México: ¿Temblores de parto? un nuevo acuerdo
Por Carlos San Juan Victoria para La Tinta
Del miedo de la gente al miedo a la gente
A las 3:02 del 20 de septiembre de 2017 la brigada de los topos denunció que había “45 puntos de la ciudad de México donde está atrapada la gente, el ejército y la policía no dejan que la gente ayude, que los miles de personas cooperen donde están las personas atrapadas, ni siquiera para hacer cadenas humanas para acarrear escombros.” En un México afectado en el centro y sur, en su ciudad mayor, en Puebla, Morelos, Tlaxcala, Estado de México, los primeros en llegar a los siniestros fueron los vecinos y parientes, el Ejército y la Marina tardó entre cuatro y seis horas, cuando aparecían. Pero a diferencia de 1985, donde el gobierno se eclipsó, ahora intentó tomar el control y desalojar a la gente solidaria. Junto al dolor y la destrucción de edificios aparecía una cuarteadura simbólica. En lugar del trabajo conjunto, se impuso la pugna y el desplazamiento temeroso. Ante el riesgo de que resurgiera el mito movilizador de la “sociedad civil” del ciudadano común, del “pueblo” que se cohesiona en la acción, el gobierno apresuró la marcha para “normalizar”. Cada quien, a su asunto, nada de organización civil autónoma como en 1985.
Las diferentes maneras de comunicar en el desastre
Los jóvenes se multiplicaron en las labores de rescate, vigilancia y abasto. Luego en la defensa espontánea de lugares siniestrados donde intentaban introducir maquinaria pesada. O bien para obligar a una atención gubernamental errática y lenta. El whatsapp resultó el medio eficaz incluso en el instante del gran sismo del 19. La comunicación ciudadana empujaba la acción humanitaria. Se logró con esa presión que atendieran, que reconsideraran la presencia de topos y organizaciones de rescate, que echaran para atrás las demoliciones. La comunicación de gobierno y de las grandes corporaciones, Televisa y TV AZTECA, exhibieron sus viejos vicios: limpiar a percudidos personajes, crear burbujas informativas como la niña Frida para recuperar audiencias y magnificar la acción de la Marina y al impresentable de Nuño. Naufragaron. Pero inició desde el día 21 una guerra en las redes digitales para generar desconfianza hacia la información ciudadana. La reacción ciudadana no tardó en revirar: se creó un centro de verificación de información ciudadano en la página www.verificado19s.org.mx
Consumidores sin vida pública
Ahora viene la lucha por la reconstrucción. El supuesto presidente de esta República ya avisó sus medidas empresariales y de clientelas políticas: el damnificado recibirá una tarjeta para que compre lo que necesita, si, como el Monex electoral. Los fondos previstos para desastres más un préstamo del Banco Mundial anuncian negocios a la vista. Los grandes corporativos se frotan las manos. De seguro repuntará la bolsa, pues es un estímulo inmediato a los mercados de la construcción. El PRI ya tendrá listo el padrón y los mapas calle por calle donde viven los beneficiados para recordarles el 2018 que tienen que votar de cierta manera. Viva el individuo consumidor y cliente del oficialismo. No hay propuesta para atender las urgentes necesidades de educación, de salud, de trabajo, de mejora salarial para los miles arrojados a la calle. No hay propuesta para crear instancias de diálogo y acuerdo con barrios, colonias y pueblos. No hay reconstrucción de la vida pública. Hay mercado, pero no república.
La gran brecha
Y eso en el momento de mayor desprestigio de la política institucional y oficialista donde cualquier político que asoma a la calle de inmediato es repudiado. Osorio Chong no pudo ni acercarse a unas fábricas siniestradas en la Colonia Obrera pues los ciudadanos que laboraban en el rescate lo abuchearon y lo obligaron a tomar las de Villadiego. Y lo mismo le pasó a los expresidentes panistas, Felipe Calderón y Vicente Fox, que dejaron de tuitear sus “ideas” ante la reacción irónica de las audiencias digitales. Ante esa brecha creciente de la gente y los partidos y donde prosperó el hashtag #PartidosDenSuDinero para la reconstrucción; ahora resulta que quieren donar hasta el 100% de las jugosas partidas de nuestros impuestos cuando ya inició el plazo de la campaña electoral y bien se sabe que no se puede legalmente hacer nada.
