Silogismos de la sospecha

Silogismos de la sospecha
16 noviembre, 2016 por Redacción La tinta

¿Acaso no se entiende la contradicción?

Policializan la ciudad; crean códigos de “convivencia” que permiten detener a discreción; dan orden política de detener a cualquier delincuente que merodee la ciudad, o sujeto peligroso, o que viva en zonas peligrosas -lo que lo hace potencialmente peligroso, o a cualquiera que se vista como viste cualquier sujeto peligroso, lo que lo hace sospechoso de ser peligroso.

Y en estos tres simples renglones ya se operaron tres desplazamientos “sutiles”: de delincuente a peligroso, de este a sospechoso de ser peligroso.

En definitiva, ellos afirman que despliegan una estrategia “preventiva”, cuyo “ideal” sería reducir a cero la comisión de delitos.

(Deberíamos definir delito: porque detener ciudadanos sin razón atendible alguna, o más categóricamente, detener ciudadanos que no hayan cometido delitos o estén en los preparativos para realizarlos, es en sí mismo un delito).

¿Cómo se demuestra que uno no está sospechado de ser
peligrosamente un potencial delincuente?

Si todos acordamos en algo tan obvio como que sólo la comisión de un delito convierte a un ciudadano en delincuente, reducir a cero la comisión de delitos, implicaría, en el mismo momento, lograr la inexistencia de delincuentes. Entonces, por lo tanto, una absolutamente exitosa estrategia preventiva implicaría detener masivamente inocentes (no-delincuentes), para lograr la inexistencia del delito.

Esta práctica implica en los hechos que, por el propio resultado buscado (la inexistencia de delitos), se afirmaría como correcta la práctica de detener masivamente inocentes para evitar que se vuelvan delincuentes, y que entre los detenidos evidentemente estarían los posibles futuros delincuentes.

Hoy el miedo gobierna, y está demostrado que es un gran negocio político y financiero para unos pocos que sonríen contentos mientras muchas personas muertas de miedo piden que todos seamos sospechados, filmados, controlados, tratados como culpables, porque en definitiva: lo somos. Culpables de ser sospechados.

La reafirmación sólo sería puesta en cuestión cuando el detenido demuestre (pos-detención), lo que ya es obvio por la inexistencia de delitos, es decir: que era inocente. Por lo tanto, siendo todos inocentes (por la inexistencia de delitos), seríamos igualmente todos culpables (de ser sospechosamente peligrosos), salvo que ¿demostráramos lo contrario? ¿Cómo se demuestra que uno no está sospechado de ser peligrosamente un potencial delincuente? El simple hecho de ser detenido, afirma que uno era sospechoso, que el olfato policial (y el olfato social) lo habían puesto a uno en ese lugar, y ante eso, ¿cuál sería el argumento válido?

Definitivamente, la estrategia de la lucha preventiva contra el delito es sumamente perversa desde su propia lógica interna, atenta de modo directo contra la vida democrática y es sumamente peligrosa para la libertad de todos nosotros (potencialmente sospechosos de ser peligrosos, por más que ninguno cometiéramos jamás un delito).

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Claro, a esta perversidad hecha sistema de gobierno policíaco, deberíamos sumarle un “pequeño gran detalle”: en más de 17 años de una aplicación sistemática y brutal de policialización y accionar preventivo racista y clasista de la policía de Córdoba contra toda su población, la comisión de delitos no ha bajado ni una milésima, y por el contrario ha crecido de manera desmesurada la violencia en la comisión de los delitos.

También ha crecido de manera exponencial los delitos cometidos por las fuerzas policiales, la complicidad judicial y política, el delito complejo, y la vulneración de derechos y recorte de libertades de todos nosotros.

Hoy el miedo gobierna, y está demostrado que es un gran negocio político y financiero para unos pocos que sonríen contentos mientras muchas personas muertas de miedo piden que todos seamos sospechados, filmados, controlados, tratados como culpables, porque en definitiva: lo somos. Culpables de ser sospechados.

Sólo la intensidad de la sospecha separa el control vehicular preventivo del gatillo fácil, es decir, el asesinato policial a inocentes que sus antecedentes, raza, clase o cultura, hacía intensamente sospechoso de ser peligroso.

¿Sigue sin entenderse?

*Por Sergio Job para La Tinta. Fotos: Cobertura Colaborativa Marcha de la Gorra.

Palabras claves: Marcha de la Gorra, Policía de Córdoba, represion

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