Quise ser simpatizante de Deportivo Riestra
La final del torneo Reducido de la lejana B Metropolitana no generó, necesariamente, simpatía con Comunicaciones. Pero sí desarrolló en una parte amplia y visible de la sociedad un odio hacia el excéntrico Deportivo Riestra y, paradójicamente, un pedido del uso de la guillotina ¿De qué justicia deportiva hablamos? Cómo se explica que hinchas del interior hayan abrazado la causa de “Comu” olvidando, por ejemplo, que esos clubes “metropolitanos” gastan en nafta lo mismo que en un pantalón de entrenamiento. ¿Decir que los medios colonizaron –informativamente– el interior, es una exageración?
Por Anibal Abt para La tinta
Redacciones enteras que decían (se sacaban una selfie) esperar un gol de un equipo al que no habían visto ni cinco segundos jugar al fútbol, en un partido de cinco minutos. Los años previos, muchos de esos mismos periodistas deportivos se cansaron de decir -porque no había intereses en contrario- que un determinado equipo, al que observan con cautela y ojo cítrico, “no le hace un gol a nadie”.
Programas y suplementos deportivos del interior dedicándole valiosos espacios a una especie de odio. Selfies y memes condenando a un club. Había una “injusticia”. En ese contexto, pensé en que si podía elegir, sería hincha del Deportivo Riestra.
A veces, la mejor forma de explicar una autodefinición es como oposición. Por caso, al argentino “medio”, al que le dan una historia contada, desarrollada, con moño; escoge conceptos centrales -ya entrecomillados- y los repite para hacer cotizar su vida, sus relaciones. Será por unos días, hasta que haya otra historia que envalentone a quienes la cuentan y pueden influenciar.
En la redacción todos esperando el gol que nunca llegó… #Riestra #Comunicaciones pic.twitter.com/z2GfeTCn3O
— Marcelo Fiasche (@MarceFiasche) 3 de agosto de 2017
Ahora la final ya pasó, y una buena mayoría -cronistas incluidos- seguirá sin interesarse por saber siquiera dónde está la cancha de Comunicaciones, esa bandera que escogió como aliado para contraponer su odio.
Alejandro Dolina ya nos advirtió en alguna ocasión sobre periodistas deportivos, los que “no necesitan al deporte”. Definidos como “el paradigma actual”, se animó a decir, con argumentos y sin necesidad de husmear demasiado, que la gente “está interesada en ellos” (los periodistas) y no en los deportistas.
“A mí qué me importa cuando habla un jugador. Esa es la peor parte. Cuando habla un jugador yo cambio, porque además es muy aburrido. (…) Ahora juegan ellos, se disfrazan de jugadores, patean tiros libres. Se dieron cuenta que ya no necesitan al deporte” narró.
La AFA tuvo un proceso de un año de intervención por no cumplir reglamentos básicos (el de la FIFA, su casa madre, por caso) y el indignómetro no movió la tripa del amperímetro.
Alejandro Orfila, el hasta hace días ignoto entrenador de “Comu”, dijo sentirse parte de “la selección nacional” por la cantidad de señales de apoyo que recibió.
Deportivo Riestra, excéntrico por su particular gerenciador pero desconocido en su noción de intentar tener en buenas condiciones el césped de su cancha desde la lejana Primera D para “jugar la pelota al piso”, fue el destinatario de los dardos.
Cuando conviene, agrandar un departamento de dos ambientes cada área grande merece ser señalado con el dedo. Cuando también conviene, zagueros inquietando a delanteros con alfileres o el ofrecimiento de un bidón de dudoso líquido a un rival son parte de “el folclore”. Ver los intereses detrás de una situación no es tarea de quienes discuten en una mesa de café, claro está.
A la AFA a la que le reclaman correntinos, santiagueños, chubutenses, crespenses, calerenses y hasta algún haitiano que sea severo con las trampas del Deportivo Riestra, también tiene el centralista sistema de ascenso por el cual tanto Comunicaciones como Riestra recorren en toda la temporada la misma cantidad de kilómetros que en tres días hace Cipoletti (o Talleres, dos años atrás), para jugar sólo un partido por el Torneo Federal A.
Paradójicamente, se reclama justicia en un juego. El más bonito de todos, por eso genera lo que aquí narramos. Y pide justicia la misma sociedad cordobesa que ve como el pelo de Rosa Moreno se le llena de canas esperando una sentencia por el asesinato, gatillo fácil mediante, de su hijo David, de 13 años, el 19 de diciembre de 2001. ¡Tres lustros esperndo justicia! Y con total dignidad.
Me imaginé a riotercerenses, tal vez familiares o conocidos de alguna de las siete víctimas de la explosión de la Fábrica Militar, en 1995, hasta tal vez hayan pensado en salir a la calle con una camiseta de Comunicaciones. Mientras, después de la crónica de la final del Reducido de la B Metropolitana en la tele comentan que un tal Menxm va a apelar porque una Cámara de Casación quiere que se evalúen todos los condimentos de una causa en la que se investiga si de verdad hizo volar parte del pueblo para esconder que vendía armas a países a los que, por normativas de tratados internacionales, no podía.
Mientras tanto, la necesidad argenta de tomar una posición y limitar la lectura de otro punto de vista volvió a triunfar. Bajo la capa de la “justicia”, se escondieron tratamientos sesgados y omisiones. En ese preciso momento, quise ser simpatizante del Riestra.