Bolivia: la encrucijada entre el palacio y las calles
Evo Morales se asiló en México mientras las protestas continúan en Bolivia en rechazo del golpe de Estado que derrocó al gobierno.
Por Redacción La tinta
“Hermanas y hermanos, parto rumbo a México”, fueron las palabras que Evo Morales escribió en su cuenta Twitter ayer por la noche desde El Chapare, en el departamento de Cochabamba, donde se encontraba escondido y protegido por sus más estrechos seguidores de las federaciones cocaleras del Trópico. En apenas 24 horas, el presidente de Bolivia había pasado de ser considerado un eficiente administrador de Estado, que había transformado la economía del país de una forma radical, en un semi-prófugo de la ley que, ante las presiones del poder militar, había renunciado junto a todo su gobierno.
Luego de agradecerle al gobierno mexicano, Morales manifestó su dolor por ”abandonar el país por razones políticas, pero siempre estaré pendiente”. ”Pronto volveré con más fuerza y energía”, dijo el máximo dirigente del Movimiento Al Socialismo (MAS) y líder indígena. Mientras Evo Morales anunciaba su partida luego de que el canciller de México Marcelo Ebrard comunicara que su país había aceptado el asilo del mandatario boliviano, en la ciudad de El Alto, en las cercanías de La Paz, miles de hombres y mujeres comenzaban una movilización al grito de “Ahora sí, guerra civil”, en respuesta al golpe de Estado contra el gobierno.
Con un Ejecutivo acéfalo, y la policía desbordada por las protestas, las fuerzas armadas confirmaron que la “sugerencia” hecha a Evo Morales para que renuncie era mucho más que eso: el comandante Williams Kaliman apareció en la televisión rodeado de militares y leyó un comunicado en el que confirmaba que sus fuerzas ya se encontraban en las calles para detener a los “grupos vandálicos”. Resulta por lo menos curioso que la medida tomada por las fuerzas armadas ocurra en momentos en que los seguidores de Morales comenzaban a organizar marcha y movilizaciones para denunciar el golpe de Estado. En videos que se difundieron en las redes sociales, se pudo ver a militares bolivianos en El Alto hablando con algunos pobladores y afirmando que en el país regía el Estado de sitio, una medida tomada por las fuerzas armadas que, al no existir un gobierno civil, se mueven con total autonomía.
En las horas frenéticas del lunes, también reapareció Jeanine Añez, segunda vicepresidenta de la Cámara de Senadores, que sería la encargada de llevar las riendas del Ejecutivo, debido a que la sucesión en el orden institucional fue cortada con las renuncias del vicepresidente y los titulares de Senadores y Diputados. Añez, una acérrima opositora al gobierno de Morales, tuvo intervenciones casi teatrales, en donde sus llantos y declaraciones no sumaron demasiado al actual caos. Por la tarde, la senadora difundió un comunicado donde convoca para hoy a una sesión extraordinaria de la Asamblea Legislativa Plurinacional, con el objetivo de analizar las renuncias de las principales autoridades del país y tratar de encaminar la situación en Bolivia. “Estamos haciendo todo lo posible para pacificar el país, todas las garantías para que nuestros colegas parlamentarios asistan y podamos darle viabilidad a esta crisis que tenemos en este momento en el país”, dijo la senadora en una conferencia de prensa. Según la prensa boliviana, la asamblea legislativa tiene la tarea de designar al presidente interino y formar una junta electoral para convocar a nuevas elecciones en un plano no mayor a 90 días.
El problema de la sesión es que los y las representantes legislativas del MAS aseveraron no tener las garantías necesarias para participar. Desde varios sectores opositores abogan para que el parlamento se reúna lo más pronto posible para, de esa manera, aceptar las renuncias de Morales y Álvaro García Linera para darle “legalidad” al golpe. En el caso de Carlos Mesa, el ex candidato presidencial en las últimas elecciones, las urgencias son mayores, ya que el dirigente y ex mandatario busca desesperadamente no quedar desplazado del centro político por Fernando Camacho, el líder ultraderechista del Comité Cívico de Santa Cruz.
Quien también se coló en las horas de ayer fue el mandatario estadounidense Donald Trump, que abiertamente abaló el golpe de Estado en Bolivia. El empresario inmobiliario elogió el papel desempeñado por los militares bolivianos porque “preserva la democracia y allana el camino para que el pueblo boliviano haga oír su voz”. Como es costumbre en sus declaraciones, Trump no dio demasiadas vueltas: “Estados Unidos aplaude al pueblo boliviano por exigir libertad y a los militares bolivianos por acatar su juramento de proteger no solo a una persona, sino a la Constitución de Bolivia”. Dejando en claro cuáles son los planes de Estados Unidos para América Latina, el mandatario aseveró que los “eventos” ocurridos en Bolivia “envían una fuerte señal a los regímenes ilegítimos en Venezuela y Nicaragua de que la democracia y la voluntad del pueblo siempre prevalecerán”.
Aunque todavía algunos analistas discuten si en Bolivia hubo un golpe de Estado, es cada vez más clara la implicancia que tuvieron los militares en la desestabilización de un gobierno que tenía mandato hasta el año que viene. Un factor en parte novedoso –y que ya tuvo participaciones similares en otros países- es el de las fuerzas policiales como punta de lanza para forzar y tensar la situación social. En Bolivia, su acuartelamiento hasta la renuncia de Morales, y luego reprimiendo a los manifestantes, son hechos que se convirtieron en definitorios para la caída del golpe del MAS.
En la jornada que queda por delante las incógnitas se multiplican. No sólo los seguidores y las seguidoras de Evo Morales continúan en las calles, sino que movimientos sociales y sindicatos poderosos distanciados del gobierno del MAS, como la COB, mantienen una postura desafiante contra los golpistas. La violencia ejercida por los grupos de choques financiados por los Comités Cívicos, que seleccionan a sus presas según el color de piel –confirmando el fuerte racismo por el que abogan-, despertó un rechazo pleno que también se expresó en las calles.
Las Fuerzas Armadas bolivianas –que cada vez más se configuran como una administración de facto- tampoco quieren perder las calles, un espacio que se puede volver definitorio para el futuro del país. Los días por venir no parecen amasarse dentro de un recinto legislativo, sino en la memoria histórica de los bolivianos y las bolivianas, curtidas en luchas épicas en defensa de sus derechos.
*Por Redacción La tinta