Tras la cuarta reja
Publicado en Vove
Vivimos bombardeados de imágenes
Todo el tiempo, en todos los lugares, millones de dispositivos captan millones de situaciones de la vida cotidiana: teléfonos celulares cada vez más sofisticados que toman fotos y videos de altísima calidad; cámaras de seguridad que vigilan la vida de los ciudadanos cada vez con mayor definición y obsesión; cámaras fotográficas de todos los modelos y precios, que apuntan sus lentes sobre deportes, vida familiar, edificios, paisajes, personajes de la política y el frívolo mundo de la moda. Cada vez hay más fotos, computadoras y servidores de datos repletos de píxeles que representan imágenes.
Sin embargo, año tras año sabemos menos de nuestro mundo. La especialización de la vida laboral nos hace ser menos amplios en nuestros intereses y conocimientos. La vida de los que no entran en nuestro círculo social nos es ajena. Nos volvemos más egoístas y más ignorantes de los signos que nos muestra la naturaleza: mientras los animales huyen tierra adentro alertados por su olfato, miles de turistas van hacia la playa minutos antes de un tsunami. A pesar de la velocidad de nuestros medios de transporte, cada vez conocemos menos nuestro mundo.
Unos pocos se salen de esa lógica y van en busca de lo desconocido, de lo políticamente incorrecto, de lo doloroso y arriesgado. Hay que meterse en un túnel largo y oscuro para desembocar en una cárcel de la provincia de Tucumán, quedarse días y días conviviendo con esa realidad.
Eso es lo que hizo Pablo Toranzo con su cámara. Si las cámaras pudieran decir algo de su oficio, la de Pablo estaría satisfecha: fue la herramienta que le permitió plasmar un mundo que tratamos de esquivar con excusas banales.
Estas son fotos de un lugar terrible, asfixiante y cruel. Pero está retratado con humanismo. Pablo no nos ahorra, en sus imágenes, la tragedia, pero tampoco se regodea en ella. Con estas fotos tomamos conciencia, un grado de reflexión que nos falta cuando, ante un hecho de delincuencia atroz, decimos livianamente que ojalá ese chorro se pudra en la cárcel. Entonces, deseamos lo que de hecho ya ocurre.
Esta es la atmósfera que captó Pablo. Sus fotos son un cachetazo a la sociedad que anda perdida entre tanta imagen superficial.
*Texto: Eduardo Longoni / Fotografías: Pablo Toranzo