Brasil y las consecuencias del capitalismo mafioso

Brasil y las consecuencias del capitalismo mafioso
29 mayo, 2017 por Redacción La tinta

Miles de personas se manifestaron en las principales ciudades de Brasil luego que uno de los mayores emporios económicos denunciara a Michel Temer por el pago de coimas para proteger a su aliado político Eduardo Cunha en la causa Lava Jato. Mientras, Temer desafía: “No voy a renunciar. Si quieren, que me derriben”. El investigador Raúl Zibechi analiza en esta entrevista algunos de los principales ejes de la crisis política brasilera: corrupción, medios, empresas, PT, Odebretch y las consecuencias de lo que llama “capitalismo mafioso”.

La vaca

La crisis social y política en Brasil sigue creciendo mientras se suceden paros generales y movilizaciones en las principales ciudades del país, donde sólo el 5 por ciento de la población apoya a Michel Temer, el político que llegó a la presidencia luego del golpe a Dilma Rousseff. En la última semana Temer quedó envuelto en un escándalo de corrupción luego que el empresario Joesly Batista, dueño del emporio JBS, lo denunciara ante el Supremo Tribunal Federal por avalar el pago de coimas para comprar el silencio de su aliado político, Eduardo Cunha, preso por su participación en la causa Lava Jato. El caso tomó estado público tras la difusión de un audio por parte del monopolio O´Globo. El Fiscal General de la República, Rodrigo Janot, acusó formalmente a Temer y al excandidato presidencia Aecio Neves (su cómplice en la destitución a Rousseff) por corrupción y asociación ilícita.

“No voy a renunciar. Si quieren, que me derriben”, fue la provocativa respuesta de Temer. Mientras en las calles se repite el “Fuera Temer” al son del pedido de elecciones directas, la Orden de Abogados de Brasil se sumó al repudio pidiendo el juicio político.

En diálogo con lavaca, el periodista e investigador Raúl Zibechi analiza el convulsionado presente brasileño. Zibechi -autor de Brasil. ¿El nuevo imperialismo?– explica que parte de la esencia del actual conflicto puede entenderse a partir de dos lógicas: que las grandes empresas de Brasil crecieron a bases de préstamos del Estado; y la corrupción de gobiernos y empresas con la obra pública.

¿Cómo se entiende lo que está ocurriendo hoy?

Hay una tendencia a la descomposición masiva en Brasil: la gente está quebrada. Y eso es un elemento. Otro elemento es que Temer va a resistir: aunque parezca mentira, tiene base parlamentaria.

Esta última ola de corrupción comienza con el gobierno de Lula, que tenía la política de seleccionar algunas grandes empresas brasileñas –del estilo de Techint-, meterles mucha plata y lanzarlas a competir en el mercado global, porque la idea era que teniendo muchas multinacionales como tienen los chinos se puede llevar al país al nivel de potencia global. Lo que está pasando ahora es que el proyecto de Brasil potencia, que venía siendo exitoso, está siendo petardeado desde adentro y afuera por diversos sectores. Desde afuera, vinculados a Estados Unidos y el capital financiero. Desde adentro, por sectores de la derecha y del establishment brasileño que habían conseguido desplazar al PT del gobierno con la Operación Lavajato y con movilizaciones, tocando un punto como la corrupción, que no es un invento, sino un emergente de un capitalismo que no funciona de otra manera. Los políticos tienen la conocida “caja 2”, ingresos millonarios
de empresas que financian las campañas electorales. Es el capitalismo mafioso.

Pero si Temer forma parte de esos sectores, ¿cómo se explica la filtración que lo perjudica ahora?

Hay varios factores. Por un lado, en la caída de Dilma se juntaron la prensa brasileña y los grandes monopolios mediáticos. Por otro lado, los movimientos de la derecha: surgió una nueva derecha en Brasil, que movilizó millones de personas que en general vienen de una militancia formada en universidades públicas y privadas, parecido a lo que Macri en Argentina está haciendo con los timbreos. Básicamente, son las clases medias que se han visto “desplazadas” por el ascenso de los pobres: eso generó una reacción política cultural. En tercer lugar, el capital financiero y la industria brasileña también jugaron fuertemente. Mediante la Operación Lava Jato consiguieron derribar a Dilma y crear un gobierno que, decían, iba a recuperar la economía y a estabilizar el Gobierno de nuevo. Lo que sucedió es que el Lava Jato, que era una operación que se había focalizado en el PT y sus aliados, sigue: empezaron a aparecer casos en el gobierno, renunciaron varios ministros y ahora Temer tiene un apoyo de sólo el 5 por ciento, no muy distinto del que tenía Dilma cuando fue derribada. El frigorífico JBS se reunió con Temer y, para frenar la Operación Lava Jato, se volvió en su contra. La pregunta es por qué: esta familia está trasladando negocios a Estados Unidos, donde tiene 56 frigoríficos y donde están la mitad de los negocios. La otra mitad está en el resto del mundo. La cuestión es que esta empresa abandonaría Brasil. Es un caso particular porque Odebretch, que financió la campaña de Lula, hoy es una empresa arruinada. JBS, viendo lo que pasó, optó por un camino distinto. La cuestión es qué va a pasar ahora.

