Santucho, la memoria viva

Santucho, la memoria viva
20 julio, 2017 por Redacción La tinta

Por Pablo Cingolani

“Identificar claramente los amigos y los enemigos de las fuerzas populares
es un punto de partida indispensable para una política revolucionaria
Toda confusión, la confianza en los enemigos y el alejamiento de los amigos
constituyen un debilitamiento enorme para la clase obrera y el pueblo”

Sintetizar, en unas líneas, la trascendencia y personalidad de Mario Roberto Santucho, es una tarea ardua. Acaso sirva para facilitar esa labor, recordar lo que pensaban de él sus enemigos jurados –la burguesía, la oligarquía, el imperialismo- y anotar que ellos, sin vueltas, lo comparaban con el Che Guevara. No se equivocaban. La única diferencia con el más celebrado de todos los guerrilleros contemporáneos, tan argentino de cuna como el propio Roby, es que Santucho decidió declararles la guerra en su propia patria, en la República Argentina.

Esto convirtió al otrora comandante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), la más potente de las guerrillas guevaristas del continente, en un protagonista “maldito” de la historia argentina oficial, negado y ocultado por la misma, a pesar del hecho de que esa historia se funda y se forja en situaciones tan concretas y convincentes como la resistencia popular a las invasiones militares inglesas de 1806-1807 o la participación decidida de las montoneras del General Martín Miguel de Güemes en la Guerra de la Independencia contra la corona española. Esa tradición insurrecta fue heredada por una generación de jóvenes argentinos, entre los cuales descolló la figura de Santucho, de cuya muerte en combate se cumplen cuatro décadas [NdE: la entrevista es del año pasado].

A modo de justo homenaje y de reivindicación histórica de los valores y la actitud que impulsaron a Santucho y toda la militancia joven de esos años, es que entrevistamos a una de sus hijas, Marcela. Ella sigue empeñada en dos tareas fundamentales y encomiables: dar con los restos mortales de su padre, ocultados también hasta el presente, y difundir sus ideas, a través de la recopilación y publicación de su obra escrita.

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—El de 19 de julio de 1976, tu padre, moría en combate. Lo hizo enfrentando a la dictadura militar que el 24 de marzo de ese mismo año había dado el ilegal golpe de estado que puso en marcha el más ambicioso de los planes de recolonización de Argentina para ponerla al servicio de los intereses del capital y del imperialismo yanqui y sus socios civiles y oligárquicos locales. Representó a la vez, la escalada represiva más sangrienta y genocida que recuerde la historia argentina. ¿Cómo ves vos, a cuarenta años de sucedido, todos estos hechos?

—Si, se cumplen 40 años de la muerte de mi padre en combate. Para muchos de nosotros, me refiero a familiares, militantes, simpatizantes, jóvenes interesados en la lucha del PRT-ERP, de Montoneros y otras organizaciones, es como si el tiempo no hubiera pasado, como si sólo fueran cuatro meses…

¿Por qué decís eso tan contundente?

—Lo digo así porque el sistema de dominación sigue siendo el mismo, el 76 y ahora el 2016, y con las mismas insuficiencias e insensibilidad para responder a las necesidades de todos, como el derecho al trabajo digno, a la vivienda, a la cultura. Siguen también los mismos oligarcas, los mismos gobernantes, que venden la patria al imperialismo, a las multinacionales, que nos venden sus productos, manteniéndonos así –a nosotros los argentinos y a toda Latinoamérica-, en la dependencia industrial y tecnológica. Hoy, eso pasa en Argentina, en Brasil, en Chile, Perú, México y Colombia principalmente -menos en Bolivia y Venezuela. Nuestros países están siendo explotados por los países industrializados y lo hacen con toda la intención de mantener sus elevados niveles de vida y comodidades. Pienso también que el ejemplo de lucha que nos dejó la generación del 70 debe ser un guía para la liberación definitiva que nuestros pueblos tienen que alcanzar tarde o temprano.

—Contanos un poco tu historia personal… ¿Vos que edad tenías cuando murió Roby? ¿Cómo siguió tu vida y la de tus hermanas a partir de ese hecho luctuoso, tomando en cuenta también que tu mamá había sido asesinada en la Masacre de Trelew?

