Con Brian, siga el baile, siga el baile

Con Brian, siga el baile, siga el baile
9 agosto, 2017 por Redacción La tinta

La vida de Brian Sarmiento pasó de 0 a 100 en solo seis meses. Recién a los 27 años dejó de deambular por clubes locales e internacionales sin penas ni glorias. Empezó a jugar, a grabar videos a las redes y se convirtió en un fenómeno viral. Los medios festejaron. Cada mensaje en Instagram se tradujo en una nota «ganchera». Es el personaje ideal para ser exprimido por la prensa deportiva y del espectáculo, dos áreas que cada vez mezclan más sus contenidos.

Por Mariano Verrina para Revista NAN

Agosto de 2016. Dani Alves juega su primer partido en la Juventus. En Londres y en un amistoso frente al West Ham el equipo italiano gana 3-2 con goles de Dybala, Mandzukic y Zaza. El lateral brasileño deja atrás una brillante etapa en Barcelona y asume un nuevo desafío ante la mirada de reojo del mundo futbolero que no podía entender cómo el club catalán dejaba ir a uno de los principales socios de Lionel Messi. Alves explica su parte tras el debut: “Creo que las personas tenemos que salir de nuestra zona de confort. Por eso ahora he dejado una posición cómoda. El Barsa es un club increíble, pero allí estaba en una posición demasiado cómoda. Lo que me mueve son los desafíos y luchar para hacer historia en otro lugar”. Con la Juve fue campeón del torneo italiano, eliminó a Barcelona en la Liga de Campeones y volvió a ser una figura determinante de la selección brasileña.

Agosto de 2016. Brian Sarmiento usa la camiseta número 22 de Banfield. Tiene el pelo aplastado y ningún slogan marketinero. Su cuenta de Twitter acusa poco más de mil seguidores. Juega seis partidos como titular de los 14 de su equipo en el primer semestre de la temporada. No metió ningún gol.

Hoy, a menos de un año, Dani Alves le manda un video a Brian Sarmiento vía Instagram. Lo felicita, lo arenga a seguir por su camino, lo saluda. Lo conoce. “Que tu canción sea un éxito. Tamo’activo, papá. Es un placer hablar contigo. No lo olvides: tamo’activo, papi”, le dice a la cámara del celular que él mismo sostiene.

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Brian Sarmiento tiene 27 años y recién en 2017 logró dejar su huella en el fútbol argentino. Nació en Rosario, lugar al que ahora vuelve para jugar en Newell’s, el club de sus amores. Pero le costó mucho encontrar un equipo donde consolidarse. Hizo inferiores en Estudiantes pero nunca llegó a Primera. Fue a probar suerte al Sevilla pero no jugó ningún partido. Luego siguió buscando un espacio en España: pasó por el Xerez (2008/2009), el Girona (2009/2010) y el Salamanca (2010/2011). En Europa conoció a quien sería la madre de sus dos hijas.

Volvió a Argentina y dio el salto a Racing, pero apenas jugó cinco partidos. Probó suerte en Arsenal y en All Boys. Viajó a Brasil para jugar a préstamo en el Ponte Preta, más tarde hizo escala en Quilmes y de ahí rebotó a Perú donde por fin logró continuidad en el Real Garcilaso: 39 partidos y ocho goles. Su mejor marca.

En 2016 le llegó la chance de pasar a Banfield. Y fue de menor a mayor. Sin lugar entre los titulares, sumaba pocos minutos y no lograba demostrar un salto de calidad que lo metiera entre los once. Fue la salida conflictiva de Walter Erviti a Independiente la que le allanó el camino. De ahí en más,  de febrero a julio de 2017, pasó de 0 a 100. Le dieron la 10. Empezó a jugar. Empezó a grabar videos en el vestuario. Empezó a tener repercusión en Youtube. Empezó a generar roces con sus rivales. Empezó a hacerse famoso .

 

En la previa a un partido de viernes por la noche ante Atlético en Tucumán, cientos de fanáticos fueron hasta el hotel en el que se concentraba Banfield a pedirle un autógrafo o intentar conseguir una foto con su ídolo.

Los medios le abrieron los brazos de par en par. Cada mensaje en Instagram se tradujo en una nota “ganchera” de esas que llenan los portales. Sus seguidores lo conocen más por las redes sociales que por lo que hace en la cancha.

Y la bola de nieve fue creciendo. Armó una banda de cumbia llamada “Los Turros”, transformó en hashtag su slogan “Tamo’activo” que más tarde sería parte de su merchandising de gorras y remeras.

Sarmiento vive arriba de un samba en movimiento. Es el mejor ejemplo de la vorágine en la que se mueve el fútbol argentino por estos días. Va, hace su juego y la rompe en el Bailando por un sueño de Marcelo Tinelli. Es el personaje ideal para ser exprimido por la prensa deportiva y del espectáculo, dos áreas que cada vez mezclan más sus contenidos. Y también es el ideal para ser descartado cuando no les sirva más, cuando aparezca un nuevo juguete para entretener, cuando su rendimiento encuentre fecha de vencimiento y el hoy festejado “Tamo’activo” se convierte en el “Yo no fui” de Bart Simpson.

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El caso de Ricardo Centurión fue el mejor ejemplo de cómo los medios pueden manipular y usar al personaje midiendo siempre hasta dónde tirar de la cuerda y qué teclas tocar para hacer ruido.  Se criticaron con mucha más firmeza sus salidas nocturnas que la grave denuncia por violencia de género realizada por su expareja . Fue el chico de la tapa del Boca campeón sin tapujos pero en cambio resultó imperdonable su presunto daño a la imagen del club al protagonizar un incidente en un boliche horas antes de firmar un contrato millonario.

La vara de la moral en gran parte del periodismo deportivo argentino se mueve con la hipocresía y la impunidad de quienes manejan el poder y no lo van a perder. Porque el diario deportivo puede sumarse a la consigna “Ni una menos” en su portada y promocionar a una “hincha” en ropa interior en su contratapa. Siga, siga.

En este escenario plagado de monigotes funcionales, Brian Sarmiento llega a Rosario. Con la camiseta de Newell’s puesta y mensajes ahumados de esos que seducen a los hinchas. En Rosario, posiblemente el peor recorte de la intolerancia futbolera entre dos hinchadas. El lugar en el que todo se mira con lupa y cada paso debe darse con cuidado para no herir susceptibilidades. Ahí donde el samba funciona a velocidad máxima.

Por Mariano Verrina para Revista NAN

Palabras claves: Brian Sarmiento, Marcelo Tinelli, Periodismo

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