El femicidio será televisado

El femicidio será televisado
25 agosto, 2017 por Redacción La tinta

Por Silvana Aiudi para Panamá

Cuando Charles Perrault recogió de la tradición oral “Barba Azul” y “Caperucita roja” en 1695, nunca imaginó, como tampoco la sociedad de ese momento, que la construcción de la realidad de esos relatos folklóricos se mantendría idéntica para representar un imaginario del siglo XXI. Los cuentos de Perrault tenían un doble destinatario, los integrantes de la corte de Versalles y los niños, inaugurando no sólo los relatos escritos para ese público sino también aquello que aún ocurre en la actualidad: la educación moral a través de la palabra. Más tarde, Gustave Doré incorporó la imagen por medio de sus dibujos y, aunque no eran dirigidos a un público infantil, la enseñanza se mantenía intacta.

Tanto en “Barba Azul” como en “Caperucita Roja”, las mujeres son castigadas siguiendo un patrón en común: son niñas o adolescentes deseables que, pareciera ser, merecen la muerte. En el primer cuento, el personaje es un hombre de clase alta que se casa con mujeres nobles pero empobrecidas por su situación. Estas chicas, debido a su belleza y su virtud, logran conquistar a Barba Azul y se arriesgan a irse a vivir con él sabiendo que el sujeto es un asesino serial. Al irse al castillo, luego del casamiento, Barba Azul les prohíbe entrar en una habitación, pero la desobediencia de las mujeres hace que sean protagonistas, responsables y culpables de su muerte.

Algo parecido ocurre con Caperucita Roja, esa niña que todos conocemos, pequeña burguesa habitante de una aldea que, por desobedecer, es devorada por un lobo feroz, pero antes se ha desvestido y entrado en la cama con él. Con el avanzar del tiempo, los Hermanos Grimm le agregan a este relato los consejos de la madre con lo cual se refuerza la enseñanza de que la niña se merece lo que le pasa por desobediente.

Como se podrá notar, cuando hablamos en la actualidad de castigos y culpabilidad en la construcción de niñas y adolescentes, nada es nuevo. Solamente alcanza con recordar algunos de los casos más conocidos y mediáticos de femicidio para darnos cuenta: Candela Rodriguez, de once años a quien encontraron muerta cerca de su casa en Hurlingham; Melina Romero, la adolescente de 17 años asesinada y tirada a un arroyo cerca de José León Suárez; Lola Chomnalez, de 15, años hallada muerta en las proximidades del balneario de Aguas Dulces; y Ángeles Rawson, de 16, encontrada en una bolsa en la Creamse. Como los antiguos grabados de Gustave Doré, algunos medios divulgan imágenes que muestran niñas o adolescentes lindas y atractivas. Los titulares de los diarios y los noticieros intentan ser los nuevos “educadores” de la sociedad por medio de la palabra y la imagen rebrotando la responsabilidad que tienen las mujeres por su asesinato.


Cuando estalló en los medios el caso de Daiana García, la noticia sobre su desaparición se disputaba entre estereotipos de sexismo, los peligros de las jóvenes bellas y las redes sociales, la tal vez mentira y desobediencia de las adolescentes, la inseguridad. La gente comentaba los post de los diarios y los enunciados iban entre insultos para el asesino, reclamos de seguridad, pena de muerte, que me robaron y que los chorros entran por una puerta y salen por la otra, que pobrecita, que se joda por vestirse así, que si fuera gorda y fea esto no le pasaba. Las matrices ideológicas en torno al estereotipo de una adolescente desaparecida permeaban los argumentos de culpabilidad y responsabilidad de la joven por su triste final.


Daiana García había salido el viernes para una entrevista de trabajo. Clarín lo enunciaba de la siguiente manera: “La chica de 19 años que el viernes salió de su casa, supuestamente para una entrevista laboral en Palermo”. Periodistas informaban sobre el caso desde la vereda de la casa en donde vivía Daiana y las conjeturas comenzaron a circular todo el fin de semana. El lunes, en el programa de Mariana Fabbiani, entrevistaron a un amigo de la víctima y su pedido de la muerte para el asesino y para todos los asesinos violadores de nuestro país, recorrió las pantallas, justificado y comprendido por la conductora en nombre de la bronca y la impotencia de ese genérico que es “la gente” que está cansada.

La comunicación telefónica con una amiga antes del asesinato no tardó en aparecer y su testimonio sería crucial: “Dijo que llegaba antes que yo porque iba en auto, como que tenía confirmado que la llevaban. Pero nunca me dijo con quién, nunca me tiró un nombre. Y a eso de las 21.20 se desconectó y ya no supe más nada. Yo sabía que ella tenía una entrevista laboral, pero no sabía cuándo era”, publicaba Clarín.

