Mujeres en los movimientos sociales africanos
Tres referentas explican su visión como activistas dentro de los movimientos sociales Y’en a Marre, LUCHA y Balai Citoyen.
Por Pepa Roselló y Arnau Quinquillà para El Salto Diario
Tres mujeres, tres países, tres contextos muy diferentes y tres maneras de entender el activismo. Todas ellas firmemente involucradas en el cambio social y político en sus países. Una de ellas es Denise Sow, nacida en Kaolack (Senegal), cofundadora del movimiento social senegalés Y’en a Marre (“¡Ya estamos hartos!”). La segunda es Rebecca Kabugho, nacida en Goma (República Democrática del Congo), militante del movimiento congoleño LUCHA (acrónimo de “Lutte pour le Changement”). La última de ellas es Stéphanie Bationo, nacida en Ouagadougou y residente en París desde los 12 años, militante del movimiento burkinés Le Balai citoyen (“La Escoba ciudadana”).
Ellas hablarán sobre sus respectivos movimientos sociales, en qué contexto nacieron y qué buscan conseguir a través de sus acciones. Asimismo compartirán sus experiencias y reflexiones sobre el camino hacia la transformación social y democrática de sus países. Pero sobre todo lo harán sobre qué significa ser mujer y activista dentro de un movimiento social africano, qué dificultades han experimentado por serlo, y cómo ven su presente y futuro en la lucha.
Una sociedad movilizada
Y’en a Marre nació en 2011 en Dakar, Senegal. Se formó gracias a periodistas, raperos y graffiteros, cansados de la situación política y económica de su país. Sus denuncias empezaron tras los recurrentes cortes de luz, pero sus reivindicaciones pasaron rápidamente a tratar temas como el desempleo juvenil, el ineficaz sistema sanitario, los problemas de la educación pública y la corrupción.
Denise Sow, militante del movimiento desde su formación, comenta que querían crear algo que uniera a los senegaleses para combatir conjuntamente. Este “era el momento de tomar el destino en nuestras manos y cambiar las cosas”, añade. Su primer contacto con la política fue a través de Y’en a Marre, ya que “el resto de movimientos y partidos políticos no me representaban, siempre repetían los mismos discursos y nunca cambiaba nada”.
El 18 de enero de 2011, Y’en a Marre se presentaba en público en la plaza del Souvenir, en Dakar. Sow señala que “fue el día de su creación cuando me convencí de que ese era mi sitio, junto con periodistas y artistas comprometidos”. Asegura que no lo hizo tanto por sí misma sino por las generaciones futuras, ya que “no quería que ellos viviesen lo mismo que yo he vivido: más de 30 años sin que nada cambiase, siempre con los mismos problemas y sin ninguna solución”.
En los últimos meses, Y’en a Marre ha creado un observatorio de la democracia y de la nueva gobernanza, donde quieren atraer a jóvenes a la política. También han organizado talleres de formación para ayudarlos a crear sus propias asociaciones y garantizar su autonomía económica.
Otro de los movimientos sociales más activos en África es LUCHA, nacido en 2012 en Goma, capital de la provincia de Kivu del Norte. Se definen como un movimiento ciudadano, no violento y no partidista que lucha por el cambio social y político en la República Democrática del Congo.
Sus primeras acciones se centran en la denuncia por la falta de agua y de electricidad en Goma. Rebecca Kabugho, militante de LUCHA desde que tenía 19 años, define su país como un lugar donde “no hay justicia, no hay libertad de expresión; no tenemos ni agua ni electricidad”. Y eso a pesar de que “Congo es un país rico con lagos, cascadas y recursos naturales’’, añade la activista. En este contexto, LUCHA nace de las manos de un grupo de jóvenes indignados que buscaban otros mecanismos para exigir cambios y poder expresarse libremente.
En la actualidad, LUCHA centra sus esfuerzos en conseguir la gratuidad de la educación primaria o en mejorar las condiciones del servicio de telefonía móvil.
Balai Citoyen se fundó en 2013 en Ouagadougou, capital de Burkina Faso, por parte de dos artistas: el cantante de reggae Sams’K The Jah y el rapero Serge Bambara (“Smockey”). Pero no fue hasta 2014 que tomó vuelo como movimiento. Su principal objetivo era evitar la reforma del artículo 37 de la Constitución, que permitiría al por aquel entonces presidente Blaise Compaoré presentarse a su reelección.
Stéphanie Bationo explica que Balai Citoyen fue creado para garantizar la alternancia política, ya que “estábamos hartas, llevábamos 27 años con el mismo presidente en el poder”. Y añade que después de todos estos años, el país “se encuentra en un estado lamentable. No hay justicia social, y la escuela es un desastre. Por no hablar del sistema sanitario”.
Estando en París decidió unirse a Balai Citoyen, donde difundían la realidad política del movimiento y de Burkina Faso a Francia y al resto del mundo. Desde la diáspora, las redes sociales ocupan un papel fundamental, y según la activista “la insurrección funcionó porque había redes sociales y gente movilizada para difundir la información”.
Actualmente, sus esfuerzos están enfocados de cara a las elecciones de 2020: “Desde París queremos sensibilizar y concienciar a la gente para que vote”, comenta Bationo, y añade que “tenemos que votar bien, no podemos volver atrás”.
