Origen de la palabra compañero
O de como los que compartían el pan en una cena y fueron consuelo de los esclavos romanos terminaron siendo los que comparten la lucha por un mundo sin esclavos asalariados.
Como bien figura en la página digital de la Real Academia Española, el término compañero/a etimológicamente procede del latín ‘companis’:
[compaño, ña
La forma f., del lat. vulg. *compania, de com- ’com-’ y panis ’pan’.
1. m. y f. desus. compañero.
2. f. compañía. Adiós, Pedro y la compaña. Comieron con paz y compaña.
3. f. p. us. familia (‖ conjunto de criados).]
Hay versiones que indican que tiene su origen en la última cena de Jesús con sus apóstoles y luego fue usada por los primeros cristianos para nombrarse entre sí.
Dice Rosa Luxemburgo en su folleto “El socialismo y las iglesias”: Los infelices esclavos, tratados como bestias, hacían todo el trabajo en Roma. En este caos de pobreza y degradación, el puñado de magnates romanos pasaba los días en orgías y en medio de la lujuria. No había salida para esta monstruosa situación social. (…) A menudo (los esclavos) se alzaban contra sus amos, trataban de liberarse mediante batallas sangrientas, pero el ejército romano aplastaba las revueltas, masacraba a miles de esclavos y crucificaba a otros tantos. En esta sociedad putrefacta, donde el pueblo no tenía salida de su trágica situación, ni esperanzas de una vida mejor, los infelices volvieron su mirada al cielo para encontrar allí la salvación. La religión cristiana aparecía ante estos infelices como una tabla de salvación, un consuelo, un estímulo y se convirtió, desde sus comienzos, en la religión del proletariado romano.
Más tarde, en la Edad Media, se organizan las primeras corporaciones o gremios por oficios y regiones como forma de protección ante corporaciones extranjeras. Estos primeros gremios se crean bajo reglamentos con un ordenamiento jerárquico muy rígido: en primer lugar, estaba el dueño de taller, el maestro; en la escala más baja, los aprendices y en medio estaban los compañeros. Estos eran obreros que también figuraban en los estatutos como los famuli.
Las mujeres también se encontraban organizadas de la misma manera en los oficios en los cuales tenían un casi monopolio, principalmente, los textiles y la confección (hilanderas, tejedoras, tintoreras, costureras o sastras y hasta lavanderas), los relacionados con la alimentación (panaderas, «verduleras», o fabricantes de cerveza) y los de «taberneras» y «mesoneras».
Famuli y famulus (y familia en español) son palabras derivadas de famel que en osco (un dialecto antiguo de Italia) quiere decir sirviente o esclavo.
En esos primeros gremios el dueño del taller y los obreros estaban juntos. Pero pronto, a la par de la transformación de la producción en pequeños talleres a la producción en gran escala en las fábricas, los obreros se dieron cuenta de que debían agruparse en forma independiente de sus patrones para pelear por mayor paga y mejores condiciones de trabajo.
Entonces, los famuli, los sirvientes, los compañeros que compartían la miseria y el poco pan, comenzaron a compartir la lucha por una vida mejor. Así nacieron los primeros sindicatos y asociaciones de socorros mutuos, con la solidaridad de clase como base fundamental entre los obreros y sus familias.
Pronto un gran debate surgió al interior de esas asociaciones solidarias: y era si podían mejorar su situación colaborando con la burguesía o combatiéndola.
En 1848 la Liga Comunista encargó a Marx su documento de fundación, que no fue otro que el Manifiesto Comunista, y los compañeros comenzaron a luchar bajo este lema: ¡Proletarios del mundo, uníos!
En Tesoro de la lengua castellana o española, encontramos:
Dícese de la palabra compar, la cosa que es igual a otra, y la compañía presupone igualdad, porque los amigos y compañeros en tanto lo son, en cuanto se tratan igualmente; sin hacer diferencia uno de otro, de modo que mi amigo sea otro yo. Algunos quieren que compañero se haya dicho de con y pan, porque entre los amigos no ha de haber pan partido, sino de comer un mismo pan.
A pesar de que Covarrubias, muchas veces hacía asociaciones un poco traídas de los pelos -etimológicamente hablando-, sobre la palabra compañero dice algo hermoso.
Esta palabra ha viajado desde las creencias cristianas que consolaron y agruparon a los esclavos romanos hasta los primeros siervos de los talleres medievales, luego pasó a las manos y las bocas de los primeros obreros ingleses y franceses que se unían para protestar contra las jornadas extenuantes de hasta 16 horas de trabajo, y pronto agrupó a los que marcharon tras las banderas de la Comuna de París y el Manifiesto Comunista.
Y hasta el día de hoy, quienes luchamos por un mundo sin esclavitud asalariada, quienes soñamos con tomar el cielo por asalto, somos quienes compartimos el pan de la lucha -a veces dulce, a veces amargo-.
El siempre ardiente pan de la rebeldía compartido entre nuestros hermanos y hermanas de clase.
Somos las compañeras, somos los compañeros.
Vaya este artículo dedicado a Jorge Julio López, a diez años de su segunda desaparición y a nuestro COMPAÑERO Oscar “Chiche” Hernández.
Por Nora Buich, para La Izquierda Diario