Club Cultural Konbit: vivir a 5.600 kilómetros de tu tierra
Club Cultural Konbit es un espacio de jóvenes haitianes destinado a promover su cultura en la ciudad de Córdoba. La tinta conversó con Eddyson, estudiante y presidente del Club. Hablamos sobre la experiencia de ser migrante en este suelo, la realidad actual de su país, las políticas de ocupación y migración argentinas, y la necesidad de visibilizarse como colectividad.
Por Redacción La tinta
«Konbit» es una palabra kreyòl que implica un estilo de vida en común, poner en común la fuerza para generar un cambio en un espacio donde convivimos, es la ayuda mutua para hacer algo. “El vocablo es muy usado en el campo de Haití, porque el konbit significa reunirse en el campo todo el día, comiendo y bailando en el campo de uno para cosechar, plantar, limpiar terreno, un día para cada uno, un día de trabajo donde se divierte, se trabaja y se come”, cuenta Eddyson.
“El Club Cultural Konbit se funda con el objetivo de promover la cultura haitiana en Córdoba, que no se conoce, aunque la comunidad haitiana no es reciente”, comienza Eddyson con voz soñolienta por una larga madrugada de estudio en tiempo de parciales. Pese a la existencia de residentes haitianos desde hace más de 50 años en la ciudad y el país, esta comunidad sigue siendo desconocida e invisibilizada. “Creamos el club para dar a conocer la cultura haitiana y su historia, muy importante para el resto de América Latina, ofreciendo un espacio a los jóvenes que vienen acá a estudiar, ayudándolos en la universidad”.
Dentro de las actividades concretas del Club, se encargan de difundir obras literarias o académicas publicadas en francés o inglés, de haitianes que viven en todas partes del mundo, sus bailes y música, con la intención de visibilizar a esta comunidad del país caribeño.
Como parte de estas actividades, en junio, por ejemplo, presentaron el libro Niña mujer, de la autora haitiana residente en Buenos Aires, Djune. Una novela con tintes biográficos que narra la vida de una niña que tuvo que elegir entre su padre y el ámbito religioso de su familia, y lo que ella quiere. Es una historia de venganza, de amor, en escenario haitiano.
Migración haitiana
Argentina, Chile y Brasil fueron tres destinos de gran número de haitianes. Previo al 2010, empezó una ola a Brasil, que, luego, se orientaría hacia Chile, hasta la aplicación, en ambos países, de medidas restrictivas al ingreso de haitianes, entonces, el flujo migratorio se orientó hacia Argentina. “Pero no son casos recientes, había muchos haitianos viviendo en estos países, que hicieron cosas muy importantes, pero ahora dicen que todos los migrantes somos delincuentes y las cifras han demostrado lo contrario, menos del 6% de los encarcelados son migrantes en Argentina”.
Si bien para muchos haitianos Argentina es un país de tránsito, para la mayoría es la posibilidad de estudiar, “en 2015, salió una nota del embajador de la época en Haití”, cuenta Eddyson, “que explicaba que la educación aquí es gratuita, entonces, los jóvenes haitianos deciden venir a hacer una carrera universitaria, o maestría o doctorado”. Sin embargo, por la política migratoria actual, muches deben volverse, situación que se ve reforzada por la experiencia de pasar por una universidad que se dice “pública, inclusiva y abierta, pero sólo para unos pocos”.
Política migratoria
Durante trece años, los gobiernos argentinos sostuvieron el envío de cascos azules como parte de la ocupación de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH), argumentando que se trataba de ayuda humanitaria. Eddyson comenta la ironía de que hoy, tras tantos años de esa supuesta ayuda, se obstaculice la posibilidad de ingreso para les hermanes haitianes y se criminalice a les migrantes que, supuestamente, se pretendía ayudar.
“Nos dijeron que nos daban una residencia temporaria para dos años, que, después del terremoto, éramos bienvenidos, sacando un decreto en marzo de 2017”. Sin embargo, en agosto de 2018, el gobierno de Macri firmó otro decreto para impedir su ingreso, por necesidad y urgencia. Se comenzaron a aplicar requerimientos difíciles para conseguir el visado, altos costos, con tiempos dilatados, “hasta que te cansas”.
Con el pretendido apoyo argentino a la ocupación sobre Haití, se profundizó una situación que Eddyson tilda de catastrófica, “nos llevaron la epidemia de cólera, contagiado en casos de abusos sexuales, no de argentinos, pero sí de cascos de otros países que violaban a los chicos”. Para este joven haitiano, la política relacionada a la migración y a la movilidad de haitianos sí sería una ayuda, “si sales a estudiar, es una esperanza para el país, tu familia, zona, barrio. Ayudar no implica mandar soldados, sino ofrecer espacios donde se pueda generar el pan de cada día. La idea de ayuda de parte de Argentina y otros países no es real, son palabras políticas que, en la realidad, no sirven al pueblo”.