—Tenía 13 años y 9 cuando fue lo de Trelew. Mi hermana Ana, un año más y un año menos Gabriela, yo soy la del medio. Cuando la muerte de nuestra madre en la base naval de Trelew, estábamos viviendo con nuestra abuela paterna en Buenos Aires, ya que mi padre también estaba preso y luego fugado… pero cuando el volvió al país clandestinamente unos meses después, decidió que nosotras tres viviéramos en casas operativas, con los compañeros militantes que nos cuidaban y así lo podíamos ver más seguido, ya que él vivía ahí con nosotras aunque viajaba mucho por todo el país, además que nos teníamos que cambiar de casa seguido, por cuestiones de seguridad. Para mí esto fue mejor que vivir con mis abuelos, ya que todos los compañeros eran jóvenes, cordiales, alegres, se llevaban bien, hacían bromas, yo presentía el ambiente y el espíritu de la lucha por cambiar la sociedad para el bien de todos y la esperanza de un mundo mejor que estos jóvenes de aquella generación respiraban.

¿Qué otros recuerdos tenés de niña?

Como niña jugaba con los otros hijos de compañeros y nos sentíamos más libres de hacerlo, ya que ellos se reunían largas horas y nos llamaban para comer. Mi padre nos inculcaba la moral revolucionaria, así como sus compañeros, cada vez que podían. Fueron para mí mis mejores tres años de vida, hasta que en diciembre del 75 nos detienen en la casa de una tía, la viuda del hermano de mi padre, «Chicho», Oscar Asdrúbal, asesinado en el monte tucumano el 8 de octubre de ese mismo año, junto a Manuel Negrín. Con la muerte de mi padre, todo fue peor; nos asilamos en la embajada de Cuba en Buenos Aires, donde nos quedamos un año entero ya que recién nos dieron el salvoconducto necesario para salir del país, en diciembre del 76.

Y de tu vida en la isla, ¿Qué podés contarnos?

—Que llegamos a Cuba, donde ya estaban dos tutores del partido, con los que ya había vivido mi padre y su compañera Liliana Delfino en 1975, y que se ocupaban de Mario Antonio, que nació ese año, de la unión de ambos. Al poco tiempo nos enviaron a estudiar el secundario con becas en el campo, en escuelas que combinaban estudio y trabajo campesino, de agricultura, situadas en las afueras de La Habana, donde estábamos de sábado a sábado y el domingo volvíamos a la casa de los tutores.

Ésta no fue buena experiencia para mí, por eso me casé jovencita y terminé el secundario en una escuela normal en el barrio Miramar de La Habana, ya que el gobierno cubano nos había prestado una casa en ese barrio, a mis abuelos y a mi tía Blanca que vivía con ellos. Luego ellos tres se fueron a Suiza, viví en esa casa dos años más hasta que también me fui a Europa en 1985.

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¿Y cuando regresaste a la Argentina?

—Volví a la Argentina en 2008 cuando terminé la carrera de antropología en la Universidad de Ginebra. Ese mismo año publiqué el primer libro que titulé «Mi padre, el revolucionario místico», que terminaba con la masacre de Trelew de 1972. Lo presenté en las provincias del NOA y en Neuquén, además de Buenos Aires. De paso iba conociendo el país, ya que alquilaba casa y estaba buscando un lugar que me guste para instalarme, hasta que en 2011 me mudé a la sierras de Córdoba, que es donde vivo ahora. En 2010, publiqué otro libro: «Mario Roberto Santucho PRT ERP organizador del contrapoder» que va del 72 al 76. Ahora me faltan dos o tres tomos más de Escritos Políticos, para completar el legado de mi padre.

Escribías y viajabas por el país, ¿así te diste cuenta de la necesidad de publicar todos los escritos políticos de tu papá?

—Si, fue así. Cuando escribí los dos primeros libros, además de investigar y leer varios libros sobre el tema, entrevisté a ex militantes que fui conociendo en mis viajes de presentación y recopile más de 50 grabaciones. Así comencé a saber bastante de la lucha, de las acciones, de los congresos, de la prensa del PRT-ERP. Así nació la idea. Mi padre comenzó con el indigenismo, militó primero en el FRIP y los boletines que publicaron en los 60s no eran conocidos, pero aparecieron gracias a los compañeros periodistas que recopilaron todo o casi todo y pudieron ser escaneados junto con las Estrellas Rojas y los Combatientes [los periódicos oficiales del PRT-ERP], así que los fui ordenando por fechas y así salieron cronológicamente en el primer tomo.

—¿Existe todavía material desconocido escrito por Santucho que todavía no has encontrado?

