Eso que llaman Soccer

Eso que llaman Soccer
12 diciembre, 2016 por Redacción La tinta

En un artículo titulado “Andá a buscarla al ángulo, Donald Trump”, Mariano Verrina presenta desde Revista NAN dos aspectos antagónicos que describen al fútbol en Estados Unidos. O a eso que llaman “soccer”. Por un lado, las chicas de la Selección amenazan con un paro; son líderes mundiales pero ganan menos que los varones. Por otro, el reparto de dinero entre clubes es el más equitativo entre las ligas del mundo: “Esta liga va a ser tan fuerte como el equipo más débil que tengamos”.

Carli Anne Lloyd tiene un distintivo que nadie se animará a cuestionarle: hizo un gol desde mitad de cancha en la final de un Mundial. Se sacó de encima la marca con un toque corto y metió un remate tremendo, similar al de Chilavert contra el Mono Burgos.

Unos minutos antes de que Lionel Messi recibiera su quinto Balón de Oro, Lloyd subió a buscar el suyo. Lleva más de 200 partidos internacionales, se colgó las medallas de Oro en los Juegos de Pekín 2008 y de Londres en 2012. En 2015, lució la camiseta número 10 de Estados Unidos y llevó la cinta de capitán en el Mundial que se disputó en Canadá. La consagración fue con un contundente 5-2 a Japón en la final. Lloyd metió tres goles en los primeros 16 minutos, incluida esa perla desde el círculo central.

“En pocas palabras, estamos hartas de ser tratadas como ciudadanas de segunda clase”, suelta Lloyd, que también es capitana del reclamo que las principales referentes de la selección femenina están llevando a cabo contra Federación norteamericana de fútbol. Exigen cobrar igual los hombres y amenazan con iniciar un paro si es que no mejoran de manera sustancial el contrato que finaliza a fin de año. Hasta el momento, les pagan un promedio de 4 mil dólares por cada triunfo, mientras que el equipo masculino recibe entre u$s 6.250 y u$s 17.625 por cada partido, y sin importar si ganan, empatan o pierden.

En cuanto a méritos, tampoco hay equivalencias. Las mujeres ganaron tres mundiales (1991, 1999 y 2015) y cuatro de las cinco medallas doradas olímpicas que se disputaron desde que el fútbol se incorporó a los Juegos, en Atlanta 1996. En cambio los hombres continúan muy lejos de la elite. Por levantar la Copa del Mundo en 2015 el plantel femenino recibió un premio de u$s 2 millones, a repartir entre todo el plantel; mientras que la selección masculina, que fue eliminada en octavos de final en Brasil 2014, se llevó u$s 9 millones.

“Hemos demostrado lo que valemos a lo largo de los años, la brecha salarial entre hombres y mujeres es demasiado grande”, se plantó Lloyd al presentar la demanda ante la oficina de la Comisión de Igualdad de Oportunidades.

Mientras las chicas la rompen dentro de la cancha y luchan fuera para que se reconozcan sus derechos, los chicos empiezan a tomarle gustito al fútbol en una sociedad acostumbrada a otro tipo de espectáculos.

 

En la cuna del capitalismo, la liga más competitiva

El fútbol en Estados Unidos ni siquiera se llama fútbol, arranquemos por ahí. El soccer, entonces, tomó envión recién en los ’90. Acostumbrados a la NBA o la NFL (fútbol americano) donde el juego es un engranaje más dentro de un show extraordinario —montado para que la satisfacción esté garantizada más allá de la calidad del juego y del resultado—, el soccer mantiene una dinámica de lo impensado (Panzeri dixit) que lo vuelve inmanejable. Ese es un rasgo hermoso para nuestras latitudes, pero difícil de digerir para la cultura estadounidense, que no admite empates y que agranda el combo con papas y gaseosas gigantes.

