Juliana Awada, la mujer “perfecta”
Maria Juliana Awada, de 42 años (dato que parece importante porque está en todos los medios) es la esposa de Mauricio Macri, actual presidente de la Nación Argentina. Figura como una excelente mujer y madre, sin embargo, no todo es lo que parece.
Tras finalizar sus estudios secundarios en un colegio inglés de educación bilingüe ubicado en Belgrano, Juliana vivió y trabajó un tiempo en Oxford. De regreso a la Argentina, se involucró activamente en el negocio familiar, una empresa textil forjada por su padre desde la década de los sesenta y que actualmente tiene presencia en todo el país, además de Chile y Uruguay.
Awada conoció a su actual esposo, Mauricio Macri, en un gimnasio ubicado en Barrio Parque. Tenían amigos en común y comenzaron su relación en 2009. Contrajeron matrimonio el 16 de noviembre de 2010 en el complejo Costa Salguero y en 2011 tuvieron una hija -la segunda de ella y cuarta de su esposo- la también popular Antonia.
Juliana, cuyos dos padres eran musulmanes, se bautizó en el año 2014, su madrina fue su hermana mayor católica practicante, Claudia Zoraida.
Su figura en los medios
Tal y como no podía ser de otra forma, los medios de comunicación hegemónicos realzan constantemente su figura de buena madre y esposa.
Hermosos vestidos de diseños extravagantes, que incluso compitieron por las miradas con los de la reina de España y la princesa Máxima de Holanda. Y fines de semana compartidos con su familia en playas de Punta del Este completan su forma de ser.
Por ejemplo, todas hemos leído cómo festejaron la primavera en la Quinta de Olivos. Más de cien niños de dos jardines de infantes municipales (el Número 5 de Munro y el Número 8 de La Lucila) invitados para agasajarlos con juegos, regalos y el show musical. Después de disfrutar del espectáculo, Juliana les obsequió a sus invitados unas bolsitas de sorpresas.
En una nota que le realizó para la tapa de “¡Hola! Argentina”, en el verano de 2012 lo dejó en claro: “Trato de seguir siendo la misma de siempre”. Claramente se refería a la alta exposición que le tocaba vivir por la actividad política de su marido (en ese entonces Jefe de Gobierno de Buenos Aires). Una exposición que se amplificó y traspasó las fronteras de Argentina desde que Mauricio Macri es presidente.
Pero ella –fiel a sus palabras según la revista, y más allá de los compromisos oficiales que le impone su rol de primera dama– no dejó de ocuparse de sus hijas Valentina (14) y Antonia (5). Juliana fue vista a la salida del Liceo Franco-Argentino cuando fue a buscar a la menor de sus herederas, algo que suele hacer varias veces a la semana. Allí, madre e hija se regalaron miradas y sonrisas cómplices antes de partir rumbo a la Quinta de Olivos.
También, en los últimos días Juliana Awada apareció en los medios para celebrar su rincón preferido en la residencia presidencial. Organizó una reunión con el equipo del INTA y Pro Huerta. Estuvo acompañada de su hija Antonia y Mauricio Macri pasó a saludar.
«Hicimos este almuerzo para agradecerle profundamente al Inta y a Pro Huerta el trabajo que realizaron para ayudarnos a armarla», señaló Awada y destacó la impronta emocional de esta acción verde: «yo tenía en mi casa una pequeñísima huerta y quise replicar eso en Olivos, no sólo para nosotros sino para los empleados y todos los que vinieran a la Quinta».
No todo lo que brilla es oro
Juliana Awada es una reconocida empresaria del rubro textil, y en 2016 le abrieron una causa, luego de que con una cámara oculta mostraran que Cheeky – su marca- tenía un taller clandestino. Trece personas eran sometidas a la servidumbre y el hacinamiento. Los costureros de origen boliviano, varios de ellos en situación migratoria irregular -o sea sin documentación-, trabajaban extenuantes jornadas, de 7 a 22 horas, por la miserable suma de $1800.
Y la ONG La Alameda, quien realizó la cámara oculta, agregó: «Los costureros están encerrados y para ir a hacer un simple mandado a la calle y traspasar la puerta de hierro, deben dejar siempre sus pertenencias como garantía de que no se escaparán».
En enero de 2007, el Gobierno de la Ciudad, durante el período de Jorge Telerman, y La Alameda ya habían denunciado penalmente ante la Defensoría del Pueblo a Cheeky, la marca dirigida por Juliana Awada.
Si bien se inspeccionaron varios talleres donde era evidente el estado de servidumbre de los trabajadores, el ex Juez Federal Guillermo Montenegro, actual ministro de Seguridad de Mauricio Macri, sobreseyó a la firma aunque era solidariamente responsable de los talleres donde mandaban a confeccionar sus prendas. Además La Alameda filmó y denunció – en septiembre de 2006 y en marzo de 2010- otros talleres de Awada.
En 2011, a su vez, la justicia decidió no condenar a los hermanos Awada por la existencia de un taller clandestino en la calle Pola al 1900. Porque en ese momento, Daniel Awada había declarado: “no es delito” contratar talleres clandestinos.
Awada fue sobreseída en la causa, luego de que Cheeky declarara que las relaciones laborales y jerárquicas son responsabilidad de los titulares del taller. “Nuestra firma paga a cada uno de esos talleres las partidas de prendas que concluyen. Todos expiden facturas por los servicios que ofrecen a la compañía y nuestra firma satisface esas prestaciones únicamente con cheques”, explicó.
En tiempos en los que la militancia feminista avanza y disputa un lugar de sentido, la política partidaria atrasa 50 años mostrando a una mujer, esposa y madre perfecta despolitizada que esconde debajo de la alfombra -mientras sonríe y viste de punta en blanco- a trabajadores y trabajadoras esclavos.