México y todos nuestros muros

México y todos nuestros muros
1 marzo, 2017 por Redacción La tinta

Por Valdir Peyceré para La Tinta

La historia de los muros comienza hace mucho tiempo. Mucho antes de la existencia de América, o, mejor, desde que conocemos a nuestro continente por este nombre. En Occidente, digamos que uno de los más famosos fue aquel mandado a construir por el emperador Adriano (76 / 138) en el año 122 de nuestra era, para dividir la Bretaña y marcar un límite entre la “civilización” romana y los bárbaros y salvajes escoceses, habitantes de las highlands (Tierras Altas ). Lo que hoy propone Trump es algo parecido, colocando un límite entre los “bárbaros” y “salvajes” mexicanos, claro que, en este caso, no por indóciles y sí por incómodos.

Cuando analizamos las decisiones políticas de los gobernantes norteamericanos, muchas veces nos olvidamos que son decisiones de quien gobierna un Imperio, y, aunque nos duela, para la mayoría de esos gobernantes nosotros no pasamos de una Galia o Dacia actual. El famoso “patio trasero” de dicho Imperio. En esta parte del afuera de los muros lo que tenemos son gobiernos más o menos dóciles o serviles. Y los intentos por cambiar ese mapa geopolítico ha sido un escenario de cruentas guerras intestinas propiciadas por el Norte.

Los casos de Chile, Perú, Venezuela y de nuestro país son más que evidentes ejemplos. Cuba ha sido la única excepción pero a un costo demasiado alto. De cualquier forma en Argentina hubo en algunos momentos gobiernos con tintes anti-imperialistas. No hace falta señalar al actual como uno de los más serviles, totalmente al servicio del capital y los mercados al mismo tiempo que dispuesto a cumplir los designios del país del Norte (lo que se dio en llamar el “Consenso de Washington”).

Pero volvamos a México

La verdad es que México comienza a levantar su muro cuando naufraga su Revolución (1910). Aquella de Zapata y de Villa, aquella que comenzó a ser traicionada con el advenimiento del partido que está en el gobierno hace casi un siglo: el PRI; Partido Revolucionario Institucional. Solo el nombre ya nos indica lo que esta agrupación política representa. Solo faltaría que se llamase “Partido ‘Revolucionario’ Burocrático”. Sería más fiel con la verdad (claro, sin la palabra “revolucionario” en el medio).

México, como la mayoría de los países de América Latina, es un crisol de culturas y de contradicciones. Los mayas y los aztecas primero, con civilizaciones antiquísimas que entran en choque con otra que la somete; la española. A partir de ahí se crea esa tensión constante entre dos culturas que se repelen pero que también tendrán que acabar aceptándose. Y, ¡oh paradoja!; este México perseguido y que hoy busca desesperadamente un sueño de una vida digna lejos (¿el sueño americano?), fue una segunda patria de muchos combatientes y artistas; a comenzar por el líder bolchevique León Trotsky, asesinado en territorio mexicano por un agente de Stalin en 1940 y los millares de exiliados argentinos que fueron acogidos, entre los que se encontraron poetas como Juan Gelman o músicos como Liliana Felipe que acabaron adoptando a la patria azteca también como propia.

Esto es lo que rápidamente me viene a la mente pero sé que hay muchos más, algunos que han regresado y otros como el propio Gelman que fallecieron en su territorio. Ah!… claro, siempre puede ser arriesgado “tirar” nombres: porque de repente me acordé de otro. Nada más y nada menos que el presidente de la primavera peronista que duraría poco más que un suspiro; del 25 de mayo al 20 de junio de 1973; el “Tío” Cámpora; Héctor José Cámpora (1909 / 1980) que moriría a raíz de un cáncer de boca a los pocos meses de exiliarse. Pero, bueno, voy a parar por aquí. Es indudable que esta es otra contradicción de la tierra de Frida Kahlo y Octavio Paz.

En una revista francesa que compré en la década de los noventa había una nota sobre el Muro de Berlín (llamado con justicia “Muro de la Vergüenza”) y como los pedazos del mismo (menos algunos que aún “decoran” la capital alemana) estaban en manos de millonarios excéntricos (europeos y americanos en su mayoría) que los habían comprado para decorar el jardín de sus mansiones. Me pregunto si ese será en un futuro el destino del “Muro de Trump”… un muro que aún no fue construido pero del que ya se sienten sus efectos.

Me pregunto, al margen, ¿cuántos otros muros hay que, aparentemente invisibles, ya fueron construidos muchas veces al votar a personajes nefastos que hoy nos gobiernan?, y ¿cuántos muros personales que nos encierran? Como sentenciaba la canción de Moris (“De nada sirve”); …estás muy encerrado en tu prisión de carne y hueso (…).

Remato este libelo progresista con el siguiente poema del citado Octavio Paz (1914 / 1998), Premio Nobel de Literatura 1990:

Intermitencias del oeste (2)
(Canción Mexicana)

Mi abuelo al tomar el café
Me hablaba de Juárez y de Porfirio
Los suavos y los plateados
Y el mantel olía a pólvora.
Mi padre al tomar la copa
Me hablaba de Zapata y de Villa
Soto y Gama y los Flores Magón
Y el mantel olía a pólvora

Yo me quedo callado:
¿De quién podría hablar?
*Por Valdir Peyceré para La Tinta

Palabras claves: Donald Trump, México

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