Los juegos del hambre
Dentro de dos meses, comenzarán los Juegos Panamericanos en Lima, una competencia que marcará una grieta entre ricos y pobres: quienes vuelvan con medallas mantendrán las becas de Enard y ADN; quienes no puedan hacerlo se quedarán sin el principal apoyo deportivo. De los 811 deportistas convencionales que reciben apoyo, el 65% está en riesgo de quedarse con las manos vacías.
Por Ernesto Rodríguez para Ephecto Sport
En dos exactos meses, el viernes 26 de julio, se inaugurarán, en Lima, los 18º Juegos Panamericanos, una competencia que será una bisagra para el deporte nacional: los medallistas se garantizarán, al menos por un año, su permanencia en el esquema de becas del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard) y la Agencia del Deporte Argentino (ADN); la mayoría de quienes se queden sin subir a un podio en la capital peruana tendrá que pensar en otra forma de financiación para su carrera deportiva una vez que se apague el fuego panamericano, el domingo 11 de agosto.
Hay dos motivos para semejante viraje: la desprotección de Gerardo Werthein (presidente del Enard) para salvaguardar la generación de recursos del ente y el cambio de paradigma en las políticas de apoyo del Enard. La debacle se inició en noviembre de 2017 cuando, en lugar de mostrar la misma enjundia que exhibió en 2009 para recorrer despachos y lograr la aprobación de la Ley 26.573, se entregó dócilmente a los deseos del ministro de Hacienda Nicolás Dujovne en el plan de la Reforma Tributaria ordenada por el gobierno de Mauricio Macri. El Enard dejó de recibir la alícuota del 1% de las facturas de telefonía celular, lo que no sólo le daba autonomía, sino que le permitía no perder fondos en el marco de la inflación, y debió conformarse con una suma fija ajustable anualmente a partir del Índice de Gasto Primario del Estado, un parámetro incluido en el Presupuesto anual que se calcula siempre por debajo de los números reales del crecimiento de los precios.
En sus primeros siete años en funciones, el Enard recaudó un promedio de u$s 37,75 millones; en 2017, recolectó $ 740.729.423 (u$s 43.850.000), cifra que creció nominalmente en 2018, una vez aplicada las reformas hasta $ 1.186.742.607, cayó por el aumento del dólar a u$s 39.750.000. Para 2019, tiene proyectado recibir de las arcas oficiales $ 1.116.000.000 que, de no mantenerse la tendencia de los mercados, se convertirían en no más de u$s 25.750.000. La conversión a dólares es vital debido a que la mayoría de los gastos del organismo, con sede en Juan A. Buschiazzo 3060, son en divisas extranjeras (pasajes, estadías, compra de insumos importados). ¿Qué hubiera pasado de no modificarse la letra de la ley aprobada hace una década? Partiendo de la cifra de 2017 y contemplando los tres aumentos de tarifas registrados en 2018, ese año, hubiera facturado $ 1.215.000.000 (unos 28 millones de pesos más que lo que realmente entró en sus arcas). Y este año, habida cuenta que ya hubo una suba del 18% y se espera, al menos, otra, el piso estaría en $ 1.433.500.500 ($ 317,5 millones que se perdieron en el aire).
Esta brutal disminución de recursos obligó al directorio que preside Werthein secundado por Diógenes De Urquiza Anchorena (director de ADN y amigo de la infancia de Macri) a determinar un drástico recorte en los apoyos. Así, bajo el eufemismo de “apoyar a la elite del deporte nacional rumbo a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020”, se decidió que, desde septiembre, haya una revisión en la lista de becados y, aplicando un criterio de extrema meritocracia, se mantendrán a quienes tienen becas por logros olímpicos, mundiales o panamericanos, pero eliminarán a los que sólo muestren medallas sudamericanas. En números, de los 811 becados adultos convencionales, quedan indemnes 56 que hoy cobran entre $ 34.000 y $ 48.500. Pero hay 755 que deberían volverse de los Panamericanos con una medalla para mantener los pagos mensuales de entre 15 y 22.000 pesos. ¿Podrán? Difícilmente.
Desde la puesta en marcha del Enard, Argentina asistió a dos juegos continentales –Guadalajara 2011 y Toronto 2015– con voluminosas delegaciones: 495 deportistas en la cita mexicana y 467 en la canadiense. Coincidentemente, cosechó 74 medallas en cada JJ.PP. que debían ser 75, pero, en cada caso, se perdió una por dopaje. Los oros fueron 21 hace ocho años y la cosecha bajó 15 hace una olimpiada, lo que le permitió terminar, en ambos casos, en el séptimo lugar en el medallero de naciones. Para conseguir esas preseas, se necesitó un personal similar: 194 atletas en 2011 y 198 en 2015.
Para Lima 2019, Argentina tiene asegurada la presencia de 519 deportistas –la cifra más voluminosa de personal en una competencia fronteras afuera, aunque lejos de los 751 competidores que completaron el equipo nacional en Mar del Plata 1995- aunque cantidad no garantiza calidad. Si bien habrá medallistas olímpicos como la judoca Paula Pareto, el basquetbolista Luis Scola, integrantes de los ambos equipos de hockey o el timonel Javier Conte –abanderado en la ceremonia inaugural–, los antecedentes cercanos no auguran poder ascender en la tabla de países y ponen un interrogante de un descenso por lo que puedan ofrecer la devaluada Venezuela y la pujante Chile. El pronóstico marca un techo de 85 podios para mantener el porcentaje de años anteriores (el número de pruebas creció un 15%) y una máxima de 22 preseas doradas. Completando este panorama, el mejor posible para la realidad del deporte argentino, unos 225 deportistas volverían con la medalla que les garantice mantener no sólo la beca del Enard, sino el complemento de entre el 50 y 66% de esos montos que aporta ADN. Para los otros 530 –ese 65% que no volverá con las manos vacías de medallas o no habrá podido clasificarse a los JJ.PP.–, le espera quedarse ser eyectados del sistema, como a tantos otros en esta sociedad descarnada.
*Por Ernesto Rodríguez para Ephecto Sport