No es contra los docentes, es contra todas las clases populares
Un medio afín al oficialismo dice que el Gobierno enfrenta al sector educativo en una “guerra”, y otro confirma que Macri prevé un futuro con “ganadores y perdedores”. El bloque dominante apunta a un modelo de sociedad donde trabajadoras y trabajadores cobren menos y las minorías privilegiadas ganen más.
Por Miguel Croceri para Diario Contexto
Una frase tal vez esclarecedora sobre lo que ocurre en estos días en Argentina en torno al conflicto docente fue publicada por el diario El País de España, que integra uno de los grandes conglomerados mediáticos de ese país esparcidos por América Latina y, desde un discurso socialdemócrata reaccionario, es un baluarte en la defensa de los intereses del capitalismo español en todo el mundo. Se trata, por eso, de un agitador ideológico en contra de los Gobiernos o fuerzas políticas y líderes latinoamericanos a los que ellos (des)califican como “populistas” (aunque, como enseñaron Ernesto Laclau y otros/as maestros/as, el mismo término puede ser comprendido con sentidos bien diferentes). La aclaración sobre el perfil del medio resulta útil porque implica que los conceptos allí publicados provienen de ámbitos aliados al macrismo (si bien la nota probablemente fue escrita por la corresponsalía en Buenos Aires, que tiene autonomía para producir su material informativo, pero siempre dentro de los límites editoriales que impone la empresa periodística).
La frase es la siguiente: “La situación económica, que está tardando en recuperarse mucho más de lo que preveía el Gobierno, hace que los sindicatos vean débil a Macri. Y él necesita una demostración de fuerza. La guerra con los maestros parece el escenario elegido para una batalla tal vez inevitable en un año electoral –hay comicios en octubre para renovar buena parte del Parlamento– y con el peronismo en plena pelea para ver quién se hace con el liderazgo”.
El título de la nota es “María Eugenia Vidal, ¿la Thatcher argentina”. El artículo del diario español compara a la mandataria bonaerense con la ex primera ministra británica Margaret Thatcher, porque a mediados de los años ochenta los trabajadores mineros de su país realizaron una huelga que duró un año “pero perdieron, y esa derrota convirtió a la primera ministra en la heroína del liberalismo”, dice El País. Por eso, la ampliación del título (lo que en la jerga del periodismo se denomina “bajada”) dice así: “La gobernadora de Buenos Aires abre una guerra a muerte contra los sindicatos de maestros que marcará a todas las demás”.
Es posible que la interpretación de ese medio que se edita en Madrid pueda estar equivocada. Eso no se sabe. Pero tiene racionalidad argumentativa, y en consecuencia puede ser acertado tomarla en cuenta. Por otra parte, la mención a una “demostración de fuerza” dentro de “una guerra” que “marcará a todas las demás” es congruente con una información del diario La Nación firmada por otro agitador de la derecha, el periodista Carlos Pagni (habitualmente muy bien informado), quien en la semana que termina atribuyó al presidente argentino una frase extremadamente reveladora de la ideología del Gobierno y de los planes oficiales.
Según la publicación, “durante el asado que ofreció a sus legisladores hace dos semanas”, Macri afirmó: “En la economía que viene va a haber ganadores y perdedores. Por sector y por región. Unos están arrancando ahora (NdR: se refiere a que, en su parecer, está “arrancando” la recuperación económica). Otros, más adelante. Pero algunos no van a tener continuidad en el nuevo sistema productivo”. Eso dijo Macri, según Pagni-La Nación.
Métodos de la “guerra”
Entonces: a confesión de parte, relevo de prueba. Las afirmaciones de poderosos e influyentes diarios que –a grandes rasgos, con sus variantes y particularidades– expresan la ideología dominante, y por lo tanto son medios que respaldan, cada cual a su modo, al Gobierno argentino, ayudan a confirmar cuál es el trasfondo de la disputa actual que tiene como uno de sus aspectos más visibles el conflicto por los salarios de las educadoras y educadores.
El razonamiento que ambos medios trasmiten es que el macrismo –en realidad, todo el bloque de poder dominante– está en una “guerra” que, obviamente, tendrá “ganadores y perdedores”. Desde el bando hegemónico, la confrontación se realiza mediante todo tipo de métodos. Legales e ilegales.
