Lamentables y preocupantes noticias desde Cajamarca, Perú. Máxima Acuña, campesina, guardiana del agua y reconocida con el Goldman Enviromental Prize 2016, fue golpeada con un arma por personal de la empresa minera Yanacocha, el domingo pasado en su predio de Tragadero Grande. Su esposo, Jaime Chaupe, quien la acompañaba, también fue agredido.
Compartimos el comunicado de prensa entregado por su hija:
Hoy día, a las 9.30 am., gente contratada por la empresa minera Yanacocha, entró en el terreno de la familia Chaupe sin ninguna autorización y empezaron a alterar su terreno con diversas herramientas. Cuando la señora Máxima y su esposo Jaime se acercaron a reclamar por la invasión y pidieron que se detenga esta irrupción en su terreno, el personal de seguridad de la minera impidió que la familia avanzara para dialogar. Fue en este momento que atacaron violentamente a Máxima y a Jaime. Con un arma han golpeado a Máxima en su cabeza y cuerpo y la han dejado gravemente herida.
El celular del señor Jaime no estaba funcionando, estaban solos y heridos sin poder denunciar el ataque, hasta las 12 pm. cuando llegó la delegación policial de Huasmín, que vino haciendo una inspección de rutina. En este momento pudieron comunicarse con su hija Ysidora para hacer la denuncia. Máxima y Jaime están en necesidad urgente de atención médica.
Ysidora Chaupe, hija de Máxima Acuña y Jaime Chaupe. Cajamarca, 18 de septiembre de 2016.
Estas son las palabras de su hija Ysidora Chaupe, sobre la agresión y el amedrentamiento por parte de la minera:
Desde el lunes en la capital brasileña, el Campamento Tierra Libre, que es organizado desde 2004 por la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB), se convoca en defensa de su derecho ancestral a la tierra de la que fueron despojados en el proceso colonial y que se reactualiza. Desde Brasil, Pablo Ramos nos comparte esta crónica sobre el tema.
Por Pablo Ramos para La tinta
Nuevos hallazgos científicos indican que la vida en el planeta pende de un hilo, como un cometa en manos de un niño rico y aburrido. Al mismo tiempo, la supervivencia forzada de dos astronautas en una estación espacial durante casi un año revela que el deterioro físico progresivo se intensifica en la estructura ósea y muscular, provocando un envejecimiento multiplicado por diez veces. El sumidero azul del mar caribe frente a las costas de Belice, un agujero de gran profundidad donde las aguas no contienen oxígeno y los sedimentos descansan imperturbables por cientos de siglos, nos alerta sobre un acelerado presente-futuro de huracanes que se repetirán a un ritmo vertiginoso.
Hace un mes, estamos en clan familiar, en Aracajú, una ciudad nordestina de Brasil, cuya costa es una larga franja, casi recta, sobre el Atlántico, de amplias playas de arenas suaves, interceptada por grandes cursos de aguas que bajan desde regiones amazónicas. Es un exilio autoproducido ante el ascenso de la extrema derecha al gobierno del país que habitaba. La gente de aquí, al menos, los círculos académicos donde nos movemos, comprenden la ansiedad en los movimientos más elementales, la densidad intelectual para abordar cualquier evento, la alegría que desborda ante los gestos habituales de empatía. Es que pasaron por situaciones similares hace apenas unos años y lograron salir, algunos emigraron, otros resistieron, pero el nuevo fascismo del siglo XXI cayó, aunque late todavía.
Es la primera fuga corpórea que emprendo, por un tiempo indeterminado, sin planes a largo plazo. Por eso, intento trazar estas crónicas en la piel, que las huellas del trayecto sean señales de una historia, no una anécdota de vacaciones o una escapada fútil, sino la experiencia de un nomadismo recuperado ante las crisis recurrentes de una civilización enloquecida.
El lunes comenzó un acampamento de pueblos indígenas en la capital; una ciudad que es símbolo arquitectónico de la modernidad tropicalizada, ha sido recuperada, por unos días, por la ancestralidad precolonial. Brasil cuenta con una diversidad impresionante de comunidades que preceden históricamente la corta historia de su Estado republicano, posterior a la conquista, constituido a fines del siglo XIX.
Imagen: Alass Derivas APIB.
De las vastas avenidas de concreto diseñadas por Niemeyer, brotan colores, corporeidades y sonidos que expresan presencias humanas en un contraste maravilloso con la monotonía de un gris occidental que se asentó sobre el verde de la floresta autóctona. Es un movimiento de reterritorialización, una vuelta a un pasado que es el futuro. Los pueblos originarios de este continente imparten esa lección ante la desesperante falta de reacción del capitalismo colonial. No hay salida sin el recuerdo vivo de un camino del que fuimos desviados durante un puñado de siglos.
Ancianos, jóvenes y niños son la presumida vanguardia que desborda la planificada estructura de una ciudad que parece agotada por el peso de la ambición civilizatoria. La periferia insubordinada ocupa el corazón de la metrópoli, grita, canta, danza, ritualiza, dando señales materiales y simbólicas de una deriva indetenible. Hoy, estamos acá, porque nunca nos fuimos, porque no nos exterminaron como quisieron los mariscales europeos, los marines yanquis, las elites urbanas, los hambreadores, sus ejércitos, los pastores con sus pieles de cordero, las maquinitas del progreso suicida.
Imagen: Andre Borges/EFE.Imagen: La Noticia Hoy.
En este territorio donde el Estado brasileño asienta sus poderes administrativos, hace apenas tres años, el neofascismo comandado por un capitán desquiciado intentó llevar a cabo un golpe institucional. Miles de camisetas verde-amarelhas, apropiadas por un régimen autoritario disfrazado de nacionalista, asaltaron el centro de la democracia, intentando desconocer los resultados de unas reñidas elecciones donde Lula da Silva, un tornero, dirigente sindical de raíces marxistas, retornaba al poder luego de dos presidencias que torcieron el rumbo político y abrieron nuevas convergencias en América Latina.
Por supuesto, el Campamento Tierra Libre de los indígenas brasileños no intenta tomar el poder centralizado ni disputa directamente en las internas partidarias. Es un llamado urgente para un gobierno que no se permite desobedecer la ideología capitalista, por más popular y de izquierda que pretenda ser, ni desea salir del mandato antropocéntrico que deviene del régimen colonialista. Es una lucha que excede los preceptos de la democracia representativa occidental, que impugna la experiencia vital del consumismo, que fuerza a poner en tensión las dualidades conceptuales que dividen las múltiples existencias que habitan el planeta.
Imagen: Andre Borges/EFE.Imagen: CONAFER.
Amanece sobre el mar turquesa de Sergipe, más allá de las olas, se divisan las torres de las plataformas que extraen petróleo de la cuenca marítima. A miles de kilómetros de Brasilia, las pantallas exponen la persistencia de los originarios, con sus atuendos coloridos, lenguas surreales, pellejos curtidos. No buscan la integración a un plan civilizador, nos muestran la salida.
*Por Pablo Ramos para La tinta / Imagen de portada: Raissa Azeredo.