—Sí. Hay revistas del secundario que quizás aún se puedan rescatar en Santiago del Estero. Mi padre escribió siempre y mucho, además de los editoriales de El Combatiente. Trato de reunir todo a pesar que él firmaba también con dos pseudónimos.

—Lo tuyo es realmente una tarea meritoria, y a la vez necesaria. Ahora, retomando lo que hablábamos al principio… Hay un consenso bastante amplio en torno al rechazo a los golpes y a las dictaduras militares pero no hay el mismo consenso en torno a quienes han resistido, armados incluso, a esas mismas dictaduras. ¿Por qué? ¿Vos crees que la llamada “teoría de los dos demonios”, impulsada por el ex presidente Alfonsín y que equiparaba a los militares con los guerrilleros, es la culpable de ello o es sólo el inicio de una especie de trampa anti-histórica donde se quiere ocultar o negar el rol de la guerrilla y de los guerrilleros en la historia argentina contemporánea?

—Pienso que la teoría de los dos demonios nació con Alfonsín, pero se acentuó con Menem en los ’90, y todo para engañar a la sociedad y borrar la moral altruista de los jóvenes que lucharon contra un poder mucho mayor, que era el estado oligárquico argentino, con todas sus fuerzas armadas, apoyado a su vez por la CIA y por las empresas y multinacionales que financiaron el genocidio cometido contra los 30.000 desaparecidos, jóvenes que militaron por un proyecto común, en contra de la corrupción, el desempleo, injusticias de toda clase, y que lucharon en tiempos del terrorismo de estado, que duró hasta 1983. 

En esa época, todos los días, secuestraban compañeros, los torturaban hasta asesinarlos en comisarías y cuarteles que se usaron como campos de concentración, adonde llegaban atados y con los ojos vendados tanto hombres como mujeres y ¡hasta familias con sus hijos o sus padres ancianos! 

Cuando se denunciaban detenciones o desapariciones, nunca había respuestas, y menos de la policía… los sobrevivientes son los que se exiliaron a tiempo y los que estaban presos en forma legal, “a disposición del P.E.N.” [Poder Ejecutivo Nacional].  Muy pocos salieron de los campos de exterminio como la ESMA y Campo de Mayo, fue una lucha totalmente abusiva y desigual, el enemigo tenia al aparato judicial, la prensa, la policía, las armas del estado, los hombres, torturadores entrenados por la CIA, y el miedo de la gente , que no sabía bien todo lo que pasaba al principio y que tampoco pudo intervenir y de esa culpa surgió la excusa del “por algo será”. Por eso creo que pensar hoy que eran los mismos “demonios”, los guerrilleros y los militares, es totalmente infundado, una gran difamación, más bien pienso que nuestros revolucionarios fueron ¡ángeles contra demonios!

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Me preocupan los jóvenes ya que existe como una especie de amputación de la historia, incluso dentro de las filas de lo que se conoce como progresismo. Por un lado, está todo el andamiaje de los derechos humanos, que echó a andar Carter en los 70s, mistificando y confundiendo los derechos colectivos de los pueblos, que era nuestra bandera. Por otro lado, existe como un deseo de olvidar, una amnesia que involucra a algunos sectores de la sociedad. Después, sigue pendiente la reivindicación histórica de las organizaciones populares armadas, las organizaciones político-militares, reivindicamos a los “desaparecidos”, reivindicamos a los organismos de derechos humanos, pero jamás terminamos de reivindicar de manera justa a los hombres y mujeres de carne y hueso que luchaban por la revolución y la liberación de la Argentina. ¿Qué opinas de esto? ¿Qué le decimos a los jóvenes que nacieron y crecieron en esta democracia de apariencias y de hipocresías y para colmo contaminada y manipulada por los medios de comunicación de masas?

—Pienso que la clase derechista, neoliberal, repudia esta generación que pregonaba la distribución de riquezas y de tierras para todos –también para los pueblos originarios. La derecha en el poder, mediante los medios de comunicación masivos, intencionalmente inventó esta teoría de los dos demonios y difamaron a sus víctimas; los 30 mil desaparecidos en Argentina, sin contar los presos políticos y los miles de exiliados. Quisieron borrar el recuerdo de esta generación del 70, quitándolos hasta de los programas de estudio del secundario, y difundiendo el “por algo será” o el “no te metas”, o “el silencio es salud”, una frase muy difundida esos años. 