Uno de los más graves es la meticulosa estrategia comunicacional que presenta al representante sindical de los docentes Roberto Baradel como un peligro público, lo cual a su vez se tradujo en gravísimas amenazas para él y para su familia. La situación llegó a un extremo de alevosía e impunidad presidencial cuando Macri, al hablar el 1º de marzo ante la Asamblea Legislativa, se burló de los peligros que afrontan Baradel y sus familiares al afirmar que el dirigente “no necesita que nadie lo cuide”.
Otro de los procedimientos agresivos del macrismo, a través del Gobierno bonaerense, son las intimidaciones y amenazas contra docentes que participan en las luchas de su sector enviando a policías a averiguar los datos personales de quienes realizan paros.
Su “guerra” también incluye un método jamás visto en Argentina, al menos como política de un Gobierno, que es el pago que Vidal –sin vergüenza ninguna– denominó “reconocimiento por presentismo” para las/los maestras/os y profesoras/es que no se sumen a las huelgas (hecho que el ingenio popular y algún medio periodístico llamó “operación carnero”). Asimismo, la ofensiva abarca la amenaza de quitarle la personería gremial a los sindicatos que impulsan las medidas de fuerza, con el pretexto de que no acataron la conciliación obligatoria.
Según quién gane
Quince meses de gestión de la alianza Cambiemos sobran para demostrar cuáles son los sectores beneficiados y cuáles los perjudicados por las políticas oficiales. En ese trayecto, el oficialismo perdió parte de sus apoyos en clases medias y bajas de la sociedad en una medida que las elecciones de este año ayudarán a clarificar, pero mantiene firme y decididamente su decisión de reconfigurar la estructura económica y social del país, y así generar el modelo de sociedad al servicio de las minorías privilegiadas, que es la razón de ser de su existencia política.
Rumbo a ese modelo de sociedad, el Gobierno necesita profundizar el retroceso en la capacidad adquisitiva de los salarios, y que el conjunto de la clase trabajadora acepte perder la tajada de la riqueza nacional que le quitaron durante 2016 y en lo que va de este año. Tiene la determinación para hacerlo, cuenta con la complicidad del aparato comunicacional de los medios dominantes, y se sustenta además en resoluciones de la fracción dominante del Poder Judicial, entre otros apoyos decisivos.
Y para cuando desde ese poder del Estado se producen algunas rebeldías, la reacción es política e institucionalmente violenta. Así acaba de quedar ratificado con el pedido que hizo un diputado provincial oficialista para realizarle juicio político al juez Luis Arias, quien días antes falló en contra de la conciliación obligatoria dispuesta por el Gobierno bonaerense en el conflicto docente.
El mismo planteo hizo en febrero el ministro de Trabajo de la Nación, Jorge Triaca, para destituir a miembros de la Cámara Nacional del Trabajo por avalar el acuerdo salarial paritario entre la Asociación Bancaria y las patronales del sector, que le otorgó al personal de los bancos un aumento de sueldos superior a los deseos y los planes del Gobierno.
El episodio protagonizado por las trabajadoras y trabajadores bancarios significó el primer gran tropiezo del año para los planes oficialistas de consolidar la transferencia de recursos desde las clases sociales populares hacia los sectores capitalistas más concentrados. Pero posteriormente, al iniciarse el periodo de clases en todos los niveles del sistema educativo, llegó la hora de forzar a que la totalidad de las y los docentes del país acepten haber perdido una porción muy grande del poder adquisitivo de sus sueldos.
Debido a que “en la economía que viene habrá ganadores y perdedores” (como dijo Macri, según reveló Pagni en el diario La Nación), el resultado que tenga la disputa por los salarios de las trabajadoras y trabajadores de la educación “marcará a todas las demás” (tal como sostiene la descriptiva metáfora guerrerista utilizada por el diario El País).
Porque el “blanco” de los ataques esta vez son las/los docentes, pero la “guerra” del Gobierno –el cual dirige el Estado en representación de las clases sociales dominantes– tiene como enemigo a todos los intereses del pueblo. Es contra los derechos sociales, económicos, políticos, educativos y culturales de las clases populares, es decir, contra sus legítimos deseos de conquistar condiciones de vida más dignas.
*Por Miguel Croceri para Diario Contexto