El violento y desagradable mundo de Hunter S. Thompson
Retrató el Sueño Americano de Estados Unidos como pocos periodistas lo hicieron. Hunter Thompson fue el cronista más lúcido, despiadado y aborrecible de una generación cruzada por las drogas, el frenesí y una pulsión que tuvo en vilo a la sociedad estadounidense.
Por Leandro Albani para La tinta
“Hunter fue un problema desde el momento en que nació”.
(Virginia Ray Thompson, madre de HST)
Violento, golpeador, déspota, machista, descontroladamente adicto a las drogas, amante de las armas y los inmensos autos norteamericanos, alcohólico a tiempo completo y profundamente díscolo en un país construido sobre las masacres de sus pueblos originarios, la expoliación de otras naciones, un fundamentalismo religioso tenebroso y la idea de que Estados Unidos es el elegido por Dios para comandar el mundo. Todo esto era Hunter Stockton Thompson (HST). Y también, por qué negarlo, uno de los mejores cronistas del siglo XX.
La encargada de hundirse en la vida frenética de HTS, también conocido como Doctor Gonzo, fue la periodista Elizabeth Jean Carroll. El resultado de ese viaje es Hunter. La vida salvaje de H.S. Thompson, publicado por primera vez en 1993 y editado este año en Argentina por Tusquets.
La biografía de Carroll, que integró las redacciones de Rolling Stone, Playboy, Esquire y Elle, muestra de forma descarnada al autor de las crónicas más delirantes de las décadas de 1960 y 1970, y creador del “periodismo gonzo”, el estilo donde el propio Thompson generaba hechos desquiciados y los empujaba hasta los más peligrosos límites en medio de una cobertura. El emblema del “periodismo gonzo” fue su célebre libro Miedo y asco en Las Vegas, llevado a la pantalla grande en 1998 por el director Terry Gilliam.
En las páginas escritas por Carroll, se entrelazan dos formas de relato. Por un lado, la historia entre la ornitóloga Laetitia Snap y el Doctor Gonzo. Snap cuenta, desde la pluma de Carroll, cómo el Doctor Thompson la secuestra y la obliga a escribir su biografía. Esa historia trascurre en el rancho Owls Farm, en Aspen, Colorado, donde HST vivió casi toda su vida, y se convierte en una descripción continua y aterradora de los momentos más íntimos de Thompson. Por otra parte, la biografía también es construida con un relato oral y coral que incluye a los familiares de HST, sus amigos y enemigos, a algunos Ángeles del Infierno, a los compinches de su infancia, ex compañeros de trabajo y hasta el escueto testimonio del ilustrador británico Ralph Steadman, que, durante muchos años, acompañó con sus dibujos alucinados los artículos de HST.
“No van a sacarme una sola palabra sobre él. No tienen idea de lo que pueden ser las represalias. Es brutal cuando quiere. Así que no voy a hablar, no puedo. Lo lamento. Sería ridículo de mi parte. Lo único que conseguiría es una sesión de tortura y ya he padecido suficiente de su parte”.
(Ralph Steadman)
La biografía de Carroll tiene la virtud de mostrar la vida de HST sin ningún tipo de fascinación personal (algo de lo que se encarga el actor Jhonny Deep). En las páginas, Thompson aparece en su forma más descarnada: un hombre desbordado por la fama, violento con las mujeres, que flota entre extensas jornadas alucinógenas y coberturas periodísticas que se convirtieron en clásicos que no pierden vigencia, como la magistral crónica El Derby de Kentucky es decadente y depravado y su mejor libro, Los Ángeles del Infierno: Una extraña y terrible saga.
Desde su infancia en Louisville, Kentucky, pasando por sus vaivenes universitarios, la tumultuosa relación con su madre, sus primeras fechorías y enfrentamientos con la ley, hasta sus días como periodista en Puerto Rico, su convivencia con los Ángeles del Infierno –y la posterior paliza recibida por parte los motoqueros-, su candidatura a alguacil en el condado de Pitkin y su consagración en la revista Rolling Stone, Carroll reconstruye con puro dinamismo los días y las extensas noches de un HST real y despiadado.
