Día de la lucha (y esperanza) campesina
Por Leonardo Rossi
El Día de la Lucha campesina, hoy, 17 de abril, refiere a un hecho criminal contra una comunidad rural, la de Dorado dos Carajás en Brasil, en 1996. Pero dar toda la dimensión que esa masacre implica tal vez nos pueda reconectar desde otro lugar con unas de las esencias de la vida, el alimento, energía de la tierra, el sol y el agua que nos sostiene vivos.
Desde sus orígenes, el capitalismo declaró una guerra abierta contras las comunidades campesinas (cercamientos, desplazamientos forzados, masacres, hogueras para cuerpos y saberes), auto-suficientes en materia alimentaria. Esclavización, genocidios, servidumbres. Palabras que se entremezclan con un mismo patrón: la expansión de estructuras económicas tendientes a erosionar la autonomía de la vida de miles de comunidades en cada región del planeta. Masacres directas e indirectas para desgarrar a las poblaciones de su vínculo con la tierra, soporte biofísico, pero, sobre todo, trama cultural de conexión con la naturaleza.
Si la separación ciudad-campo fue un objetivo político central de los ideólogos del capitalismo y la separación hombre-naturaleza uno de sus grandes soportes ontológicos, persistir en la búsqueda de sanar esa “fractura socio-metabólica” (Marx) es un desafío político ineludible. Si los «progresos» de la vida urbano moderna solaparon esta contradicción principal del capitalismo, el actual escenario de crisis civilizatoria (climática, migratoria, laboral, habitacional, ecológica, política-institucional y sigue la lista) pone cara a cara a las grandes mayorías frente a sus consecuencias: hambre estructural, enfermedades crónicas producto de la comida industrial, urbes donde el agua y el aire sano son un deseo, y el hábitat digno un recuerdo añejo.
Verdaderos «planetas de ciudades miseria» (M. Davis), su contraparte, millones de hectáreas des-habitadas, vacías de humanos y no humanos, de vida en su sentido denso. Es por eso que, en tiempos de urbes de anónimos consumidores, mega-industrias (des)alimentarias e insalubres territorios para la vida, es esperanzador recordar que aún están ahí campesinas y campesinos, agricultoras y huerteros.
Están vivas, no les han matado, re-existen (Porto) tras tanta masacre física y espiritual. En varias ciudades del país, colectivos rurales harán de este 17 de abril un día para encontrarse en ferias y mercados populares con quienes habitan la ciudad. Serán esos momentos un espacio-tiempo otro de la lógica citadina para zurcir ese desgarro de la trama de la vida que la acumulación originaria –siempre reactualizada- aún nos lega como verdadera pesada herencia. Será el alimento, entonces, un ovillo para re-entramar de forma colectiva el tejido de la vida.
Es, entonces, tiempo de que la lucha campesina no sea ya vista como un hecho ajeno, sino que se haga fibra sensible en los urbano-modernos, que aún cargamos el espectro campesino en nuestra historia como una terrible expropiación, pero que germina también en nuestro futuro, como esperanza.
*Por Leonardo Rossi / Imagen de portada: Leonardo Rossi.