Primero fue crear el miedo entre la población para que no denuncien los secuestros que se veían en la calle en pleno día, luego a los familiares de las víctimas -como sucedió en Tucumán-, donde cientos de asesinados no fueron jamás denunciados ante las autoridades por temor. Luego con Alfonsín, se juzgó a la junta militar, pero también se culpó a los jóvenes que dieron sus vidas, luchando en contra del fascismo en la Argentina. Pero no han logrado evitar que hoy muchos otros jóvenes investiguen la lucha de las organizaciones armadas, y sientan admiración y respeto por nuestros revolucionarios, que no lograron callar. 

Hoy muchos jóvenes saben que los medios hegemónicos mienten y leen en internet la contra información.

Roby formó parte de una generación que para algunos de nosotros es una generación heroica y para otros, es una generación inexistente, que quisieran borrar de los archivos históricos y condenarla al olvido. ¿Cómo hacemos para que la verdad prevalezca y se sepa lo que fue el sacrificio militante de miles de jóvenes argentinos que lo dieron todo por una Argentina más digna? ¿Cómo logramos que haya un mínimo de justicia, histórica y en el sentido más profundo del término, para con ellos?

—Vos bien dices antes que lo de los “derechos humanos” fue una “treta” ideada desde el gobierno de Carter, por el capitalismo, para callar los familiares de los desaparecidos, y por ende a los demás, indemnizarlos económicamente para callarlos y dejar a un lado la reivindicación de la lucha. Durante el gobierno kirchnerista, algo cambió: se los podía recordar, conmemorar las fechas, difundir sus ideales entre las nuevas generaciones, pero aunque hace poco se empezaron a cortar esas “libertades” del derecho a prensa. Pienso que los sobrevivientes debemos seguir escribiendo libros, artículos, memorias, y también sus hijos y seguidores y difundirlas por medio de internet, y de los medios progresistas que tenemos hoy.

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—No sé si en algún otro país del mundo sucedió una aberración jurídico-política semejante porque la “teoría de los dos demonios” es un castigo inaudito y demasiado cruel que sucede en democracia, así esta sea formal y liberal como es el caso argentino, contra aquellos hombres y mujeres que lo habían dado todo, habían ofrendado su vida para empezar, arriesgando familia, carreras profesionales, todo como decíamos, para alcanzar justamente eso: un régimen democrático. Es un contrasentido infinito, ¿vos que pensás?

—Es una aberración esta teoría que pone a nuestros jóvenes asesinados que ellos llaman “desaparecidos”, en el mismo nivel que militares armados hasta los dientes, impunes ya que nadie podía impedirles los secuestros, torturas, y miles de asesinatos que cometieron, capaces de torturar sanguinariamente y de violar y humillar a nuestras compañeras revolucionarias, jóvenes militantes que soñaban con una sociedad más justa y solidaria para sus hijos y las generaciones siguientes… pienso que es una mentira mas del capitalismo y una excusa para defender su accionar mediante el terrorismo de estado que tanto golpeó a nuestro país.

Esa negación a la historia verdadera, a la historia real, oculta, a su vez, la intención de escribir, de imponer, de intentar implantar otra historia, donde los héroes son otros. Esa historia real tenía que ver con la radicalización de la clase trabajadora y el surgimiento de las OPMs, las Organizaciones Político-Militares, y su aporte a la construcción de un país diferente al que tenemos y padecemos. ¿Cuál es tu visión al respecto?

—Si, efectivamente, hay una opinión histórica falsa y otra verdadera. 

La verdadera la conocemos por los sobrevivientes, los familiares, los militantes, los simpatizantes que la recuerdan y que la escucharon de sus compañeros asesinados, y la falsa es la que inventaron los enemigos del guevarismo, del socialismo, o de una sociedad igualitaria, si queremos llamarle así, ya que hoy hasta la palabra socialismo toma una connotación peyorativa, después que comunista se convirtió en un insulto en las películas de Hollywood… en fin, tampoco se sabe mucho del programa del PRT-ERP.

Ese programa significaba trabajo para todos, que las fuentes de trabajo surjan con la industrialización del país, control de exportaciones para que no sean mayores que las importaciones, reforma agraria de las tierras agrícolas, repartición de las tierras a los campesinos, a los pueblos originarios, nacionalización de la minería, viviendas construidas en grupos hasta que finalmente cada trabajador del grupo tenga su propia casa, pluralidad de voces; dar voz en los medios, radio, TV, periódicos, a la juventud, a los militantes barriales, a los representantes de comunidades indígenas, solidaridad entre los ciudadanos, ante cualquier persona que no pueda alimentarse, terminando con los excluidos y las personas que viven en la calle. Prohibición de la prostitución y los juegos de azar, educación pública de nivel para todos en primaria, secundaria y universidad estatal y salud gratuita para todos los ciudadanos, entre las principales medidas. 

