Las marchas son la vitalidad de la protesta social

Las marchas son la vitalidad de la protesta social
1 noviembre, 2016 por Redacción La tinta

La necesidad urgente de encontrar respuestas tranquilizadoras ante el horror de los asesinatos de mujeres lleva a buscar motivos claros que sirvan de desencadenante de los femicidios ocurridos en Argentina durante el fin de semana y todos los que se suceden cada 21 horas.

La búsqueda del orden a través del discurso, establece, así, una relación de causa efecto entre la movilización de la semana pasada y el “coraje” que esta les daría a los femicidas para dar su golpe mortal.

En otras palabras, parece que nos dijeran: “No hables, no te movilices, no denuncies, no te empoderes, porque envalentonás al violento”. Otra vez, una vez más, se cargan las culpas sobre las víctimas.

Detrás de este razonamiento hay también una búsqueda para invisibilizar la dimensión social y cultural de los femicidios, circunscribiéndolos a la esfera de las relaciones privadas.

No existe ningún estudio que determine que las marchas masivas operen como alerta de quien tiene intenciones de matar, y que por la presión social de la manifestación pública lo haga. Todo un absurdo.

Lo anterior es tentador, sí. Nos tranquilizaría, claro. Lamentablemente, no hay certezas en este terreno. Ojalá se abriera un eje serio y sistemático de políticas públicas, a partir de datos certeros que puedan dar con los ejes concretos de las violencias. Por eso venimos marchando. Y lo seguiremos haciendo. Así como organizándonos y planificando acciones para exigir y visibilizar las violencias de género.

mujeres-protesta-movilizacion-femicidio-hartasCada marcha Ni Una Menos -una de las tantas expresiones de este colectivo heterogéneo, masivo, sin dueños ni dueñas- generó directamente un aumento significativo de pedidos de ayuda y denuncias por violencia. Las líneas nacionales y provinciales explotaron de llamados y cada 18 segundos hay una mujer en peligro.

La presión social que ejercemos cada vez que salimos a la calle, víctimas o no, incide para que el tema esté en la agenda de quienes gobiernan. Uno de nuestros objetivos es que se convierta en una genuina e integral política de Estado.

Negar la lucha colectiva del movimiento de mujeres y los logros históricos a través de esta trampa discursiva, para que nos quedemos quietas y temerosas, le genera un problema a varios sectores de poder: tienen que hacerse cargo.

Los estados y los gobiernos deben cubrir esta demanda social. Son ellxs, nuestrxs representantes, quienes deben hacerse cargo de los efectos de la mayor visibilización de las violencias contra las mujeres. De que llamemos las cosas por su nombre. De que salgamos o intentemos salir de los círculos de violencia.
En democracia, es el Estado el que debe tomar el guante de los temas y problemas que los movimientos sociales denuncian. Y esto no le cabe sólo a la justicia penal que sanciona y actúa en el último eslabón de la violencia machista: el asesinato de mujeres por su condición de tales. Entre esos temas y problemas está el reclamo de educación y prevención. Es el camino largo, por supuesto, y no tranquiliza.

*Por Julieta Fantini, integrante del colectivo Ni Una Menos Córdoba. Fotografía: Colectivo Manifiesto.

Palabras claves: femicidios, feminismo

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