“La comunicación es el centro de la defensa de los otros derechos humanos”
La comunicadora y defensora Marixela Ramos tuvo un papel clave en la lucha por la expulsión de la minería metálica en El Salvador, a través de las ondas de Radio Victoria. “La comunicación sin la comunidad no es comunicación”, afirma.
Por María Ángeles Fernández para Pikara Magazine
“Compartimos el dolor de defender los derechos humanos”. Marixela Ramos es comunicadora. Y también defensora. Integrante de la comunitaria Radio Victoria de El Salvador, elemento central en la victoriosa lucha para lograr una ley contra la minería metálica en el país, es además vicepresidenta de la Asociación de Radiodifusión Participativa de El Salvador (ARPAS).
“Los doce años de lucha han quedado en el cuerpo y hay dolor y duelos”, añade al recordar la resistencia popular ante las mineras. Su voz resuena con fuerza en unas jornadas que hablan de defender los territorios desde los cuidados: “La lucha contra Pacific Rim nos tuvo en zozobra doce años. La comunidad de Santa Marta protestó y nos cuidó a las comunicadoras. Yo cubro la noticia, pero también soy parte de la comunidad”. Marixela Ramos no duda: es campesina, comunicadora comunitaria y defensora, porque “la comunicación es el centro de la defensa de los otros derechos humanos”.
—¿Qué aportan las radios comunitarias y la comunicación comunitaria a las luchas en defensa de los territorios y contra los grandes capitales?
—Que un pueblo en resistencia cuente con un medio de comunicación como aliado y como cómplice recupera, de alguna manera, una herramienta que hace mucho tiempo que le fue arrebatada: la comunicación comunitaria para los pueblos, pues la comunicación también se privatizó y está en manos de unos pocos.
En la lucha de El Salvador, el papel que han jugado las radios comunitarias, como Radio Victoria, ha sido fundamental. Defendemos la comunicación como un derecho humano. Sin comunicación se pueden hacer muchas cosas, pero no se saben hacia fuera. En el caso de la lucha contra la minería en El Salvador y de la resistencia, la radio llegaba a otro tipo de público que no tenía acceso a talleres ni a formación. La radio juega un papel fundamental de devolver esa voz que se le arrebata a la comunidad. No es que los pueblos no tengan voz, es que se les ha arrebatado.
—Vuestra labor informativa también supuso que recibierais amenazas.
—Hacer una comunicación con libertad siempre va a tener amenazas. Los medios muchas veces nos quedamos al centro porque queremos ser imparciales, porque así se nos enseña a comunicar. Pero nosotros creemos en una comunicación que cuando es necesario se pone del lado de la gente reprimida y que está siendo perseguida. En este caso, la radio tuvo que sentar una postura. A veces creemos que los medios no podemos decir ‘no estamos de acuerdo con’ porque dejamos de ser profesionales. La radio se identificó e hicimos periodismo comunitario desde el activismo, porque se puede hacer activismo desde la comunicación.
—Estás en una mesa de defensoras de derechos humanos, ¿son las comunicadoras defensoras?
—Sí, yo me reconozco como defensora comunitaria y como comunicadora comunitaria. Hacer comunicación desde la academia es una forma de excluirnos de la comunicación. Hay que saber que todas y todos somos comunicadores, la comunicación no es una cuestión de periodistas o de licenciados en comunicación, es de todos. Todos y todas podemos ser comunicadores, portavoces, altavoces de lo que están pidiendo las comunidades y así nos convertimos en defensores de la comunicación como un derecho humano y como centro de defensa de los otros derechos humanos.
—Has afirmado que la comunicación sin la comunidad no es comunicación.
—Efectivamente, si vos no estás comunicando lo que la gente está haciendo y rompes ese vínculo con la comunidad, tienes una comunicación fría, un poco deshumanizada. Hay que comunicar desde el sentir y desde los sentimientos, es necesario descolonizar la comunicación porque nos han hecho creer que tenemos que comunicar de una manera neutral, sin sentimientos; pero estar vinculados a la comunidad también nos hace llorar lo que llora la comunidad, sentir lo que siente la comunidad y transmitirlo de la manera en que habla la comunidad y no hacerlo desde una visión vertical de que yo soy el que manejo la comunicación y la comunidad está en un segundo plano. Aquí la comunidad está en primer plano y los comunicadores solo somos portavoces. No es posible una comunicación sin la comunidad.
—¿Qué papel tienen las radios comunitarias en El Salvador?
—Una de las características fundamentales de las radios comunitarias en El Salvador es que nacieron de la lucha. La principal inspiración de las radios comunitarias radica en la historia de la Radio Venceremos que, en los 80 y desde la clandestinidad, mantuvo informada a la población civil perseguida. Todas las radios comunitarias en El Salvador tienen la particularidad de venir de una comunidad histórica, de una comunidad que ha estado en el exilio.
Hasta el 2016 no se reconocían los medios comunitarios; y, a través de la lucha de las comunidades y de defender la comunicación como un derecho, se reformaron 30 artículos de la ley de telecomunicaciones. Primero, se reconocieron los medios comunitarios que existían y se cambió el mecanismo de acceder a las frecuencias, porque la única forma era a través de la subasta y de que quien daba más plata podía acceder. ¿Cómo una organización comunitaria o una organización de mujeres van a acceder si no hay plata? Así se mercantilizaba la comunicación.
Pero está tan privatizado el espectro radioeléctrico, que las 22 radios que somos parte de la Asociación de Radiodifusión Participativa de El Salvador (ARPAS) compartimos una sola frecuencia. Y esto es una dificultad, porque los temas locales no tienen tanta incidencia y fuerza en el ámbito nacional: cada radio tiene limitación; por ejemplo, Radio Victoria solo puede sonar en el departamento de Cabañas, y así estamos fragmentadas. Y ahí entra el papel de la coordinadora nacional, que lo que hace es generar espacios nacionales y compartimos agendas en ciertos momentos, sin ser una programación. Es muy necesaria la lucha porque, pese a los avances, falta mucho más. También es importante que quien tenga frecuencias no las alquile para vivir de eso, porque la comunicación y las ondas hertzianas del espectro deben ser un bien de la humanidad.
*Por María Ángeles Fernández para Pikara Magazine.