Aportes para reflexionar, ¿cómo construimos una política diferente?
Preocupadas por la agudización de las violencias, institucionales, estatales, personales, intentamos compartir aquí algunas líneas de análisis y de respuestas. Frente a la agudización de ataques y destrucción ¿qué construcciones políticas podemos lograr?
Por Redacción La tinta
La violencia como escenario
“El discurso de la igualdad es un discurso fraudulento,
no estamos en igualdad de condiciones”.
Silvia Federici
Un joven desaparecido hace más de un mes, después de una represión contra una comunidad mapuche. Once allanamientos masivos en Córdoba a organizaciones sociales y políticas y hasta a la casa de un fletero que trasladó cosas para una marcha. Represión en las marchas de El Bolsón y Buenos Aires, al cumplirse un mes de la desaparición de Santiago Maldonado. Sospechas de infiltrados, violencia física contra manifestantes, y periodistas detenidos por cubrir la actuación policial. Criminalización de la protesta en aumento, avance represivo y la construcción de las y los enemigos internos: los anarquistas y los mapuches.
La represión aumenta, los medios hegemónicos fogonean. Arman las estructuras necesarias para justificar más represión. Alimentan el discurso que la gente repite, “todo bien con reclamar, pero romper vidrios no”. La policía da palos. “Está bien si quieren pedir algo, pero no corten las calles”. La policía tira gas. “No estoy en contra de lo que exigen, pero no me parecen que sean esos los métodos”. La policía golpea.
Los y las de abajo tienen consignas claras, pero están encapuchados y tienen palos. Los de arriba disimulan sus intereses claros, no son sinceros pero venden seguridad, la gente compra. Reprimen todo reclamo por vida digna, pero mujeres y cuerpos feminizados son los castigados con más saña
Esa violencia a la que el Estado nos tiene acostumbradas, es violencia patriarcal. Son los mecanismos que históricamente han usado los de arriba. Violencia sobre nuestros cuerpos que pelean por una vida digna.
Ahora bien, la cuestión es cuál debería ser la respuesta de las organizaciones sociales y políticas. ¿Existe solo una respuesta, hay que multiplicarlas? Está a la vista que la política tradicional, partidaria o no, falló. Cíclicamente seguimos el mismo camino hace años, muchos años. Repetimos las formas de hacer política y en lo precipitado de los tiempos y la circunstancias, seguimos usando fórmulas que no funcionan. Podemos hacer un recorrido de la violencia y dejando afuera el período de la última dictadura cívico-militar, en los períodos democráticos desde 1983 se mantiene en el tiempo: represiones en las manifestaciones, desapariciones, redes de trata de personas, detenidas y muertas por abortos clandestinos, gatillo fácil, detenciones arbitrarias, impunidad policial e institucional. En un repaso ligero aparecen: Carlos Fuentealba, Jorge Julio López, Milagro Sala, Marita Verón, Luciano Arruga, Facundo Rivera Alegre, Gabriela, Tatiana, Higui, Pepa Gaitán, Yamila Cuello, los feminicidios que aumentan en número y crueldad. Faltan nombres, muchos, que no son números sino personas.
¿Ante tanta violencia deberíamos replegarnos y aguardar a que algo más suceda? ¿Lo mejor sería salir a demostrar la fuerza que tenemos, medirnos en “poder” con el Estado y quizás paralizar la ciudad, pero esperando una respuesta con más fuerza y dolor? Ninguna de las dos parece ser la opción.
Históricamente numerosos sectores organizados intentaron hacerse de diferentes herramientas para la resistencia y no funcionaron. Murieron, desaparecieron o creyendo encontrar en alguna promesa política electoral el camino, se esfumaron desmovilizados.
Pensamos que tal vez, la mirada desde la que estamos enfocando debería ser diferente, que necesitamos realizar otra genealogía de la historia y de la política, a ver si podemos pensar en construcciones distintas. En este sentido, desde la sección en particular venimos insistiendo en compartir análisis e investigaciones que han realizado mujeres que desandan la historia desde lugares poco conocidos. Al decir de Silvia Federici: “La historia es escrita por los vencedores, y hay muchas historias que han sido destruidas”.
Hilos violetas para el tejido
“La rebeldía de las mujeres se sancionó como de ‘malas mujeres’,
mientras que los trabajadores rebeldes son ‘revolucionarios’”.
Silvia Federici
Insistimos en la necesidad de reflexionar sobre los momentos con “lentes violetas”, preguntándonos ¿cuáles son las particularidades de quienes están siendo atravesados por estas violencias? ¿cómo las vive cada cual? ¿cómo se vive en colectivo, en manada, por organización? No estamos desviando la mirada, intentando evitar pensar “los sujetos políticos”, estamos diciendo que mirar la construcción política desde los lugares hegemónicos que se viene observando -por ejemplo pensar que existe un solo “tipo” de sujeto que vive por igual los embates de la violencia- tal vez no nos ayude a pensar construcciones diferentes, otras respuestas.
