Homicidios múltiples, ¿nueva modalidad de femicidio?
Cuando Eduardo Vázquez, integrante de Callejeros prendió fuego a su pareja, Wanda Taddei, se popularizó la forma de femicidio. El «femicidio múltiple» parece ser otra nueva modalidad.
Uno. En octubre, en Mendoza, Daniel Zalazar de 30 años, mató a su pareja y a dos mujeres más de la familia e hirió a dos niños. También había dejado la hornalla y una vela prendida. Dando cuenta que no era un hecho espontáneo sino premeditado.
Dos. En noviembre, Entre Ríos, un día después de que un prefecto naval asesinara a sus dos ex parejas en la misma noche en la ciudad de Paraná, se produjo un cuádruple asesinato en la ciudad de Concepción del Uruguay. Juan Pablo Ledesma asesinó a cuchillazos a su ex pareja, a sus dos hijas, de cinco y siete años, y al actual novio de la mujer.
Formas que se difunden, que se contagian y van generando pisos de acción a los homicidas.
Sobre femicidio
Días atrás estuvo disertando Ana María Fernández, doctora en psicología, en el Colegio de psicólogos de la ciudad de Córdoba. Ella aporta: “El concepto de femicidio sirve para dar cuenta de que las relaciones inequitativas entre los géneros determinan socialmente estas muertes; resulta útil porque indica el carácter social y generalizado de esta violencia y permite alejarse de planteamientos individualizantes, naturalizados –generalmente en clave romántica– o patologizados, que tienden a culpar a las víctimas, a representar a los agresores como ‘locos’, o a considerar estas muertes como el resultado de ‘problemas pasionales’”.
Lejos de ser expresiones inocentes, estas formas de referirse a esos asesinatos de mujeres perpetúan la idea de que el criminal actúa poseído por fuerzas exteriores, irracionales e inevitables como el amor, la pasión, la venganza, la humillación, el rechazo, y que se ve sobrepasado por una situación que no puede controlar. Esto justifica, consiente y a veces legitima los crímenes.
Estas miradas, producto de imaginarios sociales aún vigentes y muy extendidos, ocultan y niegan la verdadera dimensión del problema, desestiman las experiencias trágicas de las mujeres y aligeran la responsabilidad de los varones victimarios.
Por todo esto, resulta de suma importancia contar con un concepto como el de femicidio, que ayuda a desarticular los argumentos de que la violencia de género es un asunto personal o privado. Muestra su carácter profundamente social y político, resultado de las relaciones estratégicas de poder, dominación, privilegio y, fundamentalmente, sensación de propiedad que tienen los hombres respecto a las mujeres.
Resumiendo, se entiende por femicidio el asesinato de mujeres por razones asociadas con su género. Es la forma más extrema de violencia de género, entendida ésta como la violencia ejercida por los varones contra las mujeres en su deseo de obtener, conservar y/o acrecentar poder, dominación, control y propiedad sobre ellas. Incluye los asesinatos producidos por la violencia intrafamiliar y la violencia sexual.
¿Entonces?
Resulta preocupante que ante la creciente visibilización de la violencia y los crímenes en contra de las mujeres; la ocupación de calles; las denuncias públicas; incluso el reciente primer paro de mujeres realizado en el país, los femicidios no dejan de ocurrir, se multiplican no sólo los casos sino la cantidad de muertes por crimen.
En publicaciones anteriores, realizadas por La Tinta, planteamos que no solo es violencia hacia las mujeres la dirigida – psicológica, física, y de todos los modos posibles – directamente a ellas sino también aquella dirigida a sus afectos.
Por eso, estos casos de homicidios múltiples, desde nuestro punto de vista, no pueden sino caratularse como femicidios en los cuales son atacadas y asesinadas no sólo las mujeres sino también su entorno afectivo; es decir: femicidios múltiples.