Todo está guardado en la memoria
Héctor Oesterlheld y sus cuatro hijas Estela, Diana, Beatriz y Marina fueron desaparecidos. Solo Beatriz pudo ser sepultada por su madre, Elsa. Esta es la historia de una familia masacrada, pero también es la historia de un país. Una biografía coral para mantener en alto la bandera de memoria, verdad y justicia.
“Tengo la sensación de que todos han muerto. Que mis nietitos son un sueño, que yo ya no soy yo. Creo que mi salud mental está probada hasta lo increíble. A fuerza de vivir en la ficción, en nuestra casa se gestó la novela de ciencia ficción más terrible que jamás cerebro alguno pudo crear: la destrucción y degradación de toda una familia en forma sistemática en camino hacia el horror…”.
Así definía Elsa Sánchez de Oesterheld la atrocidad que estaba viviendo su familia cuando la última dictadura cívico-militar forzó a su marido, el reconocido historietista Héctor Oesterheld, y a sus cuatro hijas Estela, Diana, Beatriz y Marina a la clandestinidad en la lucha armada por un mundo que creían mejor. Excepto Beatriz, cuyos restos pudieron ser sepultados por su madre, todos continúan desaparecidos.
Las palabras de Elsa, la única sobreviviente de la masacre, la mujer que vivió en carne propia la historia de ciencia ficción que nadie jamás hubiese imaginado y que falleció en junio de 2015 a los 90 tras 40 años de lucha por la memoria, verdad y justicia, vuelven a la luz con “Los Oesterheld”, una biografía coral de Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami que reconstruye la historia familiar. Los años felices en la casa de Beccar, la juventud de las cuatro chicas, las pasiones, las charlas en el living repletas de jóvenes que se extendían hasta la madrugada, la militancia, la clandestinidad y el horror son algunos de los capítulos que recorre esta cuidada y exhaustiva investigación nunca antes contada en un libro.
A medida que avanzamos en la investigación nos dimos cuenta de que este libro, y quizá todos los de este tipo, tienen un tiempo propio: la gran mayoría de los entrevistados, no solo nunca habían hablado sobre los Oesterheld sino que, en algunos casos, tampoco habían hablado de su propia militancia. El plan de la dictadura para desaparecer y silenciar a una generación todavía operaba internamente
Y es una biografía coral porque recupera la voz de muchas personas que de una u otra forma se vincularon con los Oesterheld. Está la voz de Elsa en primera persona, están las decenas de cartas que la familia se enviaba en viajes, vacaciones o en la clandestinidad. Está también la misiva que Estela, la hija mayor, le dejó a su madre unas horas antes de ser acribillada en 1977. Y están, además, las voces de tantos otros que con su memoria fueron dando las piezas para armar el rompecabezas de esta trama de militancia.
“Empezamos a tirar del hilo, a armar mapas, a cruzar nombres de guerra con nombres reales -el tabicamiento de la época hacía aún más difícil esto- y terminamos entrevistando a más de cien personas”, cuenta Fernanda Nicolini. “Y pasó algo que superó al libro: muchas de esas personas a las que contactamos, se reencontraron después de 40 años. Algunas ni siquiera sabían que la otra estaba viva. En Norte, donde militó Beatriz, se reagrupó la Unidad Básica de ese entonces, La Cesaris, y hoy siguen reuniéndose. O, por ejemplo, Fernando, uno de los nietos, conoció a su madrina, de la que ni siquiera sabía que existía”.
¿Por qué nunca antes se había escrito una biografía sobre la vida y militancia del emblemático apellido con final trágico en el capítulo más oscuro de la historia Argentina? ¿Por qué no se habían intentado reunir los fragmentos de este horror que vio envuelto a una familia entera? “A medida que avanzamos en la investigación nos dimos cuenta de que este libro, y quizá todos los de este tipo, tienen un tiempo propio –reflexiona Nicolini-: la gran mayoría de los entrevistados, no solo nunca habían hablado sobre los Oesterheld sino que, en algunos casos, tampoco habían hablado de su propia militancia.
El plan de la dictadura para desaparecer y silenciar a una generación todavía operaba internamente, y los vestigios de la teoría de los dos demonios también: recién a partir de un contexto político e histórico de ampliación de los juicios por lesa humanidad, de políticas públicas de memoria, verdad y justicia y de reivindicación de la militancia, se abrió el campo para que muchas memorias y recuerdos salieran a la luz y se hicieran colectivos”.