¿Qué implicancias tiene lo que ocurrió con Odebretch? En Argentina, uno de los principales apuntados es el titular de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), Gustavo Arribas, que fue acusado por el arrepentido Leonardo Meirelles por recibir coimas en el marco de Lava Jato.

En casi todos los países hay implicancias. En este momento Odebretch está cuestionada en Perú porque financió la campaña de Ollanta Humala, que gastó millones en sobornos. ¿Por qué cae en Brasil? Odebretch está a cargo de los principales complejos militares en Brasil: es la que está fabricando el primer submarino nuclear. Es tan corrupta como otras, pero se han focalizado en Odebretch por algo: son los negocios que pueden darle autonomía militar a Brasil. Y los militares son un poder muy importante. Temer tiene buena relación con ellos.

La calle o el abismo

¿Cuál es el escenario que se vislumbra?

Yo creo que Temer va a caer, pero es complejo. ¿Por qué? Primero la derecha y estos movimientos masivos que se habían manifestado contra Dilma decidieron por ahora no manifestarse porque dicen que si cae Temer puede venir algo peor. Por eso ahora se está movilizando la izquierda. El domingo hubo algunas pero no fueron masivas. Hay una tendencia a la descomposición masiva en Brasil: la gente está quebrada. Y eso es un elemento. Otro elemento es que Temer va a resistir: aunque parezca mentira, tiene base parlamentaria. Mucho va a depender del camino que vaya a tomar el PSDB (Partido por la Social Democracia Brasileña, principal aliado político de Temer). Y, en tercer lugar, creo que si hay elecciones, Lula puede ganar. Se mantenía como un candidato con muchas posibilidades y su figura, dentro de esta crisis, puede crecer, si no lo encarcelan antes por alguna causa. La situación es extremadamente compleja, porque a esto se suma que un sector de los medios y empresarios dijeron “Basta Temer”. Pero no hay alternativas. Brasil se dirige hacia un abismo.

¿Hay algún sector emergente en Brasil que esté ocupando el espacio público?

Lo otro es un permanente trabajo de clarificación, discusión y análisis de lo que está pasando, porque hay una ilusión en la gente, que es muy humana pero muy terrible, que expresa que cambiando al jefe vamos a ir por un camino maravilloso.

No veo, aunque eso puede cambiar mañana, una potencia fuerte en la calle. Hay que decir que la potencia de junio de 2013, cuando el movimiento irrumpió en la calle con 20 millones de personas, fue neutralizada por el PT. Lo que ha habido estos días fueron movilizaciones del PT, de la izquierda, de los sindicatos, pero no se puede decir que se haya visto una irrupción de masas en la calle. La lógica del movimiento es una lógica que no es manejable por la institución. En esta situación, no sabemos qué es lo que puede pasar con una probable y deseable intervención de masas en la calle. No se ha visto, por ahora, un cambio en la actitud de la calle.

 

Tampoco parece importarle mucho al Gobierno.

Las manifestaciones, por más masivas que sean, no derriban gobiernos. En los `90 en Argentina hubo muchísimas movilizaciones, pero a Menem no se le movió un pelo. Otra cosa es el 19 y 20 de diciembre: eso es un levantamiento, una insurrección, y eso sí tiene carácter destituyente. Es imprevisible. Trasladado a Brasil, yo creo que el grueso de los que se manifiestan apuestan a un retorno de Lula al gobierno, pero eso es algo tan evidente que no puede tener éxito, porque lo que tiene éxito es lo imprevisto. Eso es una enseñanza de la historia social. Hoy hay dos tareas fundamentales. Una es seguir organizando a la gente en pueblos, en lugares, con iniciativas. Pensemos que para llegar al 19 y 20 en Argentina hubo decenas de acciones durante toda una década que hizo posible que un buen día la población se levantara. Lo otro es un permanente trabajo de clarificación, discusión y análisis de lo que está pasando, porque hay una ilusión en la gente, que es muy humana pero muy terrible, que expresa que cambiando al jefe vamos a ir por un camino maravilloso. En Argentina y en Brasil está ocurriendo un fenómeno al estilo “luche y vuelve”, aquella famosa consigna de la vuelta de Perón en 1973, pero la cuestión es que ya no pueden volver y hacer lo mismo. Es una etapa cerrada. El capitalismo mafioso no es una desviación del capitalismo, sino que es el momento del capitalismo en este momento actual de la historia. Las sociedades no cambian porque esté Lula o Cristina, sino porque haya movimientos que apuesten a otras construcciones.

*Por La vaca. Fotos: Francisco Proner Ramos.

Palabras claves: Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, Michel Temer, Raúl Zibechi

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