Cultura del bajo pueblo

Cultura del bajo pueblo
21 mayo, 2019 por Redacción La tinta

Por Francisco René Santucho para La tinta

“En esta época de decadencia de un orden social
-y por consiguiente de un arte- el más imperativo
deber del artista es la verdad.
Las únicas obras que sobrevivirán a esta crisis,
serán las que constituyan una confesión y un testimonio.”
[José Carlos Mariátegui]

Es sabido que la cultura nos atraviesa. Crea constantemente y se reinventa interpelando los tiempos.

Un activo desempeño durante la Revolución de Mayo de 1810 y las posteriores guerras por la causa emancipatoria, tuvieron los sectores populares más atrasados. Actores estratégicos del pulso histórico en aquellos años. Desde 1806, contra los invasores ingleses y, posteriormente, como aguerridos protectores de un proceso gestante de soberanía. Sin embargo, son ellos los menos reivindicados por la historia.


Las nuevas clases dominantes erigidas daban letra para una historiografía hegemónica de un curso blanco de nuestra historia. La sesgada pluma sobre los datos históricos para dar cuenta de las gestas libertarias, procurando turbar el rastro de pardos, morenos, artesanos, gentes de oficios, mayoría de mujeres y hombres pobres, protagonistas de aquellas batallas. Sofocar el sentido emancipador de la cultura popular para la construcción de la perspectiva histórica.


Como sucediera también ante la encendida rebelión continental de Túpac Amaru y la pretensión de soslayar hechos de semejante magnitud histórica. Mismo destino final. El negacionismo sobre el destacado rol plebeyo. La élite, –como en toda época- celosa y selectiva de sus gustos y placeres, ha filtrado, según su interés, algunas representaciones materiales y no materiales de la cultura popular para auto-legitimar ciertas prácticas puestas en clave cultural. Siempre que no vea afectada su identificación como clase dominante y provoque tensiones políticas e ideológicas, han priorizado como signos distintivos de sus usos, ya sea como fetiche o como mercancía, aquellas apropiaciones, disociándolo cuidadosamente de aspectos más urticantes a su interés.

Nada que emane vestigio de sublevaciones o significativas radicalidades, en clara intención de neutralizar una cultura en sentido emancipador o invisibilizar tales potencialidades del bajo pueblo. Demarcar bien la división naturalizando la racialización sobre los sectores bajos, aventando juicio desdeñoso contra los pobres en alusión al color de piel.

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Tanto José Carlos Mariátegui como el filósofo Cassirer, unen su pensamiento al señalar que la Cultura se funda en manifestaciones culturales, que constituyen “formas simbólicas” -diría el pensador polaco- sobre las cuales las personas asumen la manera de entender la realidad.

Todo un despliegue estratégico del poder de lo simbólico que opera –sistemáticamente- en múltiples sentidos y cuya funcionalidad pretende apuntalar el convencimiento de un “orden lógico” de la vida social cultural. En efecto, acciona subrepticiamente para la conquista de subjetividades como así también en la invención de imaginarios devenidos en verdades. La conquista cultural, entonces, como antesala del control político.


La élite, a lo largo del tiempo, ha logrado montar un esquema integral, con un entramado de hilos invisibles y otros cuantiosos sistemas de transmisión ideológica, cuyo flujo constante penetra el universo de lo público, sobre lo que se asienta luego la producción de una retórica discursiva tramposa, como mecanismo para la dominación social.


Hoy, la grieta, que ha permanecido desde entonces, asoma nuevamente, puesto que el Capitalismo “moderno”, sostiene su andamiaje en las formas de relación social cultural de tipo colonial, sobre todo, en su actual denominación, neoliberal. Las trabajadoras y trabajadores, ocupados o no, los anónimos, los nadies, los invisibilizados, aquellos que se enfrentan a un mundo que arrasa y arremete contra toda la humanidad, que mercantiliza los sueños, son el bajo pueblo en la nueva conformación histórica, donde anida el entumecido grito y la efusión de una cultura popular que ansía de libertad.

* Por Francisco René Santucho para La tinta

Palabras claves: Revolución de Mayo de 1810

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