Como en un coro o en una multitud donde una voz sola puede desafinar, pero muchas juntas, afinan por naturaleza, “Los Oesterheld” recupera esos pedazos del rompecabezas y centra su temporalidad entre 1971 y 1977, los años de militancia de Héctor, Estela, Diana, Beatriz y Marina. Y así, la militancia se posiciona como el eje motor que estructura el libro “aunque en paralelo –señala Alicia Beltrami- las vidas de Héctor y Elsa nos retrotrajeron en el tiempo y en conjunto nos permitieron armar una biografía coral en el sentido de que a medida de que narramos a cada uno de los Oesterheld, también estamos hablando de muchísimas otras personas e, inevitablemente, de la historia del país”.
Por eso mismo no es el célebre autor de “El Eternauta” quien ocupa el rol protagónico de esta biografía. La decisión no fue azarosa, las autoras tuvieron como objetivo reponer la figura de las cuatro hijas. La presencia de Héctor como guionista, dice Nicolini, “ya estaba muy transitada a través de su obra o de colegas que lo habían conocido, en cambio las lagunas, las preguntas, las dudas, lo no dicho, empieza cuando sus hijas se suman a la militancia y él también. Ahí estaba el hiato que queríamos contar, hasta llegar a la foto final de la tragedia”.
“Hubo una intención original –agrega Beltrami- de enfocar en las chicas para desarmar esa foto estática que existía de ellas: cuatro mujeres sonrientes, bellas, angelicales, educadas en buenos colegios de la Zona Norte. Queríamos descubrir y reconstruir a cada una en sus particularidades como militantes pero sobre todo como mujeres”.
Es que más allá de Héctor, poco se sabe de las hijas: qué hacían, cuáles eran sus sueños, su militancia, por qué luchaban. Con “Los Oesterheld”, Nicolini y Beltrami iluminan así sus trayectorias, las reconstruyen, las vuelven a poner en el lugar de dónde las arrancaron, de a pedacitos. Por ejemplo, Estela, la mayor, dibujaba y pintaba “y cuando entró en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano, a comienzos de la década del 70 y en plena ebullición estudiantil tras el Cordobazo, la incipiente aparición de grupos armados y la posibilidad del regreso de Perón, conoció al Vasco, quien sería su compañero y padre de Martín.
Ambos empezaron militando en Villa Argentina, en Avellaneda, y luego, incorporados a Montoneros, siguieron en la Columna Sur”, mientras que Diana, también con su veta artística, arrancó por el teatro “hasta que empezó a cuestionarse si desde el arte se podía generar un cambio revolucionario y se volcó completamente a militar. Primero con el grupo de Estela, después en una Unidad Básica y en una villa en el sur de la ciudad de Buenos Aires y finalmente en Tucumán, a donde fue con su compañero, Raúl Araldi, y su hijo recién nacido, Fernando”, describe Nicolini. Hace dos años, Fernando, recuperó los restos de su padre. Su madre sigue desaparecida.
A Diana le sigue Beatriz. Fue a la primera que mataron y la única que Elsa pudo sepultar. “Beatriz empezó a militar cuando aún no había terminado el secundario junto al que era su novio y vecino, Miguel Fernández Long. Ella fue, quizá de las cuatro, la que siempre se mantuvo cerca del territorio, de las bases y del grupo original con el que empezó a militar, en tiempos en los que Montoneros exigía la militarización y ocupar cargos y cuadros dentro de la organización”. Y la más chica, Marina, tenía 14 años cuando sus hermanas empezaron a militar. Ella quiso sumarse desde el principio, “primero la mantuvieron un poco al margen por la edad y después se sumó a la UES, la pata estudiantil de la JP, luego incorporada a Montoneros. Ella finalmente pasa a militar en la Columna Sur con su compañero, Alberto Seindlis, de quien estaba embarazada cuando desaparece en noviembre de 1977”.
De quien más se conoce es de Héctor. Se sabe de él por su obra literaria, sus historietas, su mundo de ficción. Se sabe también que estuvo detenido en tres centros clandestinos: Campo de Mayo, El Vesubio, donde padeció su cautiverio junto al escritor Haroldo Conti, desaparecido hace 40 años, y El Sheraton. Y que a comienzos de 1978 nadie más tuvo registro de él. Pero lo que acaso menos se conoce es cómo se incorporó a la política orgánica: “Mientras observa que sus hijas empiezan a hacer su propio camino militante, y estimulado especialmente por Diana, se suma al Bloque Peronista de Prensa. A su vez, empieza a colaborar con el diario Noticias y con El Descamisado, transformando su oficio en una herramienta de militancia”, indica Nicolini.
“Ahí surgen la reversión de Guerra a los Antartes, la serie Latinoamérica y el Imperialismo-450 años de guerra y Camote, la historieta explícitamente militante que salió publicada en Evita Montonera. Finalmente Héctor se incorpora a Montoneros en la estructura de enlace, que eran quienes hacían de correo entre altos miembros de la Conducción, y vive en la clandestinidad hasta abril de 1977, que lo secuestran”.