La ecuación es simple: si encima de que no hay porristas ni espectáculos de mediotiempo, que no hay golpes constantes y que no existen reuniones tácticas para elaborar una jugada, si encima de todo eso tampoco hay cambios constantes en el marcador (como en el básquet)… la atención se desvía. Un 0-0 aburre. ¡Queremos show!

En ese escenario, se desarrolla una liga fuera de contexto. Una organización equitativa en la cuna del capitalismo. La Mejor League Soccer (el equivalente a la Primera División de Argentina) dio el puntapié inicial en diciembre de 1993. Cumplieron la promesa que le habían hecho a los popes de la FIFA de crear una liga profesional a cambio de obtener la organización del Mundial de 1994.

Al principio, la MLS tuvo un par de perlitas “a lo yanqui” para tratar que el público se acercara a las canchas. Por ejemplo, el reloj corría hacia atrás, en forma de cuenta regresiva y se tomaban los partidos del minuto 90 al 0. Más tarde, implementaron la regla del Gol de Oro: si el encuentro terminaba empatado se jugaba un tiempo extra en el que el equipo que hiciera el primer tanto ganaba. Y por último, probaron con el “Shoot Out”, un formato de definición utilizado en el hockey sobre hielo, en el que un jugador partía con la pelota a 35 metros de la línea de gol y encaraba mano a mano contra el arquero. Tenía cinco segundos para intentar hacer el gol. Algo que acá solo podría aceptarse en un programa de Guido Kaczka.

Pero más allá de estos intentos por echarle kétchup a un juego que no lo necesitaba, en la MLS se destaca un aspecto central en su objetivo de progresar a futuro: es equitativa. El dinero se reparte en proporciones iguales entre grandes y chicos. Es lo mismo ser Boca o River que Olimpo o Atlético de Rafaela.

Existe un órgano central que nuclea a los clubes y se encarga de recibir y repartir el dinero. Cada equipo debe ceder a dicho ente un porcentaje de lo que recauda por entradas y por sponsors. Y si venden a un jugador al extranjero, el 33% de esos ingresos también va al fondo común. Lo mismo ocurre con los derechos de televisación. Cada club recibe el mismo tamaño de torta, sin tener en cuenta la convocatoria o el rating que genere. Y hay más: los clubes deben ajustarse a un tope salarial: pueden gastar hasta tres millones de dólares en concepto de sueldo anual para todo su plantel.

La excepción son los jugadores franquicia, a los que se les permite superar el límite del sueldo anual promedio valuado entre 150.000 y 200.000 dólares. En este ítem entran todas las estrellas que fueron recalando en el fútbol yanqui. David Beckham plantó bandera y después se sumaron Lampard, Raúl, Thierry Henry, Pirlo… Cada equipo puede tener hasta tres jugadores franquicia. De esta manera, logran captar la atención del resto del mundo y potencian el nivel de juego con figuras europeas que pretenden disfrutar de la última curva de su carrera. Y al mismo tiempo, mantienen una competencia pareja entre los clubes: no hay un poderoso como Real Madrid o Barcelona, en España; o un jeque que pueda catapultar a un club como ocurre en Inglaterra con el Manchester City.

“Esta liga va a ser tan fuerte como el equipo más débil que tengamos”, explica Alfonso Mondelo, director deportivo de MLS. Y advierte: “En 1974 teníamos que ver el fútbol en circuito cerrado, no lo daba ninguna televisión. En los ‘90 empezó a darlo la televisión latina. Había que ir a un bar y pelearte con los aficionados de béisbol para ponerlo en la tele. En el último Mundial hemos visto los bares de Estados Unidos abarrotados con la selección. La demografía de este país está cambiando”.

La Copa América del Centenario le permitió a Estados Unidos poner una semilla más en su afán de cosechar pasión por el fútbol. Un lunar extraño en su fisonomía. Con las mujeres triunfando y peleando por sus derechos, con una Liga mucho más socialista que capitalista. Sin porristas. Y con empates.

Por Mariano Verrina para Revista NAN

Palabras claves: Estados Unidos, Fútbol Femenino, MLS, Soccer

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