Luz, cámara… ¡liberación!

Luz, cámara… ¡liberación!
8 septiembre, 2017 por Redacción La tinta

El cine es otro espacio que tiende a reforzar los estereotipos de género. Relatando historias repetidas hasta el cansancio, con los mismos roles establecidos e invisibilizando múltiples relatos posibles de ser contados (y vividos). Recomendamos tests para pensar películas y hacer otros recorridos audiovisuales.

Por Redacción La tinta

Alemania, alguna calle, una parada de autobús. Una voz que recrea el íntimo discurrir de los pensamientos de una mujer. La edad de votación, los gobernantes, las actitudes y estéticas masculinas. Una cámara subjetiva ordena casi completamente lo que veremos, a partir de su mirada. Él cruza la calle con seguridad, lo vemos porque ella lo ve. La mira, la mide, se mide con un tercero. “Los hombres son como machos cabríos”. Poco más de cuatro minutos de cine donde se trastocan los preceptos básicos del lugar de la mujer en gran parte del séptimo arte. No se ve tan seguido. Gracias Helke Sander.
(Sobre cortometraje Subjetividad, Helke Sander, 1966)

Que el cine sigue reforzando los estereotipos de género. Que sigue vendiendo a la mujer callada, servidora romántica, accesorio sin nombre, con cuerpo fetichizado playboy. Que además de los personajes, la mirada desde la que se narra es heteropatriarcal y falocéntrica. Que los cambios en el cine independiente son tímidos al respecto. Que en la industria de la pantalla grande el trabajo realizado por mujeres es mínimo. Que una de las principales reivindicaciones de las mujeres nucleadas en torno al cine (en casi cualquier parte del mundo) es la demanda por la distribución equitativa de los roles. Poco más, poco menos, a todo esto lo sabemos.

No son nuevos los problemas, ni nuevas las críticas. En la década del 60 algunas directoras se propusieron poner de manifiesto cómo el cine era vehículo de las ideas normativas heteropatriarcales. Surgieron publicaciones al respecto, se analizaron y criticaron las producciones de la época, intentando desmenuzar el lenguaje cinematográfico, pensando en invertir su sentido limitado y restringido. Hubieron quienes, como Helke Sander, se abocaron a la realización de un cine feminista, fuertemente implicado, en sus inicios, con un activismo político. Algunas veían al cine burgués como un objetivo a destruir, otras desarrollaron métodos para la realización alternativa, una suerte de contra-cine feminista.

Una de ellas fue Laura Mulvey, quien escribió un breve ensayo llamado “Placer Visual y Cine Narrativo” (Screen, 1973), donde afirma: “En un mundo ordenado por la desigualdad sexual, el placer de mirar se encuentra dividido entre activo/masculino y pasivo/femenino. La mirada masculina determinante proyecta sus fantasías sobre la figura femenina que se organiza de acuerdo con aquélla. En su tradicional papel exhibicionista las mujeres son a la vez miradas y exhibidas, con su apariencia fuertemente cosificada para causar un fuerte impacto visual y erótico”.

Es interesante ver, cuando se afina el ojo, cuánto de la clásica división sexual del trabajo entre pasivo/activo se manifiesta en las narrativas. Cuánto de la mirada masculina se despliega y nos conmueve. Cuánto se ordena en los cánones androcétricos. Cuánto las mujeres aparecemos como complemento que genera sentimientos y mueve las acciones del masculino heroico.


A propósito de esto, hay algunos test que se crearon como suerte de medición, evaluando si estas producciones culturales profundizan o no la brecha de género. Tan naturalizado y amaestrado tenemos el ojo, la mente y el sentir, que seguro podemos sorprendernos de algunos de los resultados.


El primer test se llama El principio de la Pitufina, y pone de relieve a esas películas donde sólo aparece un personaje femenino, siempre como contrapunto de los masculinos.

Por otro lado, El test de la lámpara sexy postula que en la mayoría de los films, los personajes de mujeres pueden ser sustituidos por lámparas sin que el desarrollo narrativo se vea trastocado. ¿Cómo vamos? Hasta acá se me ocurrieron varias películas, tal vez más ligadas a la gran industria, aunque Super8 (2011, J. J. Abrahams), y algunos clásicos como Trainspotting (1997, Danny Boyle) o El club de la Pelea (1999, David Fichner) se me quedaron en el camino.

El tercero es tal vez el que más se mete en los recovecos cinematográficos de lo independiente, alternativo, crítico: El test de Bechdel/Wallace. En 1985 Alison Bechdel y Liz Wallace crearon un método para evaluar si el guión de cualquier tipo de representación artística, cumple con los mínimos estándares para evitar la brecha de género. Así, con tres sencillas preguntas podemos agarrarnos la cabeza por ese director que tanto nos conmueve, o esa película que tanto hemos recomendado:

-¿Hay dos o más mujeres (o personajes femeninos) con nombres?
-¿Las mujeres hablan entre sí?
-¿Las mujeres hablan entre ellas de algo que no sea un hombre?

Un torrente de películas pasaron por mi cabeza. Volví a ver fragmentos, temiendo decepciones… ¿es verdad que en Persépolis (2007, Vicent Paronnaud y Majane Satrapi) la mamá y la abuela no tienen nombre? Sin embargo, podemos sonreír en la sorpresa de encontrar las que sí, las que nos emocionaron, y que pese a que, seguramente, sus directoras ni se lo plantearon, ahí están, respondiendo afirmativamente las tres preguntas.

Algunos ejemplos, que además de pasar el test, nos encantan, y les recomendamos para este fin de semana:

1-Nosotras Ellas (2015, Julia Pesce). Además de que todos los personajes son femeninos, hablan entre sí, y casi nunca de hombres, esta película nos sumerge al universo de las mujeres corridas del estereotipo de género, y desde una relación entre el cuerpo y la imagen muy interesante.

2- Talentos Ocultos/ Hidden figures (2016, Theodore Melfi y escrita por Melfi y Allison Schroeder). Las protagonistas son tres mujeres científicas afrodescendientes. Además de contar la poco conocida historia sobre los aportes que realizaron a la Nasa, que permitieron que se diera la primera órbita completa a la tierra; relata vicisitudes de todas las luchas que daban en aquel momento: en relación a la maternidad, el divorcio, el reconocimiento científico, las divisiones entre blancos y afrodescendientes, en Estados Unidos. Quizás un punto en contra es el relato hollywodense pero asimismo recomendamos este documental ficcionado.

3-Starlet (2012, Sean Baker). Es una hermosa película que recrea una amistad entre Jane, una mujer muy joven, y Sadie, de 85 años. Además de responder afirmativamente las preguntas de Bechdel/Wallace, explora con mucho cuidado el mundo de las actrices porno. Un plus: Sean Baker estrenó en 2015 la película Tangerine, filmada con iPhone, que narra la historia de una trabajadora sexual transgénero quien descubre que su novio y proxeneta la engaña con una mujer.

4- Las Sufragistas (2015, Sarah Gavron y con guión de Abi Morgan). Es una película basada en hechos reales, que comparte la historia del movimiento de mujeres que luchó por el voto femenino antes de la primera Guerra Mundial en Inglaterra. Se centra en la historia de vida de Maud, trabajadora desde niña en una lavandería industrial, quien a pesar de su reticencia a todo tipo de participación, se interroga sobre los derechos de las mujeres y el sentido de la vida después de reflexionar sobre su historia de vida y la solidaridad brindada por otras mujeres. Sensible y emotiva.

¡Buen fin de semana de películas!

*Por Redacción La tinta.

Palabras claves: Cine, feminismo, Nosotras. Ellas

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