“Periodistas de todos los rincones del país han acudido a nuestra ciudad atraídos por un espectáculo inesperado: la candidatura del escritor Hunter S. Thompson al puesto de alguacil del condado de Pitkin. Entre los ciudadanos respetuosos de la ley que componen la mayoría silenciosa, se teme que Thompson sea una cruza temible entre ermitaño y hombre lobo”.
(The Aspen Times, 8 de octubre de 1970)
Las crónicas y sus libros pusieron a HST en la cima de un éxito brillante y frágil. Televisión, radios, diarios, hasta una historieta que lo tenía como personaje principal, era el “lado público” del periodista, también conocido como Raoul Duke. La obra de HST fue, como lo escribe Juan Form en el prólogo de la biografía, “un ácido en la ponchera de la realidad estadounidense”, que “puso a todos a alucinar y les hizo ver en ese trip lisérgico que el American Dream era una pesadilla de la que nadie quería despertar”.
En la historia relatada por Carroll, se pueden leer las opiniones más diversas sobre el oficio periodístico de Thompson, sus formas descabelladas de escritura, la paciencia infinita que un batallón de empleados de Rolling Stone le tenía, el desborde absoluto de la realidad y, al mismo tiempo, las páginas más punzantes y esclarecedoras sobre una época y una generación que hizo temblar los cimientos de la gran nación del norte.
A mediados de la década de 1970, la estrella de HST comienza a apagarse –como él mismo alguna vez escribió sobre el boxeador Joe Louis: “la estrella que vive más que su luz”- y la vorágine de drogas y alcohol se le suma la imposibilidad de escribir. El principal blanco para descargar sus tensiones desmedidas, otra vez, fue su esposa Sandra Dawn, que convivió con Thompson durante 18 años, en una relación ultratóxica de sometimiento y sumisión. Ni como enviado a cubrir la guerra de Vietnam, o a Zaire para seguir los pasos de su admirado Muhammad Alí, dan frutos periodísticos. A esa altura, la cocaína y la fama le permiten a HST no escribir absolutamente nada. Los únicos registros de esos tiempos fueron sus firmas en las cuentas explosivas de gastos en los hoteles, que Rolling Stone pagaba religiosamente.
“Está bien. Hunter me golpeaba. Y eso no estaba bien. De acuerdo. ¿Pasamos a otro tema?
(Sandra Dawn Thompson)
En la introducción de la biografía, Carroll analiza que, luego de la publicación de Miedo y asco en Las Vegas, mucha gente se asustó con el libro. Pero aclara que no alcanza a ver “el menor efecto en la juventud actual”. “¿Cuándo fue la última vez que vieron a la juventud intentar algo más iconoclasta que bloquear a alguien en Facebook?”, se pregunta la autora que propone que es hora de conectar con nuestro Hunter Thompson interior. Carroll utiliza la figura de HST como una provocación –dentro de sus límites- al sistema que impera en Estados Unidos.
La biografía sobre el Doctor Gonzo tiene demasiadas virtudes, pero quizá, al terminar de leerla, queda cierto vacío por conocer con mayor profundidad al Thompson periodista y estilista de la palabra escrita. Como en toda biografía de una estrella de rock, sus vicios, desbordes y polémicas tapan inevitablemente el bosque de su arte. Y Hunter Stockton Thompson fue la estrella de rock más salvaje del periodismo estadounidense.
“Se acabaron las travesuras. Se acabaron las drogas y las armas y las bombas y el alcohol. Hasta las caminatas y la natación se han acabado para mí. Ya no sé cómo divertirme. Sesenta y siete años: diecisiete más que cincuenta, diecisiete más de lo que necesitaba. Me quejo y me aburro todo el día. No soy entretenido para nadie. Eso me pasa por ambicioso. Hay que asumirlo y respirar hondo. No va a doler”.
(Nota escrita por HST antes de suicidarse el 20 de febrero de 2005)
*Por Leandro Albani para La tinta