Las redes
Entendiendo la criminalización actual a les migrantes del continente, desde el Club Cultural Konbit, participan de otras actividades relacionadas con la problemática “porque tiene que ver con lo que somos como haitianos y con lo que queremos para los migrantes en Córdoba”.
Forman parte de la campaña nacional #MigrarNoEsDelito, lanzada en Córdoba en marzo de este año, que agrupa distintas organizaciones de migrantes, derechos humanos, estudiantes y organizaciones políticas. Eddyson explica que la política impulsada desde estos espacios tiene la intención de presentar la migración y las personas migrantes desde sus derechos, rompiendo la igualación de migración con delito, intentando reducir la violencia y el abuso policial.
“Tratamos de crear vínculos para conocer nuestros derechos y compartir nuestras experiencias, intentamos buscar soluciones no sólo para haitianos, sino con todas las colectividades que enfrentamos un problema común, buscando la solución común”.
El saqueo
Antes de hablar de la realidad de su pueblo y del contexto convulsionado que se vivió en estos días, Eddyson aclara que “Haití no es un país pobre, sino que es un país empobrecido, donde su historia lo hace culpable. Nadie perdonó a Haití por ser el primer país negro libre e independiente del mundo, sin esclavitud, sin discriminación por color de piel y sin segregacionismo”, y continúa: “A nosotros nos impusieron el sistema capitalista neoliberal que, como a ustedes, no nos sirvió y ahora nos está haciendo daño, por este sistema, el pueblo está en la calle hoy”.
Como otros Estados del Caribe, Haití formó parte de Petrocaribe, el proyecto impulsado por Hugo Chávez que les permitió a varios países acceder a petróleo a precios preferenciales. Hoy, la utilización de esos recursos, que, en gran medida, fueron malversados, se encuentra bajo la lupa y viene generando masivas protestas callejeras contra el gobierno de Jovenel Moïse. La injerencia de Estados Unidos y una política externa imperialista vigente aplicada sobre Haití es el marco de los hechos obscenos de corrupción que empujaron al pueblo a las calles. “Son más de 3 mil millones de dólares que desaparecieron, dinero para crear trabajo, infraestructura, universidades, industria, justamente, para evitar el flujo migratorio”.
El joven explica que, en las universidades públicas haitianas, entran, por año, menos de cinco mil estudiantes y que las privadas son excesivamente caras para la población, teniendo títulos que acreditan la profesión sólo en el país. “La migración haitiana por estudio es otra forma de ver la corrupción y la falta de estructura y universidades que formen ciudadanos, y la falta de políticas públicas progresista que mantiene al ciudadano en el país”.
La rebeldía y el levantamiento del pueblo es para decir basta, “no podemos escuchar más que todos los haitianos tenemos una deuda de 200 dólares para pagar en el futuro, ¡nosotros no generamos 200 dólares por mes!, entonces, el pueblo se levanta para decir que ya está, que paguen ellos lo que se robaron o demuestren adónde fue el dinero”.
Vivir en Argentina
En una imagen mental, Eddyson resume el exilio forzoso: “Cada vez que encuentro a una persona grande que vive en Argentina, lo miro con pena, porque sé que no va a aguantar el frío, a nosotros el frío nos hace daño, pero la falta de políticas públicas, trabajo y de universidades públicas obliga a los haitianos a salir del país”.
Todo cambia. Vivir a 5.600 kilómetros de tu tierra es una experiencia de claroscuros. Nos habla de la danza, la música, comparte un Haití más integrado a los procesos naturales, con una conexión con los ritmos de la tierra. Extraña la combinación de comida bien condimentada y la playa con calor caribeño.
“Llegamos acá y tenemos que acostumbrarnos a vivir de una forma, buscar las similitudes, mezclarlas”. Mezclar, por ejemplo, una concepción haitiana de dios y Jesucristo todopoderoso con cierta cultura liberal crítica al catolicismo. Combinar la realidad de un pequeño movimiento de mujeres en Haití con el movimiento feminista local y la toma de conciencia de los reclamos por aborto y libertades de género y sexuales. Comparar las movilizaciones haitianas donde puede pasar “lo que pasa allá estos días” con las marchas argentinas, “de alguna forma más pacíficas”. Comprender peronismo, un gobierno del pueblo para el pueblo, el amor a la educación pública.
La estadía en Argentina también significa para elles tomar críticamente las luchas que se dan en nuestro territorio, “participar y entenderlas porque nos dimos cuenta que, en el mundo actual, valen la pena todas las luchas, no podemos seguir viviendo en un mundo sin libertades”.
*Por Redacción La tinta.