Profesor Matías Malfante: ¿Despedido por luchar!

Profesor Matías Malfante: ¿Despedido por luchar!
7 abril, 2017 por Redacción La tinta

Matías era profesor de Educación Física del Instituto del Rosario, en Villa María (Córdoba) de donde fue despedido por adherir al paro y los reclamos docentes. La historia de una injusticia en la escuela.

Por Juan Andres Frank para La tinta.

En Villa María la semana rumbo al paro nacional del jueves 6, convocado por las centrales sindicales del país, comenzó con una espontánea y nutrida concentración en el mediodía del martes 4, frente al arco de entrada del colegio Instituto del Rosario.

Allí, dos trabajadores habían sido despedidos sin ninguna explicación. En cuestión de minutos se convocaron docentes de SADOP -Sindicato Argentino de Docentes Privados-, amigos, familiares y conocidos. En tres autos pasan, a los bocinazos, trabajadores de la Fábrica Militar de Pólvora y Explosivos, con las pecheras de ATE y se suman a la concentración. Dirigentes de la Confederación General del Trabajo y referentes gremiales de UEPC también se acercan.

Desde una de las ventanas del primer piso, un pequeño grupo de estudiantes comienza a cantar “queremos al profe Mati, queremos al profe Mati”. Rápidamente la creciente multitud replica el canto con más fuerza y aplaudiendo, sabiendo que seguramente callarán a esos alumnos. Al timbre de salida se acumulan por decenas los niños con cartas, carteles y abrazos sentidos y prolongados. Los padres y las madres también se acercan a expresarle su angustia.

Matías Malfante es “Mati”, y lleva 18 años en “Las Rosarinas”. Irónicamente, nació en Santa Fe Capital y es fanático de Colón. Pero lleva grabado el perfil rosarino: terminó el Profesorado en Educación Física siendo abanderado y trabaja hace más de 12 años en lo que él siente como su Alma Máter. Incluso trabajó en otras instituciones educativas, pero terminó dejando esas horas. Explica que le encanta viajar con los cursos en campamentos o eventos deportivos, “y si estás en otros colegios se te hace difícil pedir los días”.

Es de mirar fijo a los ojos, y destila la energía típica de los jóvenes profesores de Educación Física. Cuenta riendo que le gusta bromear quitándole las llaves del tablero a la portera antes de pedírselas para abrir el gimnasio.

Ese martes los niños lo desbordaron y no pudo contener las lágrimas. La imagen era desgarradora para cualquier mortal: niños llorando y preguntando desconcertados por qué. ¿Cómo se le explica que echaron a un profe tan querido sin ningún motivo claro? El título de la nota abre con un signo de interrogación y cierra con una exclamación por eso mismo.

Él mismo responde: “Igual quedé afuera, por lo cual, si bien no es lo que uno quiere seguir indagando y demás, porque la injusticia ya está cometida, te queda la duda si no es por el paro, si es, como dicen ahora, por una doctrina política, pero tampoco es por eso. Sinceramente no entiendo, porque con los nenes no puede haber nada directo que comprometa mi labor.”

Hace menos de un mes Matías se afilió a SADOP. Pero insiste en aclarar que su compromiso con la lucha docente viene de lejos. Este mismo martes fue el décimo aniversario del asesinato de Carlos Fuentealba en una protesta en Neuquén. Quizás con esa fecha en la memoria, Matías nos cuenta: “Yo a los paros y la lucha docente la hago desde hace un montón de tiempo, de hecho me acuerdo cuando mataron a Fuentealba, al siguiente Día del Maestro, le pedí a los que organizaban el acto si podía leer, delante de los padres, un recordatorio, por más que no era el día del aniversario de la muerte».

«Siento que la lucha docente es histórica y no ha tenido banderas políticas, es decir, hasta que alguien no pare la pelota y ponga a los docentes donde los tenga que poner, esto va a ser histórico, esté quien esté en el gobierno. No quiero decir que bajo un gobierno u otro fue lo mismo, y uno no vea que los docentes hemos vivido de otra manera, ahí ya hablaríamos de otras cuestiones. Pero históricamente uno ha luchado por los derechos de los docentes, yo lo hice siempre, por eso es lo que me hace ruido por qué ahora tanto revuelo.”

El caso de Matías genera indignación y escandaliza a cualquier hijo de vecino, pero él sabe (sabemos) que no es sólo contra él, sino contra lo que simboliza un docente valiente que se jacta de hablar de frente porque, como nos cuenta, “la institución no son dos o tres personas”, haciéndose cuerpo con el Instituto.

Matías se explaya en describir pequeños acontecimientos cotidianos que le dan la pauta de que estamos en una situación laboral donde el miedo se expande y serpentea en los espacios de trabajo. Su historia familiar lo marca particularmente, pero más le preocupan los pequeños hechos de todos los días en nuestra sociedad: los miedos a firmar comunicados; el temor a exponer ideas que no comulguen con los empleadores; el descuido por las palabras y los mensajes que se transmiten livianamente. En esto último remarca el uso, para hablar de un espacio educativo, de un término muy caro a nuestra historia reciente: reorganización.

Relata que durante un paro del cien por cien de jardín y primaria en la institución, pasó frente a otra escuela y se horrorizó al leer el cartel en la puerta: “Las clases comienzan normalmente, excepto la seño de Tercero A”.

La velocidad y la crudeza de los sucesos de estos últimos días no terminan de permitirle establecer certeramente qué camino seguir, porque no es fácil pasar de un simple trabajador docente, muy querido y admirado, a un símbolo de una forma institucional de reacción ante docentes dignos que entienden y se comprometen con la lucha histórica por mejores condiciones de vida y de trabajo, pero sobre todo mejores condiciones para formar integralmente a las mayorías de nuestro país, para formar en derechos sociales, civiles y políticos tanto a infantes como a futuros profesores, y para enseñarles que las luchas de ayer son los derechos de hoy, y las luchas de hoy serán los derechos de mañana.

El caso de Matías no es uno más, sino que constituye un caso testigo con el objetivo claro de atemorizar y escarmentar a quienes quieran disentir con los lineamientos generales de la política educativa del gobierno nacional. Ya consentir el descuento por días de huelga constituye avalar una ilegalidad mayúscula contra la propia Constitución, pero haber llegado al despido nos tiene que poner en estado de alerta y movilización. La solidaridad y las infinitas muestras de afecto que se le expresaron a Matías tanto por privado como pública y presencialmente nos muestran que también hay en Villa María una fuerte voluntad de lograr algo.

* Por Juan Andres Frank para La tinta / Fotografías de V. J. Borra 

Palabras claves: censura, educación, SADOP, Villa María

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