Río Cuarto: a donde vayan los iremos a buscar
El 16 de marzo de 1991, Víctor Alejandro Flores, de 5 años, desapareció en la ciudad de Río Cuarto, Córdoba. Su familia siempre denunció que policías lo habían atropellado, ocasionándole la muerte, y luego ocultaron el cadáver. En 2008, un ciruja halló el cuerpo en una alcantarilla cercana a donde había desaparecido. Entrevistamos a su madre que sigue buscando justicia.
Por Santiago Rodríguez para La tinta
En las últimas semanas, los controles policiales han aumentado en la ciudad, pero no en espacios céntricos; sino en muros históricos, donde se separan las clases sociales. Como «El Andino», donde la policía se refugia para demorar a pibxs de los sectores populares. Esos muros son construidos quizás para no permitirles que se acerquen al centro o hacer lo que ya anteriormente planificaron con amigos, horas antes de que los personajes construidos para reprimir lxs demoraran.
Es claro que criminalizar la pobreza, la policía y los gobiernos, es algo que no quieren dejar de hacer. No es sorpresa que no les permitan acceder a ciertos sectores, ya que tampoco les permiten unas mejores condiciones de vida como gas natural, cloacas, vivienda digna, luz, recolección de basura y espacios verdes.
Es difícil entender cuál es la función que tendría que cumplir la institución policial. El juramento de la Asunción de las nuevas fuerzas policiales en octubre dice: “Jurar con compromiso, valor, honestidad y sabiduría. Respetando y haciendo respetar la ley, manteniendo el orden, acompañando a los vecinos para su protección”, un orden establecido por los gobiernos para la libre represión de los sectores populares.
Protección que no le garantizaron a Rosa Arias, madre de Ale Flores. Ale era un niño de 5 años atropellado, asesinado y desaparecido durante 17 años por la policía de la ciudad. Rosa, con sus ojos curtidos de tanto luchar, nos cuenta su historia de resistencia y lucha para saber la verdad de qué paso con su hijo.
—¿Cómo fue tu infancia?
—Yo nací en Villa del Carmen, provincia de San Luis. Cuando tenia 5 años, mis papás se vinieron a vivir a Achiras. Ahí estuve hasta los 12 años, terminé 7mo grado. A los 18 años, me casé con el papá de Ale, estuve un poco más de un año casada. Nos separamos cuando Ale tenía 3 meses. Ale fue el primer hijo que tuve, fue algo muy lindo, cuando nació, me lo pusieron en el pecho y sentí que era muy feliz. Decidí ser madre, porque ser madre es una decisión. Nunca pensé que iba a sufrir tanto después.
—¿Cómo fue el día que desapareció?
—Ale desaparece un sábado 16 de marzo del 91, nosotros vivíamos en el barrio Buena Vista y teníamos que ir al San Antonio de Padua, ahí vive la tía de Ale. Fuimos para allá a comer, él me pide permiso para ir a ver dibujitos a la casa de su otra tía que vivía ahí nomás de donde estábamos. Entonces, yo salgo al pasillo y veo que él se va, lo acompaño a la esquina y a menos de 50 metros estaba la casa. Recién le ponían una vacuna así que le decía que no salga afuera. Veo que entra y, ahí, yo me meto adentro. A los pocos minutos, yo siento un dolor en el pecho y ahí pensé en el Ale. Salí corriendo, fui a la casa donde estaba a llevarle un buzo y la tía me dice que el Ale no fue ahí, y empecé a buscarlo casa por casa.
Ale no fue a la casa de su tía, fue a su abuela, él le dice que yo no sabía que estaba ahí, entonces, él cruza la calle volviendo a donde estaba yo. Llegando a la esquina del hospital, un patrullero manejado por Gaumet y Funes, que traía droga al barrio, sube y lo atropella quebrándole la caderita. Lo ven en el piso, lo levantan y se lo llevan hasta encontrar a la enfermera Norma Nieto, parada esperando el colectivo. Cuando ella abre la puerta del móvil, lo ve a Ale y le dicen que no diga nada, sube al móvil y lo llevan a la calle Deán Funes, ahí vivía la Rosana Maraceno, otra enfermera. Reciben a Ale y Norma se viene caminando a su casa amenazada por la policía. Nosotros lo seguimos buscando durante 17 años, hasta que encontramos sus restos.
Sin ningún culpable
Según la CORREPI (Coordinadora contra la represión policial e institucional), cada 21 horas hay una persona asesinada por el Estado. Un total de 1.303 personas fueron asesinadas por el aparato represivo estatal durante la gestión de Cambiemos, entre el 10 de diciembre de 2015 y el 12 de febrero de 2019.
—¿Cómo era Ale?
—Muy cariñoso, cuando él se iba, me hacía señas de que cuide a su hermana, siempre me decía que la cuidara. Era un niño muy feliz, contento, era tímido, callado. Él me decía «mamá, qué hermosos ojos que tenés», siempre que hablaba con alguien, venía y se me sentaba en la falda. Cuando vivía en una casa donde había un pasillo largo, me decía que quería jugar a la carrerita, pero antes me decía que le diera ventaja porque corría rápido. Me duele en el alma la forma en que la policía lo desapareció.
—¿Cómo ves vos el contexto actual de los jóvenes y la policía?
—Mucha discriminación, cuando nosotros hacíamos marchas para pedir justicia por Ale, venía gente del Alberdi a marchar y no los dejaban pasar porque los frenaba la policía antes. En las confiterías también, la policía, si no estás vestido de tal forma, no te deja entrar. Pero igual no te dejan progresar, una vez que caíste, te siguen, no te podés ni comprar una moto que ya te están preguntando. Siempre hay que darle la oportunidad a los chicos para que progresen y puedan cambiar.
La policía tiene que cambiar
La historia de Rosa son segundos, minutos, horas, días, semanas, meses y años sin tener una verdadera respuesta de lo que pasó con su hijo. Su camino transcurrido en busca de verdad fue largo y de muchísima resistencia. Sin recursos, la Rosa siempre fue al frente con la cabeza bien alto para hacerles entender a los que cuidan intereses ajenos quién es el enemigo que hay que combatir. Años compartiendo su testimonio de lucha para hacernos entender que el Ale tiene que vivir en la memoria colectiva de todxs lxs que luchamos por una sociedad con más justicia social y sin represión de parte del Estado.
Haciéndonos entender que, si tratan de voltear a unx más, si tratan de tirar una bala más, de dejarnos sin comer, de no dejarnos caminar libres, de seguir defendiendo al poder, vamos a luchar hasta dejarles en claro que A DONDE VAYAN LOS IREMOS A BUSCAR.
*Por Santiago Rodríguez para La tinta.