Lo malo no es la murga, lo malo es la violencia machista
Denunciaron a integrantes varones de la murga Mulato Mulé por violencia de género y vulneración del derecho a la intimidad. Integrantes y ex participantes explicaron que la violencia fue expuesta dentro de la organización, pero que ante la falta de respuestas se acudió a los organismos oficiales. La murga que logró contener a más de 250 personas en un proyecto colectivo y creativo, deberá afrontar la difícil tarea de erradicar la violencia de género que las mujeres e indentidades diversas decidieron «no callar más».
Por Carina Ambrogi y Romina Pezzelato para La Marea
La murga Mulato Mulé brilló con la luz más fuerte que tuvo nunca otra murga en la historia de la ciudad. Como toda experiencia murguera, ha sido espacio de abrazo en Río Cuarto. Su historia se inició hace diez años con la voluntad de vecinxs y alumnxs de la Universidad, y llegó a juntar a más de 250 personas de 15 barrios distintos. Logró integrar a jóvenes que muchas veces, en la cotidianeidad de la ciudad, estaban enfrentadxs por ser de barrios distintos, de clubes distintos, de edades distintas. A la murga se va a compartir, y la bandera del club pintada en el bombo no molesta, es un bombo más, entre tanto conjunto.
“¿Qué opinas de las canciones de la Mulato?. Ninguna feminista dice nada”, dijo una mujer empoderada a la que la vida le enseñó a distinguir la violencia género del amor.
Las letras que por lo general agreden al género femenino son tendencia en cualquier espacio que habitamos: los bares, las reuniones con amigxs, las murgas. Los rumores de violencia de género son también en los últimos tiempos, parte de cualquier espacio que habitamos, en una sociedad en la que mujeres e identidades diversas “NO NOS CALLAMOS MÁS”.
En el caso de la Mulato Mulé los rumores se hicieron denuncia.
Hace tiempo que un grupo de mujeres de la murga vienen sufriendo violencia psicológica, física y simbólica. Las más difíciles de indentificar, denunciar y prevenir. Las tan naturalizadas.
Los casos de violencia pasaban de la injusta distribución de tareas a modo de castigo, la carga desmedida de labores para unas y no para otros, hasta los golpes físicos. La violencia psicológica carcome a quien la padece, y eso la vuelve tan difícil de denunciar. El quiebre fue cuando tocó el caso de hablar de abuso a menores, y entonces la barrera de lo tolerable se rompió.
El grupo de mujeres que intentaron cambiar la violencia desde adentro, no consiguieron que se tomaran las medidas que mostraran que lo que está bien es denunciar, y lo que está mal es el delito. Por el contrario, según relatan las fuentes que permanecerán sin identificar por protección, a las víctimas se las castigó y los denunciados subieron un escalón en la pirámide de liderazgo en una agrupación que por más que se intente horizontal, tiene una estructura de mando vertical y patriarcal.
El tener un lugar al que pertenecer, un proyecto a donde volcar la creatividad y la imaginación, un espacio en donde encontrar amor, alegría e incluso formación, fue lo que más difícil volvió el proceso de la denuncia. “Decidí dejar cuando mi cuerpo literalmente se paralizó por el stress”, relató una de las denunciantes.
Los intentos por cambiar la violencia desde adentro requirió un esfuerzo que no logró ver la luz de la justicia. Y en forma conjunta y compartida, como aprendieron a trabajar en este espacio, realizaron la exposición de los casos ante los entes oficiales.
El proceso de la denuncia
Los episodios fueron presentados a la Subsecretaría de la Mujer Adolescencia y Familia de la Ciudad de Río Cuarto, ente municipal encargado de atender estas cuestiones. Ana Medina, responsable de esta repartición, dijo a este medio que cumplieron con el procedimiento de abordaje pertinente de los casos y la responsabilidad, acorde a lo que indica la ley, de poner a la justicia en conocimiento de las posibles vulneraciones de derechos. Las sospechas se enmarcan en la vulneración al derecho de la intimidad y violencia de género.
El fiscal Javier Di Santo, que atiende la causa, señaló que por el momento se encuentran en etapa de investigación y no hay imputaciones. Se realizará una cámara Gésel para determinar la vulneración del derecho a la intimidad, y se estima también que las violencias por razón de género sean remitidas al Juzgado de Niñez, Adolescencia, Violencia Familiar y Género de Río Cuarto.
El caso se ha tomado con mucha cautela atendiendo al derecho de las víctimas de no ser expuestas ni re victimizadas, impidiendo ser identificadas, así como también evitando la publicación de los detalles de las denuncias.
Quiero que siga, mis amigos están ahí
Ante la publicación en los medios de las denuncias realizadas, se sumaron más casos que vieron en la fortaleza de las denunciantes un sostén de valentía de donde agarrarse. “Hace rato que quería hacer esto, pero no me animaba”, contó una ex integrante de la agrupación que va a sumar su testimonio.
Dentro de la organización vio maltrato verbal, físico, discriminación por la orientación sexual, malversación de recursos públicos, entre otros, siempre de parte de una misma persona.
Allí dejó gran parte de su vida, el tiempo que tenía lo dedicaba a full al proyecto que supo contenerla. Lo mismo pasó con otra de las mujeres que hoy debe hacer terapia, por primera vez en su vida, para entender como seguir, como no volver a dar amor en un lugar a donde recibió violencia.
Ponerle un freno, decir basta, patear el tablero, no es fácil cuando los pies no responden, porque el cuerpo somatizó la bronca en parálisis física, y la mente tiene nubarrones de impotencia.
“Es una lástima si se cae la murga porque es una herramienta muy buena, pero estas cosas no se pueden tolerar”, dijo una de ellas. “Lo que más rescato de esto es que lo hicimos juntas, que se empiecen a hablar de estos temas porque esto a las mujeres nos hacen mucho mal. Buscamos muchas formas para cambiarlo y no pudimos. Esta denuncia es una acción colectiva, la mujer busca la ayuda en conjunto porque lo trae consigo, por eso buscan separarnos porque cuando estamos juntas no nos para nadie”, agregó.
Lo que esperan es que se identifique lo que es violencia de lo que no, que se separe a quienes la ejercen o vulneran derechos, para que el grueso de la agrupación que ha logrado durante 10 años construir un espacio de transformación social a partir del arte y la música, no se desmorone por la actuación de unos pocos. Lo que está mal no es la murga, lo que está mal es la violencia machista.
“Que no se vaya nunca más la retirada…” Que hacer visible no condene al derrumbe los espacios ni los procesos comunitarios. Que frenar las vulneraciones no nos ponga aún más en situaciones de riesgo y abandono. Es esa también, parte de la apuesta en torno al mundo que soñamos.
*Por Carina Ambrogi y Romina Pezzelato para La Marea.