Se viene otro aumento de la nafta
¿Quién le cree a Aranguren? El ministro más desprestigiado de la gestión macrista había asegurado que los combustibles no volverían a aumentar. Sin embargo, parece que hay que cargar antes del fin de semana.
Sólo la protección de los medios y la incapacidad de la oposición hacen que pronto a cumplir un año en su cargo, el ministro de Energía Juan José Aranguren se mantenga en el sitial otorgado por Macri. Responsable técnico de los desordenados e desprolijos tarifazos –el mejor equipo de los últimos 50 años, sí-, después de haber aumentado más del 30% los combustibles líquidos y casi un 100% el GNC, dijo en agosto: “Las naftas no volverán a subir durante este año”.
Sin embargo, el presidente de la Federación de Expendedores de Combustibles y Afines de Córdoba (Fecac), Pablo Bornoroni, confirmó hace unos días que este fin de semana las naftas podrían aumentar un 8%. Y el mismo incremento se repetiría en diciembre. El dirigente además confirmó lo que se sospechaba: la caída en las ventas, como en todos los rubros, se sigue sintiendo en las estaciones de servicio: un 5% para el mes que pasó.
No es preciso –o sí- señalar que el aumento de combustibles no sólo afecta el bolsillo de aquel que se moviliza en su vehículo particular –lo que no es poco-. Un aumento en naftas, gasoil y GNC afecta a toda, absolutamente toda, la cadena de producción. Desde el transporte público a la distribución de los alimentos más básicos, todo aumenta de precios cuando los hidrocarburos sufren incrementos de este tipo.
Frente a esto, la pregunta es: ¿quién le cree a Aranguren? O bien: ¿cómo hará Macri para revertir la tendencia a la baja que se ratifica día a día? Ayer el INDEC dio a conocer los índices madres que históricamente han movilizado a buena parte de la rueda productiva argentina: la construcción cayó en septiembre un 13.1% y acumuló en 9 meses una contracción de 12.8%, con la pérdida de 61 mil puestos de trabajo que estaban formalizados. Es cuestión de imaginar los miles informales o precarizados –mayoritarios en el rubro- que habrán quedado en la calle en este año.
Mientras, siempre según datos oficiales, la industria cayó 7.3%, pegando en sectores claves como el automotor, la siderurgia y los alimentos.
Ya no se trata de campaña del miedo. Son las consecuencias –conocidas- de modelos político económicos que aspiran a la concentración de la riqueza, esperando que un supuesto derrame beneficie a los de abajo. Aún no se conoce que ese llamado derrame haya beneficiado a alguien. Que eso pase alguna vez es tan improbable como creerle a Aranguren.
Fuente: Revista Matices