Dos temblores y dos visiones
Hace 32 años cuando se vivió el terrible sismo de 1985, Carlos Monsiváis escribió en el Proceso: “Por eso, no se examinará seriamente el sentido de la acción épica del jueves 19, mientras se le confine exclusivamente en el concepto solidaridad. (…) El 19, y en respuesta ante las víctimas, la ciudad de México conoció una toma de poderes, de las más nobles de su historia, que trascendió con mucho los límites de la mera solidaridad, la conversión de un pueblo en gobierno y del desorden oficial en orden civil” (cursivas nuestras). Ahora, cuando los valores empresariales dirigen naciones y conciencias, Enrique Krauze escribió en El País: “El terremoto del 19 de septiembre de 1985 fue el dramático bautizo de la sociedad civil. El terremoto del 19 de septiembre de 2017 debe ser el bautizo de una nueva era de solidaridad.” Para esa nueva era, nos dice, hay que crear una Comisión Ciudadana de Reconstrucción. “Esta Comisión debe tener una participación ciudadana mayoritaria. Bastará que se animen una decena de empresarios, intelectuales, académicos, periodistas, religiosos. Nombres sobran”. Los Notables, desde el siglo XIX, son una honrosa minoría familiar, dicen. De ambos temblores nació un valor simbólico: la gente convertida en ciudadano que participa y exige, su colaboración y presión hacia gobierno y constructoras como “sociedad civil”. Y con ello la lucha para apropiársela, sea como valor para la estabilidad del orden actual o bien para su transformación. Esa es la diferencia entre Monsiváis y Krauze.
Levantar viviendas y levantar a la República debe ser lo mismo
Pero el daño nacional supera la administración moral de los recursos, en el supuesto dudoso de la moralidad empresarial que se niega a subir salarios en la negociación del TLC y hace negocios oscuros con la obra pública. Los tres sismos de septiembre (7, 19 y 23) hicieron aflorar las cuarteaduras de la Nación. El Sur y la región del Istmo apenas atendida. Los poblados rurales de Morelos, Puebla y Estado de México invisibles. La pobreza extendida de las poblaciones con un pie en la migración. La desconfianza intensa hacia la Autoridad política que debería coordinar y cohesionar. La corrupción institucional galopante que intenta aprovechar donaciones y recursos para los damnificados.
Como en otras ocasiones, del dolor y el esfuerzo de la gente nace la esperanza. Atender a los damnificados tiene que ir sembrando la simiente de otra República con poderes sociales reconocidos para exigir y revocar mandatos, con instituciones responsables y gobernantes atados a la rendición de cuentas. Pasar del terror del temblor a la esperanza del parto. Deben proliferar las comisiones donde se anude el esfuerzo colectivo ahora mostrado con la planificación conjunta de la reconstrucción no de viviendas sino de la vida pública y del bienestar con trabajo digno. El orden civil debe contener el desorden e impudicia del orden institucional y del mercado. Los medios masivos, el Gobierno, nuestros intelectuales mediáticos no entienden lo que está pasando. Este orden injusto se volvió enojo y acción de miles que se confrontaron con él en la tragedia de los sismos. Las brechas con la gente común ya no se tapan con parches. Las fracturas entre los que pretenden gobernar y los que a veces dicen que se dejan gobernar aumentan. Se abrió un tiempo posible para que los mexicanos discutamos y reflexionemos sobre nuestra manera de convivir en República. Así, ya basta.
*Por Carlos San Juan Victoria para La Tinta.