“El kirchnerismo no es un problema para el gobierno, es un recurso”
El politólogo e investigador de la Universidad de Lisboa, Andrés Malamud, dialogó con Radio Sur y analizó el estado de situación del gobierno de Cambiemos a nueve meses de haber asumido, tras el fallo negativo de la Corte Suprema y con las inversiones que aún no llegan.
Da la impresión que al gobierno actual le cuesta dar buenas noticias. Siempre está saliendo -sobre todo en el último tiempo con los tarifazos- a dar respuestas y explicaciones ¿qué análisis hacés de esto?
Primero me gustaría hacer un contraste entre el gobierno anterior y el actual. Mientras Cristina Fernández subestimó al mundo, Mauricio Macri lo sobreestima. Cristina pensaba que todos los problemas iban a venir de afuera, entonces encerrarse, juntarse con los del sur estaba bien. Y el gobierno de Macri tiene el enfoque contrario, pensando que en el mundo hay más oportunidades que riesgos y por lo tanto hay que aprovecharlas.
Los dos encontraron un mundo que no les respondió: ni fue tan decadente para Cristina, ni tan prometedor para Macri. Lo que Cambiemos necesita es que lleguen inversiones. Toda la apuesta del gobierno se basa en eso. La transformación de un modelo económico basado en el consumo a uno basado en la inversión. Porque Argentina tiene un problema de desinversión.
No está consiguiendo dar las señales adecuadas. Pero el problema principal es que aunque dé las señales adecuadas, no hay tanto dinero en el mundo circulando pensando si conviene invertir en Argentina. Y esta es la cuestión central.
Por eso el fallo de la Corte contra el tarifazo de gas es un problema en el recorrido, pero lo principal es que el mundo no está respondiendo.
Es poco el tiempo transcurrido por este gobierno, son nueve meses, sin embargo ha marcado la cancha con medidas importantes, ¿cómo lo ves de salud? ¿Cuánto tiempo puede aguantar sin recibir las inversiones que todavía no llegan?
El gobierno arrancó muy bien: levantó el cepo, le pagó a los fondos buitre. Uno puede estar a favor o en contra, pero era un objetivo del gobierno y lo consiguió. Los inconvenientes empezaron después, cuando no llovieron las inversiones a partir de esos gestos.
Ahora empieza a encontrar dificultades para emitir otros gestos, pero el problema es estructural. El límite son las elecciones intermedias de 2017: porque el gobierno está en minoría en el Congreso y también en la Corte Suprema. Necesita reconfigurar esos cuerpos.
No tanto la Corte, porque ahí hay razonabilidad suprapartidaria. La Corte no le va a impedir gobernar, se lo va a dificultar si hace las cosas mal, pero si hace las cosas bien no va a tener problema.
En cambio en el Congreso es distinto. Ahí hay una mayoría peronista que si se amplía en 2017 va a aspirar a ganar las presidenciales en 2019. Para eso no le conviene que al gobierno le vaya bien. Tampoco le conviene romper todo, pero si se rompe paga el gobierno, no la oposición.
Por eso sí o sí el gobierno tiene que lograr resultados que le permitan ganar las elecciones de 2017. Ese es el límite.
¿Cómo ves un escenario de cara al 2017 con Cristina participando de las elecciones y como jefa del kirchnerismo nuevamente en la escena política y los espacios de decisión?
El kirchnerismo no es un problema para el gobierno, al contrario, es un recurso. Cambiemos sigue consolidando su base electoral a partir del antagonismo que genera el kirchnerismo y el kirchnerismo a su vez divide al peronismo. Entonces insisto, no es un problema. Es un recurso y a corto plazo diría que hasta una solución.
El problema es que el kirchnerismo como opción electoral es probable que se termine. No como minoría intensa: el kirchnerismo es un grupo que generó emoción, conmovió personas y estuvo en la parte formativa, de entrada y regeneración política de mucha gente. Así que va a seguir como fenómeno político de un grupo de personas muy convencidas de lo que piensan.
Pero en este momento solo tiene entidad política en dos provincias: Santa Cruz y algunos municipios de la provincia de Buenos Aires. Tienen también presencia en el Congreso con los delegados de la capital.
En el resto de las provincias el kirchnerismo dejó prácticamente de existir. No porque los kirchneristas haya dejado de existir sino porque dejaron de ser kirchneristas. Así que la cuestión acá es el peronismo. Y el peronismo se reagrupa en las elecciones intermedias.
Pasó en 1987 con Antonio Cafiero. En las elecciones del 2001 cuando se prepararon para tomar el poder. No produjeron la caída de Fernando De la Rúa, pero se prepararon para seguir si De la Rúa se caía. Ahora pasa lo mismo, el peronismo se reagrupa después de la derrota en las elecciones siguiente. En 2017, el que gane en la provincia de Buenos Aires va a ser el líder natural del partido y contra ese va a competir el gobierno.
Si Macri, que tiene en este momento 16/17 senadores, no consigue incrementar ese bloque va a tener su agenda condicionada. No va a poder pasar ninguna ley que necesite para gobernar. Y ahí el peronismo no necesita hacer mucho. Gobiernos que no suman un tercio del Senado hay dos casos recientes en América Latina: el de Dilma Rousseff en Brasil y el de Fernando Lugo en Paraguay.
Si tomamos en cuenta los resultados de 2015 y los datos que arrojan algunas consultoras, hoy ningún espacio político -más allá de los nombres propios- tiene una base electoral que vaya mucho más allá del 30%. En ese sentido, y considerando lo que planteas, no se ve que el gobierno actual esté en condiciones de construir una mayoría que supere ese porcentaje.
En 2017 no hace falta sacar mucho más que un tercio de los votos. Al ser elecciones legislativas se fragmenta la oferta (los partidos) y la demanda (los electores). Así que con un 35% se gana bien la elección.
La cuestión es si el gobierno logra mantener un 35% homogéneo en todo el país y sobre todo en las ocho provincias que eligen senadores. Entre ellas la provincia de Buenos Aires que es clave porque va a nacionalizar su elección.
En todas las provincias vamos a tener elecciones donde el peso del gobernador va a ser más importante y el discurso nacional va a ser menos relevante. Pero en Buenos Aires eso va a ser fundamental.
Y aquí la única que puede evitarlo es María Eugenia Vidal. La provincia de Buenos Aires es el elefante en el bazar de la política Argentina. Si Vidal consigue provincializar la elección puede conseguir, primero, quizás ganar (porque por ahora gana el peronismo). Y segundo diferenciarse Macri, que es algo que tiene que ver con las dinámicas de Cambiemos.
No es que le va a serruchar el piso, pero va a generar expectativas hacia 2019 porque es lo que el gobierno necesita. Caja y expectativas, la fórmula de Kirchner, es la que le funciona a cualquier gobernante.
En este momento el gobierno se está quedando sin caja y las expectativas no son las mismas que al principio. Si no llegan inversiones va a ser más difícil aún. Así que Vidal puede transformarse en la pieza clave.
¿Qué figura vez del otro lado? ¿Cómo y a partir de quién se puede dar la recomposición del peronismo?
La recomposición se va a dar en las provincias. La mayoría de los gobernadores probablemente gane su elección. No ellos mismos -porque solo se elige en gobernador en Santiago del Estero y Corrientes- pero sí sus partidos o alianzas.
La cuestión es qué pasa en la provincia de Buenos Aires. Qué peronista se erige como ganador, que puede significar dos cosas. Una es ganarle la elección a Cambiemos. Quien lo haga es candidato presidencial en 2019. Otra opción es ganarle a otros peronistas, quedando segundo. Esta es la apuesta.