¿Y si Dios es mujer?

¿Y si Dios es mujer?
17 abril, 2017 por Redacción La tinta

Un sacerdote que estuvo muerto unos minutos regresó y afirmó haber visto a Dios. ¡Y que Dios es mujer! El Papa recibió a un hombre trans y al día siguiente equiparó la identidad transexual con las armas nucleares. La Iglesia es una broma pesada.

Por Alejandro Modarelli para Soy

¿Y si para levantar el edificio judeocristiano se hubiera ocultado en los cimientos el verdadero sexo y el verdadero género del Ser Supremo? ¿Y si éste fuese en realidad un Supremo, mejor dicho una Suprema, de carne o imagen femenina; si el de los Noventa y Nueve Nombres que refiere el Islam tuviera como favoritos el de Diosa Todopoderosa, Shavela o Señora Alá? Ni Padre, ni Hijo, ni Espíritu Santo: en realidad una Santa Madre que no es la mera Virgen María sino la Motora Primera de todas las cosas, Alfa y Omega del Universo, la Pacha del Génesis, La Gran Concha que parió a Adán, y que una vez que haya partido tu alma y hagas pie en la Otra Orilla (o al final del túnel, para usar la topografía ultraterrena que más convence hoy) te abrazará, te reconfortará y llenará de besos.

Escribo esto porque en enero del 2015 —según se leyó en los diarios— un cura católico de Massachusetts de apellido O’Neal fue declarado muerto por casi una hora, y regresó al Más Acá en la sala de operaciones sólo para revelar al mundo que, a diferencia de lo que se cree, “Dios es una mujer reconfortante”. Con esa certeza, el viejito se dedicó a partir de ese momento a demoler la tradición del Libro Sagrado, contra la opinión de sus superiores. Me conmovió que su resurrección sea el punto de partida para la difusión de un nuevo mensaje que invierte el motor de la creación, y de manera subsidiaria hace del falo apenas su auxiliar administrativo. Iba a ser el primer fiel de esta herejía.

Que en los cielos no exista el Día del Juicio Final sino el Día de la Madre no me pareció una mala noticia, incluso contabilizando los gastos que pudiera ocasionar. De todos modos, el supuesto Dios y sus circunstancias se han retirado ya de la mirada de los occidentales, empeñados ahora en enterrar hasta la Ley del Padre, y con ella el cuento del Edipo mal resuelto. Las maricas estaremos de parabienes: el cross dressing puede devenir así una práctica ejemplar o piadosa. Encorsetada y sobre unos espléndidos stilettos, una no haría otra cosa que imitar la naturaleza de la divinidad (en tanto marica, me imagino que ella imita el estilo Moria, es decir que se trataría de una Diosa como egresada del Mocha Celis).

Ahora que lo pienso, puede que el padre O’Neal en realidad se haya entregado durante su éxtasis quirúrgico a un Dios devenido trans, y confiado en sus mimos creyéndola mujer biológica. Nada nos impide barajar esa posibilidad, aunque dudo cuál hubiera sido su respuesta de haberse descubierto engañado. En todo caso, mediante ese olvido o desaparición de la autoridad paterna, se estaría cumpliendo el programa del pensador liberal católico Gianni Vattimo, que además es homosexual y creyó ver en la historia de Occidente un debilitamiento de las bases metafísicas del cristianismo. Entre éstas, la idea de un Padre de la Razón Suficiente al que hay que obedecer sin interpretar, o de un Dios de los Ejércitos que busca imponerse a sangre y fuego.

¿Habrá imaginado el papa Francisco siquiera esa contingencia del género, incluso de la divinidad, cuando decidió llamar y recibir en el Vaticano a un transexual español llamado Diego? Diego confió ciegamente en ese encuentro, que definió como “uno de los momentos más felices” de su vida, y al Papa como un “bendito lleno de luz, tranquilidad y sosiego” (nótese que la descripción es equivalente a la que realizó O’Neal de la supuesta Mujer que lo recibió en la Otra Orilla).

Francisco, que se ha forjado en la ambivalencia bonapartista de los jesuitas —a cada tribuna un discurso— y en el pícaro pejotismo, comparó con las armas nucleares a quienes modifican su anatomía o su fisonomía, y se perciben con un género diferente del asignado al nacer, porque buscarían destruir el plan de Dios. O sea que metió en el Vaticano otra bomba de Hiroshima, aunque esta vez la bomba ni siquiera estalló. El Viejo Vizcacha del barrio de Flores no se había salido todavía, delante de Diego, con otra de sus máximas teologales contra la teoría de género. El muchacho —pobre— creyó sinceramente en sus abrazos, sin darse cuenta de que lo de Bergoglio, como siempre, es puro teatro.

*Por Alejandro Modarelli para Soy, suplemento de Página/12
*Publicada el viernes 27 de febrero de 2015

Palabras claves: Iglesia Católica, Papa Francisco

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