Creo que si se conociese que los guerrilleros peleaban por eso, la percepción y la memoria histórica cambiarían.

Para conocer más a Santucho

Es preciso anotar una serie de datos para hacer más comprensible esta entrevista, valorándola en su también dimensión histórica.

Mario Roberto Santucho nació en el seno de una familia vasta y muy conocida en una de las provincia más pobres de la Argentina: Santiago del Estero, ubicada en el NOA, el Noroeste Argentino, la “Argentina Andina” como la llamaba Kusch, y que, a su vez, es considerada el límite sur del “quechuísmo”, de la cultura y el idioma quechua.

Ese Santiago del Estero influyó de manera decisiva en el primer impulso político de los Santucho, ya que uno de sus hermanos, Francisco René, fundó el FRIP, Frente Revolucionario Indoamericano Popular, en el pionero año de 1960.

Este encuadramiento político, desde el nacionalismo de izquierda con anclajes en el indigenismo, llegaba también por influencia de las lecturas de los peruanos Mariátegui y Haya de la Torre. Con el tiempo, Roby y otros militantes, ya declaradamente marxistas, fundarían el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) y su brazo armando, el ERP, guevarista, dejando atrás a sus ex aliados trotskistas, renuentes a la lucha armada.

Santiago del Estero es también limítrofe con otra provincia estratégica en la vida de Roby: Tucumán, donde en 1816, se había declarado la Independencia argentina. La industria azucarera marcaba a fuego la economía semifeudal de esta provincia a mediados del siglo XX, y allí Santucho hizo sus primeras armas como partícipe de la vida y de la lucha sindical.

En los años 70s, en pleno auge de las acciones armadas, fue en Tucumán donde el ERP se lanzó a la guerrilla rural, instalándose en las selvas situadas entre los poblados cañeros y las montañas del Aconquija. Como cuenta Marcela, en esas circunstancias, murió otro de los hermanos Santucho. La represión a la guerrilla en el monte tucumano a cargo del ejército argentino fue terrible y despiadada, incluyendo acciones contrainsurgentes como las “aldeas modelo” y la tierra arrasada y el uso de napalm que la CIA también pondría en práctica en Guatemala y en Vietnam.

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La esposa de Santucho y madre de Marcela y sus dos hermanas fue Ana María Villareal, la “Sayo”, nacida en Salta, otra de las provincias emblemáticas del NOA, y titulada como licenciada en artes plásticas. Cuando a fines de la década del 60, en medio de una radicalización de la lucha obrera contra la dictadura, que incluyó la rebelión popular conocida como “El Cordobazo” –que tomó por tres días la segunda ciudad del país- y el comienzo del auge guerrillero, ella y decenas de otros combatientes fueron detenidos y trasladados a la cárcel de máxima seguridad de Rawson, en la Patagonia, un recinto de reclusión que se creía inexpugnable.

Una de las acciones más conocidas de la insurgencia argentina fue la fuga de los máximos líderes de las OPMs de ese penal, incluyendo entre ellos al propio Roby. Un grupo de jóvenes, donde estaba la Sayo, no pudieron lograr ese cometido y fueron nuevamente apresados pero, esta vez, fueron conducidos a la base naval de Trelew, donde el 22 de agosto de 1972, 16 de ellos fueron asesinados a sangre fría por los marinos. Este hecho luctuoso es lo que pasó a la historia como “la masacre de Trelew”. Recién en octubre de 2012, en un juicio histórico, algunos de los responsables militares de la misma fueron condenados a cadena perpetua e inhabilitación absoluta. Sentó un importante precedente ya que probó que el terrorismo de estado en Argentina no empezó en 1976, sino años antes. La Sayo y los otros quince compañeros fusilados pudieron, al fin, descansar en paz.

*Por Pablo Cingolani para Le Monde Diplomatique Bolivia. Nota publicada en Izquierdos Humanos.

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Palabras claves: Dictadura Cívico-Militar, ERP, guevarismo, Mario Roberto Santucho, PRT

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