Ser activista y mujer en el contexto africano
Cuando se les pregunta sobre el significado de ser activista y mujer en un movimiento social africano, las voces se vuelven disonantes. Por un lado, Bationo cree que el hecho de ser mujer dificulta en gran medida la práctica política, que considera muy masculinizada. Pero eso no significa que las mujeres estén apartadas del debate político, sino todo lo contrario: la mujer burkinesa ocupa el centro de la vida en todas sus formas. “Ellas lo hacen todo: son las que trabajan, las que van al mercado, las que cuidan a los niños, etc. Sin embargo, siempre han estado involucradas políticamente. Es el marido el que da la cara, pero es la mujer la que habla”, afirma. Esto conlleva a que las mujeres que toman la palabra en el contexto burkinés lo hagan excepcionalmente, y las que son portavoces acostumbran a tener personalidades fuertes.
Bationo reconoce que la realidad en Francia es muy diferente, allí tiene menos dificultades para hablar en público. No obstante, su condición de mujer negra en la diáspora tampoco es fácil: “Por un lado, ser activista y mujer ya es especial, pero el hecho de ser mujer, negra y activista es mucho más complicado”.
Partiendo de un contexto y visión muy diferentes, Denise Sow (Y’en a Marre) considera que la mujer senegalesa goza de igualdad de género en la mayoría de ámbitos, también en el movimiento social que integra. Sow es miembro del noyau dur (“núcleo duro”, en francés), espacio donde se debaten y organizan las acciones futuras. Sow afirma que en el noyau dur siempre se ha tenido en cuenta su punto de vista, así como el del resto de mujeres que lo conforman. De hecho, el movimiento lo constituyen un buen número de mujeres que lo representan dentro y fuera del país. En definitiva, la activista no duda en que “el hombre no es superior a la mujer en el movimiento, todos estamos en pie de igualdad: no hay distinción entre mujeres y hombres”.
Sow no duda que su organización no es una excepción dentro de la sociedad senegalesa, ya que esta es “sinónimo de igualdad en todos los sentidos”, y añade: “quizás hubo una época en que la mujer se quedaba cuidando del hogar, sin poder trabajar. Pero hoy en día no es así: la mujer senegalesa es siempre respetada”. Para la activista, la lucha feminista es una cuestión superada: “No veo ninguna razón para ser feminista, ya que no puedo reclamar los derechos que ya tengo”. “La mujer ya tiene la palabra, la mujer ya tiene sus derechos garantizados, la mujer ya tiene su igualdad y paridad garantizada”, puntualiza.
Más alineada con Bationo, Kabugho, de LUCHA, considera que la situación de las mujeres activistas en la República Democrática del Congo es muy complicada, en que ambos sustantivos tienen un gran peso y juntos multiplican las dificultades. Por un lado, cualquier activista tiene que hacer frente a “la presión familiar, a las amenazas de los servicios de seguridad, a la represión violenta, a las detenciones arbitrarias y a la tortura física y psicológica”. Por el otro lado, las mujeres que se unen al movimiento reciben “las amenazas relacionadas con el género, la percepción cultural errónea de que las mujeres tienen su lugar en la cocina y el énfasis en que las mujeres aporten en la cama y no en cambiar su país”.
Respecto a las acciones que organizan cada movimiento en defensa de la mujer, Sow señala que desde Ye’n a Marre no se realiza ninguna lucha específica, “sino que nos centramos en las luchas de todos, sean mujeres, hombres o niños”.
Bationo comenta que mientras desde París no hacen acciones específicas en defensa de los derechos de las mujeres, en Burkina Faso se llevan a cabo pequeñas acciones para apoyarlas en su vida diaria.
A pesar de las dificultades que experimentan las mujeres burkinesas cuando ocupan el espacio político, ellas fueron las primeras en salir a protestar durante las manifestaciones del 2014. Marcharon con su spatula -un utensilio básico en cualquier cocina burkinesa-, que representa “un símbolo fuerte del poder de las mujeres, ya que si te tocan con él ya no eres hombres en absoluto”, explica Bationo. Muchos jóvenes se unieron al movimiento al ver a sus madres protestar.
Kabugho explica que en LUCHA la mayoría de acciones por la liberación de la mujer se dirigen a romper estereotipos sobre ellas. En Goma, su ciudad, se centran también en garantizar su seguridad, ya que “muchas mujeres son víctimas de abusos y violaciones cuando van lejos en busca del agua”. Kabugho ve como una prioridad personal “defender los derechos de las mujeres, en particular las que están en prisión”.
Sobre la importancia de la participación de las mujeres en la lucha, Sow envía un mensaje claro: “Nosotras haremos nuestros deberes recordándote que vives en este presente y que debes decidir: tomar el destino con tus manos, o dejar que tus hijos vivan en la pobreza”. Bationo, por su lado, anima a sus compañeras a salir y les recuerda que no tengan miedo, que “aunque estemos equivocadas, salgamos a luchar… Por lo menos aprenderemos juntas”.
Kabugho cree que las mujeres son esenciales en la lucha y les anima a que participen no solo desde la calle, sino también desde el arte o la música. Ella piensa que las mujeres y los hombres cambiarán juntos la República Democrática del Congo, y añade que “los dos tenemos puntos fuertes y débiles, juntos nos complementamos y somos más fuertes”.
Juntas o por sí mismas, las mujeres juegan (y jugarán) un papel fundamental en el cambio social y político de África, en este largo camino que hay que andar. Y es que el cambio es un proceso largo y necesario, como nos lo recuerda Sow: “Cuando se planta un baobab se necesita tiempo para que crezca y dé frutos. Pero no seremos nosotros quienes los comamos, sino nuestros hijos: depende de nosotros que nos sacrifiquemos por ello”.
*Por Pepa Roselló y Arnau Quinquillà para El Salto Diario