Cacerolas en fuga
La última aparición del Presidente de la Nación dejó un mensaje que quedó repiqueteando en los balcones. “Les tocó ganar menos”, anunció Alberto Fernández a los Paolo Rocca que quisieron aventajar medidas de protección del trabajo despidiendo a mansalva. Las cacerolas aparecieron en los balcones y en las ventanas pidiendo que también los políticos ganen menos. ¿Es esta una medida realmente efectiva? ¿Una crisis termina con el sueldo de la casta política?
Por Iván Martín Barrera para Marcha
“Si algo tiene que enseñarnos la pandemia es la regla de la solidaridad: nadie se salva solo. No podemos en semejante crisis desamparar a alguien dejándolo sin trabajo. Acá de lo que se trata para muchos empresarios es de ganar menos, no de perder. Bueno, muchachos, les tocó ganar menos”. El mensaje del presidente Alberto Fernández del domingo pasado destinado a los grandes empresarios en general, y a Paolo y Gianfelice Rocca en particular, tuvo grandes repercusiones en el sector más reaccionario de la sociedad.
Los mencionados dueños del Grupo Techint se encuentran punteros en el campeonato de multimillonarios argentinos y se amuchan entre las 500 personas más ricas del planeta según Forbes. Los mencionados Paolo y Gianfelice aprovecharon el parate de la pandemia y quisieron aventajar una ley antidespidos del gobierno despidiendo a 1450 trabajadores y trabajadoras. Este movimiento fue seguido por varias empresas como Mirgor, emprendimiento fundado por el exitoso empresario y ex presidente Mauricio Macri, que actualmente forma parte del Grupo Caputo.
Una parte de la sociedad fue determinante frente a la postura del presidente de pedirle a los empresarios que ganen menos y reaccionó organizando cacerolazos desde los balcones. Los primeros fueron organizados a las 21:00 horas y las cacerolas se confundieron con los aplausos hacia el personal de salud, por lo que tuvieron que correrlo 30 minutos. El reclamo es el vetusto mensaje de la antipolítica: “Si piden que los empresario ganen menos, que los políticos se bajen el salario”.
El mensaje parte de la confusa retórica de “los políticos” como casta, sin especificar ni entender si se apunta al Ejecutivo o al Legislativo, pero es interesante el sentido revanchista del mensaje. Gran parte de la izquierda milita desde hace años la idea de que un legislador o legisladora cobre lo mismo que un docente/a o enfermero/a a modo de visibilizar la precaria situación del personal de salud y educación, pero este no es el caso.
Es importante entender el costo de la política. El presupuesto 2020, aprobado durante el anterior mandato, destina 260 millones de pesos al costo de administración gubernamental (Ejecutivo, Legislativo, Judicial y demás). Esto significa el 4% del presupuesto nacional. Es decir, por cada $100 que ingresen al Estado (vía impuestos, emisión o deuda), $4 serán destinados a diputados, senadores, al Poder Ejecutivo y demás administradores. Para entender la dimensión del costo de la política, es imprescindible compararlo con otros gastos del gobierno. Por ejemplo, el gasto en Servicios de Defensa, fuerzas de seguridad, inteligencia y servicio penitenciario suma el mismo porcentaje que el gasto anteriormente mencionado, mientras que los servicios de deuda acumulan el 20% del presupuesto.
Entonces, ¿es necesario o suficiente que diputados, senadores y administradores del Estado se reduzcan el sueldo? Si bien sería un buen gesto que aquellos y aquellas representantes que ocupan bancas en el Poder Legislativo y no están haciendo uso de ellas por la cuarentena obligatoria se reduzcan los salarios, el ahorro del Estado sería insignificante en comparación con otras medidas de mayor impacto.
Como señaló el economista Branko Milanovic en entrevista con Alejandro Bercovich, “una situación extraordinaria requiere medidas extraordinarias”. Una Argentina con 36% de pobreza, número que supera el 50% si observamos a niños y niñas, no puede priorizar las ganancias de los mega empresarios. La cuarentena obligatoria puso en vilo la precarización laboral que sufre la gran parte de la población: monotributistas, cuentapropistas, trabajadores y trabajadoras precarizadas e informales ven hechas trizas sus economías y las de sus familias. En los comedores y merenderos, sobran panzas y escasea comida, los gobiernos provinciales no bajan comida y cuando lo hacen son realmente pobres.
Una real solución a la crisis que está sufriendo el pueblo trabajador no se encontrará en un gesto del Poder Ejecutivo o Legislativo, sino en que se tomen medidas realmente pertinentes. El último martes, se destinaron 250 millones de dólares al pago de la deuda externa. Esto significa 94 veces el presupuesto anual al sector de la salud gastados en un solo día en pagar intereses de deuda y los pagos continuarán si no se decreta la cesantía o la prórroga sin precedentes que busca el ministro Martín Guzmán.
Cumplidas las primeras dos semanas de cuarentena, la crisis parece recién asomar como la punta de un iceberg al que avanzamos a toda máquina.
La vuelta a la normalidad nos encontrará con una gran recesión económica por el parate total de la actividad por casi un mes, pero la crisis social será de dimensiones colosales si no se atienden las necesidades de esta gran masa de la sociedad que está cargando en sus espaldas la pandemia. El paquete de medidas decretadas por el Ejecutivo es apenas un paliativo y con caricias no se cura el hambre. Es pertinente que el Estado se cargue con los recursos necesarios para satisfacer las necesidades que pre existían esta crisis y que se vieron multiplicadas a partir de la cuarentena obligatoria.
La salud de la economía es la salud de un pueblo. Un pueblo enfermo, debilitado y con hambre no puede levantar una recesión económica que conlleva los cuatro años macristas y una cuarentena de por medio. Es necesario que los grandes empresarios cedan de una vez a costa de fortalecer el sistema de salud y la salud del pueblo trabajador. Es necesario también que la deuda esté al servicio del pueblo y no el pueblo al servicio de la deuda, conformándose con un bono de 10 mil pesos mientras se transfieren millones de dólares a las arcas de especuladores financieros.
Es necesario que, en épocas históricas, se tomen medidas históricas. Es necesario que las cacerolas se llenen de comidas y no de frases vacías.
* Por Iván Martín Barrera para Marcha / Imagent de tapa: Gustavo Pantano