Una vez confirmado el crimen, los padres “que están divorciados y no tienen buena relación” sospecharon que la entrevista laboral había sido un engaño o que la chicha de 19 años les había mentido y había ido a un encuentro secreto: “Los padres mencionaron en la investigación que no le gustaban mucho algunas relaciones que la joven mantenía”(Clarín). Daiana García, al parecer, hija de padres divorciados y con problemas entre sí, qué chica puede salir de eso vio, solía estar con jóvenes que sus padres no aprobaban. Qué horror.

Finalmente, el supuesto asesino apareció muerto y en la tapa de Clarín del martes 18/03 se mostraba lo siguiente: “Creen que Daiana y el asesino se conocieron hace 9 meses en un boliche”. El presunto femicida de 38 años se había suicidado y, luego de sus últimas palabras registradas en un llamado que le había hecho a su padre, “Perdón por la cagada que me mandé”, la enseñanza para las mujeres se hizo presente en algunos medios que destacaron la frase en los titulares.


La narrativas mediáticas, entonces, dibujaron el perfil de Daiana y, una vez más, una mujer volvió a ser víctima del “se lo buscó”, ya sea por la vestimenta, ya sea por las fotos que la televisión y los diarios hicieron circular, ya sea por haberse confiado de alguien, ya sea por haber conocido a un hombre mayor que ella en un boliche, ya sea por la inocencia de su edad, como si aquellos cuentos del siglo XVII aún tuvieran vigencia en la construcción de la realidad. Según el modelo, Daiana se encuentra encasillada en el patrón del cual casi ninguna mujer parece escapar: “rapidita”, “linda”, “voluptuosa”, “provocativa”, “inocente”, “culpable”.


No pareciera asombrar, entonces, la caracterización de estas adolescentes desde ciertas ideologías como así tampoco el castigo frente a una determinada forma de desobediencia. Todos recordamos la aberrante descripción que realizó Clarín de Melina Romero: “Una fanática de los boliches que abandonó la secundaria”, “La vida de Melina Romero no tenía rumbo. Hija de padres separados, dejó de estudiar hace dos años y nunca trabajó”, “Mi hermana dejó de estudiar para dedicarse a la vagancia”, “le gustan las redes sociales y tiene cinco perfiles de facebook”, “Me dijo que era su cumpleaños y me invitó a ir a bailar a la noche con unos pibes que yo no conocía. Pero como el boliche es horrible, yo dije que no quería ir. Entonces se fue sola” “El mes pasado se fue tres días y después volvió. Ella también se junta con otros chicos que son más grandes, pero no del grupo de la plaza”, entre tantas otras frases que revelaban a una joven descontrolada y rebelde, sin contar el video que se divulgó en donde se la mostraba en una fiesta. Varias fueron las críticas que se hicieron por la cobertura, por llamarlo de alguna manera, del caso haciendo explícita la idea del “se lo buscó”. Un poco más de cuidado tuvieron con protagonistas de clase media como Lola Chomnalez o Ángeles Rawson a quienes las fotos mostraban como adolescentes bonitas, casi angelicales, pero responsables de su destino.

Como Daiana García, varias mujeres son víctimas de femicidio pero los medios más conservadores, con ideas del siglo XVII, se encargan de ponerlas en escena como protagonistas del castigo obvio, por no seguir los cánones establecidos y son colaboradores de un pensamiento hegemónico repitiendo el antiguo esquema de acción que se daba con Caperucita y las mujeres de Barba Azul: prohibición- transgresión- castigo.

Los medios de comunicación actúan en la producción de sentido y en la construcción de modelos y estereotipos sociales como mapa del mundo. No nos asombremos, entonces, cuando se escucha decir: “¿Viste cómo estaba vestida? ¿Para qué fue? ¿Para qué se subió al auto? Nadie va a una entrevista a esa hora. Se lo buscó por mentirle a los padres”, frases instituidas que parecen repetirse sin conciencia clara de lo que hay detrás, pues la hegemonía masculina y esos valores escondidos bajo una moral extremadamente artificial imponen, a través del discurso y la imagen, como los antiguos relatos folklóricos, que las mujeres piensen dos veces antes de vestirse, antes de arreglarse, antes de desobedecer o mentir como si ellas fueran las responsables de su propia muerte, responsables del femicidio.

Grabado-Gustavo-Dore-Barba-Azul

*Por Silvana Aiudi para Panamá / Imágenes: Grabados de Gustavo Doré.

Palabras claves: Femicidio, Medios de comunicación

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