Nos parece importante recuperar algunas de las observaciones compartidas por Raquel Gutiérrez, a propósito del pasado 8 de marzo, que es algo que también sucedió este año y que creemos importante incluir dentro de la genealogía política del país. No sólo se rememoró el día de las mujeres luchadoras, sino que se convocó a un Paro Internacional del cual participaron mujeres de más de 50 países. Gutiérrez realizó un análisis centrado en el Conosur, en las ciudades de Montevideo y Buenos Aires, y aunque no es generalizable, sí creemos que algunas de sus ideas pueden servir al menos para pensar desde otra clave.
“Son al menos dos las vertientes donde se ha gestado el tiempo de rebelión que ahora habitamos. Por una parte, muchísimas mujeres desposeídas –o bajo amenaza de desposesión- de sus medios de existencia y ferozmente explotadas han protagonizado, casi siempre iniciando y algunas veces dirigiendo, una amplia gama de luchas que de modo general –y sin ningún afán de borrar las especificidades- han afirmado que son luchas `en defensa de la vida´”. Dentro de estas luchas, enumera la autora, se cuentan desde el avance de las mineras, la defensa del agua, el freno a las fumigaciones con glifosato, cultivos transgénicos, el cese de la destrucción del espacio público o común, los avances inmobiliarios.
“Este conjunto de constelaciones de luchas “en defensa de la vida” ha sido una escuela intensiva para muchísimas mujeres que se afanan para garantizar la reproducción inmediata de la vida propia y de los suyos”, explicó Raquel Gutiérrez.
Las mujeres venimos luchando por nuestras libertades -a decidir sobre nuestros cuerpos, a maternar o no, a una sexualidad elegida- y por una vida digna -trabajo digno, reproducción de la vida como un trabajo, al desarrollo personal. Venimos luchando no solo por nosotras, sino también por otros y otras que están alrededor. Venimos luchando juntas. Nos venimos encontrando y reconociendo con otras, con las lesbianas, con las trans, las travestis. Con las viejas, con las adolescentes, con las del barrio, o las de la universidad.
Dice Raquel Gutiérrez: “En los últimos años, así como hemos visto desplegarse el arcoiris de luchas en defensa de la vida protagonizadas –y a veces encabezadas- por miles de mujeres, también hemos visto surgir centenares de grupos de mujeres jóvenes que volvieron a reunirse para nombrar sus malestares compartidos habilitando “espacios de mujeres” de todo tipo. Estos “espacios de mujeres” han rehabilitado lentamente la radical práctica crítica del feminismo rebelde de hace décadas: el “entre mujeres”.
Y aclara que “el entre mujeres consiste, básicamente, en la práctica cotidiana e intencional de generar vínculos de confianza entre mujeres diversas para generarnos fuerza y claridad, unas a otras,a fin de impugnar las mil formas de violencia y negación a través de las cuales se ejerce la dominación patriarcal cotidianamente en espacios privados y públicos”.
El entre mujeres como una práctica política que en el proceso de escucharnos y encontrarnos con otra, nos hace comprendernos y entender el malestar que sentimos (siempre distinto y siempre similar), “que se origina en la violenta negación que hace de nosotras un mundo organizado en torno a una racionalidad masculino dominante que estructura el orden económico como negación del mundo de la reproducción de la vida y la vida política como práctica de representación”. Ese modo de construir política, partiendo desde los cuerpos y los sentires de cada una, en diferentes puntos de América Latina “ha producido la energía suficiente para echar a andar la insurrección”. Es decir, ha potenciado la creatividad y la gestación política.
“La violencia generalizada, la agresividad brutal del capitalismo y su racionalidad masculina-dominante, la ira y el afán de poder descontrolado de algunos varones que asesinan mujeres y destruyen sus cuerpos, las distintas clases de “pacto masculino” que garantiza impunidad a la agresión –desde la más “ligera” hasta la desaparición y el feminicidio- han operado, en esta ocasión, como catalizador de toda esa energía producida en la lucha cotidiana, en la autoconciencia y en los vínculos de confianza revitalizados entre mujeres”, como dice Gutiérrez Aguilar.
Quizás los lentes violetas puedan servir de guía para recuperar las historias de luchas de otras, no contadas, más también como aire renovador que permite pensar que otra construcción política es posible y está siendo. Se están tejiendo hilos violetas: organizaciones pequeñas y grandes a lo largo y ancho del continente, y del mundo. Tejidos en los que nacen transformaciones, y en los que en ciertos momentos anudan tanta energía, movilizan tantas estructuras anquilosadas, que también hacen temblar la tierra. Ya tenemos el #8M como un digno ejemplo.
*Por Redacción La tinta.