El diálogo de los tiempos
Pablo Genero se crió en Achiras, allí fue que en su adolescencia comenzó a interesarse por las diferentes expresiones artísticas. Años más tarde, ya en la Ciudad de Córdoba se vincularía con la fotografía y el cine.
Si bien siempre estuvo vinculado a las ramas del arte, el adolescente Pablo dudaba si seguir su recorrido por la danza, el teatro o algo relacionado con la construcción de imágenes. Hasta que a sus oídos llegó la noticia de que Córdoba existía la carrera de cine. “El atrás pudo más que el estar delante de cámara, entonces me puse a estudiar cine. Inmediatamente la construcción de la imagen fue lo que más me atrajo: en los trabajos prácticos de la carrera me vinculaba con el hacer de la cámara y la, iluminación, más que con otros roles”, afirma.
¿Siempre te relacionaste con la construcción de la imagen?
Sí, lo visual me atrapó por mucho tiempo, me sigue interesando pero en un primer momento fue muy potente mi vínculo con la construcción de la imagen. Con el tiempo eso empezó a transformarse, pero era donde más me sentía cómodo y sentía que podía realizarlo en buena forma. Con el cine fue apareciendo en los últimos años de la carrera el deseo de escribir y dirigir. Esa escritura fue un proceso de conocimiento personal, fue a los veintipico de años, necesitaba contar un par de historias que tenían que ver con mis vivencias.
Se observa en muchas en tus imágenes el registro de espacios en pueblos pequeños, con cierto tipo de luz, ¿por qué elegís esos lugares y con esas características?
Cuando me compré una cámara con mayores prestaciones, que podía resolver mejor la situaciones que abordaba, lo primero que aparece es el deseo de registrar espacios de mi casa paterna-materna. Eso sucedió junto con el registro de ciertos rincones del pueblo donde crecí, imágenes que comienzan a dialogar con el interior de la casa. Siempre está presente la observación del ambiente que brinda la luz natural en ciertos rincones, y me interesa indagar en la percepción del escenario, ya sea interior o exterior.
Eso se destaca en tus imágenes de paisaje, la búsqueda de un tipo de una situación lumínica que la aleja de la foto de turista.
Los primeros registros surgen de viajes que realice coordinando talleres para adultos mayores: había un momento donde me separaba del grupo y me vinculaba más con el escenario. “Entrealtos” es la primer serie que exhibo, donde me planteo un hilo conductor en el momento de la selección de las imágenes, buscando observar de un modo particular el paisaje. Las fotografías son registros tomados en un viaje que hice a Jujuy en 2006, y luego fueron expuestos en la Asociación de Magistrados y Funcionarios Judiciales en 2007. Aquí se le dio forma a la serie pensando en cómo miro el paisaje, rescato las texturas de los materiales, las huellas del espacio y su energía.
¿Esa sería la narrativa de las imágenes?
En esas tomas hay poca presencia humana, el protagonista es el paisaje. Me interesaba pensar en ese escenario que nos permite habitar pero sin vivir en él, que está brindado para ser habitado con esa energía, con esa luz. No quería rescatar a las personas viviendo en el lugar. Todas las imágenes son realizadas con luz natural y en espacios abiertos.
En las fotografías de tu serie “Celebración” -que estan hechas en tu casa- también está la ausencia de la figura humana, es como que buscas narrar con los elementos que hay en esos escenarios.
Ahí me encuentro en el espacio interior. Es un escenario habitado por una familia, cuando hice las fotos ya vivían sólo mis viejos. Como todo hogar tiene esos signos que uno dejó, como el posters de Freddie Mercury o Guns and Roses en mi habitación con el marco que hice a los 15 años. Objetos que no terminan de irse, se sostienen.
Y no es algo que yo buscaba dejar, mis viejos creo que desean que ese objeto siga allí. Se pintan la pieza, se distribuyen los adornos pero esos elementos se mantienen presentes.
Quise rescatar eso, ya que me fui a los 18 años de esa casa y los registros los hice 12 años después. Es regresar a los rincones, ver qué se mantuvo, quiénes son los habitantes de este lugar y cómo es su vida hoy. El que mis padres no aparezcan físicamente en un punto me liberaba desde donde podía ver ese lugar.
Pero igual están presentes.
Claro, no lo están materialmente, igual ellos siempre escapan a las fotos, ninguno de los dos es muy amiguero de los registros o de que haya alguna cámara rondando. Esto me inducía a ir por los rincones y sus objetos, no tenía sentido generar algo un tanto forzado con la presencia de mis viejos.
El archivo familiar
La obra de Genero está atravesada por un pulso emocional que se construye con la elección de determinados paisajes, situaciones lumínicas o el análisis de los archivos familiares. Hay una búsqueda en las diferentes temporalidades de las biografías que interpelan. Uno se enfrenta a esas imágenes pero termina empatizando desde los sentimientos más reflexivos
Pablo tuvo su primer acercamiento a la fotografía cuando en la adolescencia, le pedía prestada la cámara de visor directo a su padre que era fotoaficionado. Él fue quien realizó las diapositivas con las que luego el artista trabajó. Genero padre estudió fotografía por correspondencia en los años 50’.
