Lo que mata es el machismo, no la autonomía femenina
En un estudio científico en Estados Unidos, los investigadores les preguntaron a los varones qué era lo que más temían que les hicieran las mujeres. La mayoría respondió que temían ser motivo de risa. Cuando fue el turno de las mujeres, el mensaje fue más específico: ellas tenían miedo de ser violadas y asesinadas. En Argentina, las mujeres son más de la mitad de la población, más del 60 por ciento de las estudiantes universitarias pero ganan menos, hacen trabajo no remunerado cuando se ocupan del hogar y mueren -una cada 30 horas- por culpa de la violencia machista.
Las desigualdades son evidentes pero ¿responden a cuestiones biológicas? Para entender esas diferencias, la socióloga Eleonor Faur y el antropólogo Alejandro Grimson escribieron un libro que busca desnaturalizar los mitos sobre los vínculos entre géneros con resultados de investigaciones en Ciencias Sociales y construir una sociedad más igualitaria.
Mitomanías de los sexos es un libro actual, “del tiempo presente”. Todos los mitos que interpelan en 300 páginas fueron tomados de la calle. Hay algunos que son clásicos y se repiten desde hace 20 o 40 años -todas las mujeres quieren ser madres- y otros que son nuevos -el acoso sexual es un invento para joder a los hombres-. “Estamos en un punto de inflexión porque hay una transformación muy grande en las relaciones de género”, explicó a Cosecha Roja Faur. Se refiere a las conquistas de los derechos, a las miles de mujeres que toman las calles para luchar por la igualdad, a los varones que acompañan y también a otros que se sienten desconcertados. “Incluso hay mujeres que se sienten incómodas con los cambios”, dijo.
La desigualdad de poder es una construcción cultural, tanto como la regulación de la sexualidad femenina fuertemente armada alrededor del deseo masculino
“Las transformaciones pueden producir angustia, pero mantener el status quo nos lleva a reproducir las situaciones de desigualdad”. Las mujeres padecen discriminación, violencia, riesgo de violación. Los varones tienen privilegios pero también costos: el blindaje emocional. “Es poco habitual entre ellos hablar sobre sus emociones, son escasos sus derechos relacionados con el cuidado de los niños y adultos mayores. Todo eso repercute no sólo en desvincular a las masculinidades de las responsabilidades domésticas, también en la pérdida de espacios de felicidad”, explicó la socióloga.
En Mitomanías… los autores proponen desarmar medias verdades para ampliar las oportunidades de ser más libres: abandonar la idea de que los varones no pueden mostrar sus emociones, señalar el chiste homofóbico o misógino en el vestuario o la oficina. “El machismo rara vez se expresa en términos binarios, a todo o nada. En general, no encontramos sujetos que reflejen el manual del perfecto machista o del perfecto igualitario. Es más bien un espacio cultural que, de una manera u otra, nos toca a todos, también a las mujeres. En nuestros dominios más acotados también a las mujeres nos puede costar compartir los espacios de micropoder”, dijo Faur.
En 2015, cuando surgió el movimiento #NiUnaMenos, los femicidios llegaron a las portadas de los diarios y a la pantalla de la televisión. Desde entonces, muchas mujeres se animaron a denunciar a sus acosadores y abusadores. Las estadísticas dicen que las mujeres conocen a sus victimarios, los varones no. “Lo que mata no es la autonomía femenina, es el machismo”. Para Faur no está clara la relación causal que indicaría que si los hombres se sienten más cuestionados, matan más. Harían falta estadísticas serias que mostraran el aumento de los crímenes contra las mujeres y no existen: “eso muestra el histórico desinterés estatal en la violencia de género, si no tenemos datos es porque no es un tema prioritario”.
Hace falta, mientras tanto, desnaturalizar los mitos. “Esa tarea que proponemos en el libro permite empoderar a las mujeres, y cuestionar la justificación de las diferencias de poder. Buscamos una mayor reflexión, y, eventualmente, que los varones no se sientan amparados por la biología. Porque la desigualdad de poder es una construcción cultural, tanto como la regulación de la sexualidad femenina fuertemente armada alrededor del deseo masculino”.
Según los autores, los sectores progresistas están convencidos que los machistas están en otro lado. Pero al observar los paneles en seminarios, las presentaciones de libros, los programas de radio y tv, las mesas redondas de discusión sobre economía y ciencias sociales la conformación ni es raro que encontremos mesas en las que todos o casi todos son varones. “Y no es que hablan sobre masculinidades”, dijo Faur.
Laberintos de los sexos
Para encontrar los mitos elegidos, primero hicieron un listado de los más estereotipados. Y después un trabajo profundo de detectar en situaciones cotidianas -vestuarios, gimnasios, encuentros con amigas y amigos, recorridos diarios y nocturnos- las frases hechas en relación a la diferencia de género que se repetían. Así dieron con los temas más importantes y armaron el índice. El trabajo de campo llevó unos tres o cuatro meses, la producción del libro un año y medio: “Hicimos una lectura etnográfica que incluyó a nuestro entorno y a nosotros mismos”.
Lo que encontraron fueron lugares comunes que dicen que los varones son más racionales y por eso tienen puestos más altos y que las mujeres cuidan mejor a los chicos por eso trabajan menos. “Son estereotipos que abonan los mandatos y profundizan las brechas de género”.
Para Eleonor, la temática de género no es nueva. Escribió e investigó sobre familias, cuidado y políticas públicas: “Con el tiempo me fui limpiando de los estereotipos pero todavía reconozco cierta mirada moral, por ejemplo: recomendar a una amiga esperar la llamada del varón. Pero hay otros espacios en los que los viejos mandatos y hábitos predominan. Cuando me encuentro con amigos y amigas, las mujeres somos siempre las que levantamos los platos; algunos varones también lo hacen pero las que empezamos somos siempre nosotras”.
Faur y Grimson hablan de parte de las reglas de comportamiento social: “el tema es darles la entidad de norma social y no entenderlas como consecuencias de muestras de diferencias biológicas inevitables. Presentarlos como mitos ayuda a reflexionar e imaginar nuevas formas de salir de estos laberintos”.
*Por Leila Mesyngier para Cosecha Roja. Fotos: En Movimiento TV.