¿Con qué Héctor Oesterheld se encontraron? “Preguntarnos qué había detrás de la imagen del historietista que había creado y representado con su vida la idea de héroe colectivo nos permitió complejizar el perfil de un hombre con un talento descomunal para escribir, lector voraz, amante de la naturaleza, pésimo administrador y algo ingenuo para los negocios, un tipo bueno y un tanto vanidoso capaz de ir detrás de sus convicciones, aun si eso implicara lidiar con complicaciones desmesuradas”, dice Beltrami. “Eso fue lo que sucedió cuando se abocó a escribir historieta (considerada un género menor aun en su época dorada) soportando penurias económicas; cuando criaba a sus hijas de un modo atípico bajo la mirada estigmatizante de los vecinos, o cuando se incorporó a Montoneros”.
Y en esta reconstrucción biográfica, el testimonio de Elsa aparece para contar una parte de la historia. Su presentación basta y sobra: “Mi nombre es Elsa Sánchez de Oesterheld y soy la mujer de Héctor Germán Oesterheld, famoso en el mundo por haber escrito la historieta `El Eternauta`. En la época trágica de este país desaparecieron a mis cuatro hijas, mi marido, mis dos yernos, otro yerno que no conocí, y dos nietitos que estaban en la panza. Pero prefiero recordar los años en los que fui feliz».
“Cada encuentro con Elsa fue tan esclarecedor como conmovedor. Estábamos frente a una mujer que había logrado reinventarse, convertir el dolor en amor y lucha, y que por sobre todo seguía pensando en lo que estaba por venir, en compartir con sus nietos y bisnietos, en vivir plenamente. También estábamos ante la única sobreviviente de la familia que podía reinterpretar o hacer nuevas lecturas de su propia historia, todas relecturas tan agudas como viscerales”, cuenta Beltrami.
“Un recuerdo estremecedor de las primeras entrevistas –recuerda la periodista – fue cuando nos contó que al enterarse de la muerte de la última hija que quedaba con vida dijo ´bueno, ya está, se terminó este calvario´. Por todo eso decidimos poner su testimonio en primera persona y con este recurso encontramos esa clave para dar cuenta de su versión y completarla con las demás versiones que recabamos a través de los testimonios y las cartas familiares”
Cada encuentro con Elsa fue tan esclarecedor como conmovedor. Estábamos frente a una mujer que había logrado reinventarse, convertir el dolor en amor y lucha, y que por sobre todo seguía pensando en lo que estaba por venir, en compartir con sus nietos y bisnietos, en vivir plenamente. También estábamos ante la única sobreviviente de la familia que podía reinterpretar o hacer nuevas lecturas de su propia historia, todas relecturas tan agudas como viscerales
Tras el aniquilamiento de su familia, Elsa Sánchez de Oesterheld comenzó un derrotero en búsqueda de los restos de sus familiares y de sus dos nietos apropiados en cautiverio (Diana y Marina desaparecieron embarazadas). Se incorporó a Abuelas de Plaza de Mayo y su nombre se alzó en alto como un símbolo de lucha y derechos humanos. Con el tiempo, explica Beltrami sobre la transformación de esta mujer, Elsa “comienza a tomar verdadera dimensión del accionar del aparato represivo del Estado y de lo que había sucedido con sus familiares y miles de sus compañeros desaparecidos. Si bien siempre se manifestó en contra de la lucha armada y criticó a la conducción de Montoneros, el tiempo le permitió revalorizar el accionar y los valores militantes enarbolados por sus hijas. Ella misma transformó su dolor en lucha”.
Fue mucho el trabajo que Nicolini y Beltrami transpiraron en esta biografía. Fueron horas de entrevistas, de despertar memorias, leer cartas, cruzar nombres. Y su resultado no sólo dio una investigación urgente sobre los Oesterheld sino que también les mostró una realidad: “que hay muchas historias de familias completas devastadas por la dictadura”.
El apellido Oesterheld, reconocen, es “un icono” porque “concentra la tragedia, la ferocidad de una dictadura que buscó aniquilar física y culturalmente a una generación; y también la lucha de una madre-abuela sobreviviente que buscará durante toda su vida a dos nietos desaparecidos. Y por otro, a la distancia, -condensa Nicolini por las dos- la comprobación de que existe una memoria colectiva indestructible que en algún lugar mantiene viva a esa generación y que en los Oesterheld también tiene como símbolo una figura que trascendió tiempo y espacio: la del Eternauta”.
*Por Milena Heinrich, para Revista Haroldo. Todas las fotos pertenecen al libro «Los Oesterheld», de Editorial Sudamericana, 2016.