En tu serie “Encrucijadas” proyectas en algunos espacios de tu casa materno-paterna las diapositivas que realizo tu Padre, ¿qué te generó volver a encontrarte con ese material?
Mi viejo tiene muchas diapositivas de eventos y de viajes que hicimos, la mayoría son entre el 74’ y el 86’/87’. Siempre que nos juntábamos la familia pequeña o extendida, las mirábamos, pero en un momento quise abordar el archivo desde otro lugar. Ahí me doy cuenta de una serie de signos que muestran las imágenes, donde hay un universo construido por mi viejo, conciente o inconcientemente, y comienzo a indagar sobre eso.
En el marco de un taller de lectura y producción que hice con Ananke Assef, es donde abordo estos archivos y me generan un cimbronazo. Hay algo en ellos que aparece y desaparece como si fuese un fantasma, y aparece una encrucijada. En esos archivos se puede configurar un proyecto de familia planteado fundamentalmente por mi viejo, hay un modelo de ser: Padre, madre, hijos, casa, equipo de musica, televisor, una serie de signos. Lo primero que me sale ante esas imágenes es la del “hijo que busca rebelarse” donde me hago preguntas sobre ese modelo: “¿es eso lo que quiero?” con el tiempo me respondo: “haré lo que pueda y quiera”. Allí toma vida el proyecto.
¿Por qué decidiste realizarlo sobre esos lugares?
Me propuse ver qué sucedía cuando proyectaba esas imágenes en el lugar, que se ha transformado y que no habito hace 20 años. En esa casa viven ellos dos, mucha de esa vida y de esa familia ya no está. Esas reuniones que ellos vivenciaban en cumpleaños ya no suceden de esa forma, no tiene esa energía del gran encuentro familiar.
A mi me gustó posicionarme nuevamente y ver que pasaba. Esta es una serie de fotos donde juego con el diálogo de esos dos tiempos. Después comencé a grabar en video las proyecciones. Hay acciones durante el tiempo de la filmación que ponen en juego otras temporalidades, y el movimiento desplaza la imagen del “esto ha sido” como memoria. El video permite jugar a que ese registro puede transformarse, tener otra construcción, además comienza a interesarme la imagen del sonido, se complejiza la idea de hablar del tiempo o del vínculo entre dos momentos.
¿O sea que filmas las proyecciones, pero ahora sí con las participación activa de tu mamá y tu papá?
Hay una foto en la que estamos los cuatro en la habitación de mis padres, se observa el velador de mi viejo que siempre funcionaba y el de mi vieja estaba roto. Entonces me planteo querer revertir esta situación: filmo la proyección de esa imagen en la habitación, y mis padres interactuando con sus veladores. Es el movimiento en diálogo con lo fijo, la fotografía familiar construyen esos momentos como una eternidad, que muchas veces no se la indaga ni cuestiona.
¿En estos abordajes en que lo emotivo está tan involucrado, existe una instancia del desarrollo que sea más racional?
Sí, pero ahora cuando te lo cuento para mi es movilizador. El proceso arranca con la percepción de lo que genera una acción, fragmentada o en movimiento, donde está a flor de piel. Luego comienza a enfriarse porque tenes que tomar decisiones técnicas y formales: armar la habitación, poner el proyector, la cámara, una luz que acompañe el clima de la situación. Hay allí una construcción que enfría, porque para mí es necesario llegar a una imagen audiovisual que tenga ciertas características que tomé de aquella percepción.
¿Cuando volvés a la imagen audiovisual debe ser movilizador?
Siempre entrás y salís, es un ida y vuelta. En mis últimos proyectos está muy presente el trabajar sobre la historia personal, familiar, para mi es un fundamental este movimiento. En el último proyecto que estoy trabajando me corro un poco de ese lugar e indago sobre las personas de apellido Rodríguez que hemos compartido algún espacio, historia. Les hago retratos audiovisuales y luego dialogamos sobre el origen de su apellido, su familia, creo que ahí vuelvo a preguntarme quiénes somos, de qué habla el cuerpo, nuestra voz y nuestros gestos. Relativizar la identidad de un apellido, cuan cerca o cuán lejos estamos de él.
Creo que en distintos trabajos que he llevado adelante, la pregunta que trata de responderse, generar un diálogo, es quiénes somos y cómo nos construimos.
Sin dudas, Genero lleva adelante su obra a través de procesos en los que está presente una observación minuciosa, un análisis estructurado del material. Pero es una obra que jamás pierde de vista su calidad narrativa, su interpelación emocional, el desafío de pensarse a uno mismo y a los otros y la de darle batalla al tiempo.