí, a la mayoría de las mujeres se les había impedido colaborar en las labores de rescate; “tras 32 años, hoy mujeres de todas las edades trabajan para salvar vidas, son fotografiadas por la prensa y reconocidas en la sociedad”.

Nos cuenta que una Brigada de Rescate Feminista funciona desde pocas horas después del sismo: “Las integrantes de la brigada, con sus botas de punta de acero y sus cascos, han sido las mayores defensoras de la vida de las trabajadoras de una fábrica textil, víctimas de omisión en prestación de ayuda y de ese trabajo mal pagado donde encuentran su nicho laboral las migrantes sin documentación. Son ellas las brigadistas que han enfrentado a la policía, defendiendo la labor de sus compañeras del rescate”.

En las tareas de rescate, nahuas, mestizas, zapotecas, mixes, blancas y mayas mezclan sus cuerpos, cruzan sus lenguas, se intercambian saberes y en los momentos de descanso comparten comidas, en ocasiones preparadas por hombres. Desgraciadamente, no todas las rescatistas reportan actitudes positivas hacia su participación. La policía y el ejército, en particular, intentan sacarlas de las actividades visibles de rescate. La justificación para rechazar su ayuda en las zonas de desastre es que deben protegerlas, dando por supuestas su debilidad y necesidad de tutelaje y protección.

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Autónomas

Después de contar esta experiencia y referencia de las mujeres mexicanas, Francesca hace énfasis en la autonomía que han adquirido las mujeres en las formas de organización solidaria de emergencia. Reconoce que estos se muestran como modos feministas en las organizaciones vecinales, barriales, políticas: las mujeres han dejado de obedecer esos mandatos familiares, escolares y publicitarios que les imponen la debilidad y la obediencia.


Ella plantea que “si las mujeres dejaran de realizar tareas de cuidados, de reproducción y de reposición de la vida el sistema económico dominante colapsaría, pero no hay hombre de izquierda que quiera deshacerse del capitalismo si para ello tuviera que perder los beneficios del trabajo femenino impago”. Insiste en que la economía feminista ha descrito cómo la asignación de ciertos trabajos no pagados pero indispensables para la “producción de la vida que produce”, ha sido determinada por la discriminación de género de las mujeres.


En este sentido, sus planteos son muy cercanos a los de Silvia Federici, quien desde 1975 ha venido analizando el vínculo entre sistema capitalista y la división sexual del trabajo. En la actualidad, Silvia lo sigue denunciando en relación con la migración y las nuevas agresiones contra las propiedades y los derechos a las tierras comunales que se ven amenazadas por el neocolonialismo minero y los megaproyectos de ingeniería. La opresión de las trabajadoras migrantes, así como la opresión de quien realiza los trabajos de la vida, son inherentes al sistema capitalista.

El camino hacia la fuerza colectiva

En estos últimos 40 años hemos logrado que las mujeres nos empecemos a escuchar entre nosotras sin estar mediadas por la voz o la imagen de lo que debe ser una mujer en el sistema. Hay cuestiones significativas, propias de la imagen, del status quo, que han cambiado: “Hace 40 años el amor, la obligación de tener que ser mujeres encargadas del hogar y del cuidado de la familia, el mandato de enamorarnos de un hombre para ser una verdadera mujer o el dicho de que si no te enamorabas no tenias estímulos para ser una persona de servicios ni para ser madre, eran lemas fundamentales en la construcción como mujeres”.


Francesca insiste que esto ha cambiado y es la base de la fuerza de las mujeres. Por ello habla de fuerza colectiva y no de empoderamiento, considerando que este último es un término neoliberal que sirve mucho para decir que hemos logrado algo: mujeres grandes emprendedoras/empresarias, dirigentes porque tienen una figura pública, esto implica tener un modelo de competencia masculina, donde el poder es estar por encima de otra persona.


“Yo prefiero hablar de fuerza, aquella que se construye en colectivo. Fruto de 40 años de construir el feminismo, como una resistencia de pequeños grupos de mujeres que están actuando hoy en expresiones de las estudiantes para obtener programas de estudios que no estén dedicados enteramente a la vida y acción de los hombres, o a la lucha de las mujeres de hoy ante la violencia actual: la destrucción del cuerpo en la violación, la muerte y el asesinato”. La fuerza de las mujeres es en colectivo.

Entre lo público y lo privado

Muchas organizaciones de mujeres en México convergen en la CONAMI, Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas, que en 2017 cumplió 20 años. María de Jesús Patricio, médica tradicional nahua de Jalisco, que representará a los pueblos de México en las elecciones presidenciales de 2018, es apoyada por una parte de la CONAMI. Al respecto, Francesca plantea que su candidatura independiente es una bofetada al racismo partidista y a la hegemonía mestiza blanquizada de las representaciones nacionales.

Ella insiste en profundizar una mirada latinoamericana, compartir experiencias y entender el momento político en que nos hayamos como latinoamericanas: “Hoy en las calles actúan feministas y mujeres que encaran de diversas maneras la actividad política, entre ellas hay académicas, abogadas, arquitectas, jóvenes del movimiento contra el feminicidio, comerciantes, artesanas, feministas anarquistas, mujeres organizadas contra el acoso callejero, activistas, burócratas, todas afectadas, de una manera u otra, por la reorganización neoliberal del trabajo, la pérdida de empleos por la tecnología y la desaparición de las garantías laborales”.

Una de las formas de opresión a las mujeres fue la división de los espacios de vida entre hombres y mujeres. Históricamente se construyó como espacio de vida de mujeres la casa y las casas donde trabajaban, los espacios recluidos: las cárceles, el monasterio, el manicomio, lugares donde las mujeres no debían verse. La calle, ese espacio donde tantas hoy nos encontramos, antes era peligrosa porque se veía que las mujeres intervenían en el espacio de otro, sin embargo se decía que era público, pero en realidad el circular implicaba peligro, debían ser controladas y acompañadas por los hombres.

Francesca explica cómo ha disminuido el acoso callejero en los medios de transporte público a partir de salir masivamente a las calles a manifestarse en contra del acoso. Plantea su crítica a la política pública contra el acoso callejero en los vagones del Metro en México: “Tenemos vagones específicos para mujeres. Sin bien esto en sí es una medida de protección y la mayoría de las mujeres lo usamos, es una manera de lavarse las manos de la educación que el Estado le debe dar a los hombres para no acosar a las mujeres. Una deseducación que refuerza los roles de género y el lugar de subordinación de las personas tuteladas”, afirma.

Un mensaje nos deja claro esta mujer, y es que “salir a la calle en masa a manifestar desacuerdos frente a la violencia que sufrimos, frente un sistema económico que nos explota y nos oprime, frente a los piropos como forma de acoso callejero es algo de mucho impacto en la conciencia de la sociedad”.

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*Por Delfina Saab para La tinta.

Palabras claves: feminismo, Francesca Gargallo

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