Me da vergüenza
Sin previo aviso, Zulma Lobato se presentó en el programa que conduce Moria Casan y denunció que el Hospital Muñiz la dejó sin medicación para el VIH. La Organización Mundial de la Salud estima que la proporción de mujeres trans viviendo con VIH es 49 veces mayor que la de la población adulta general.
Por Nicolás Páez
Y comienzo por mí, cuestionándome el privilegio de tener una prepaga que no sólo me provee mi tratamiento para el VIH, sino que, además, me lo trae hasta mi trabajo.
Me da vergüenza porque fuimos muchxs lxs que advertimos en 2015 que, con Mauricio Macri, las personas con VIH que se atienden en el sistema público de salud iban a quedar sin medicación.
Me da vergüenza porque quienes estamos involucradxs en esta causa todos los días recibimos reclamos de compañerxs a lxs que no les están proporcionando el tratamiento antirretroviral o, con suerte, se los racionan cada 10 o 15 días.
Me da vergüenza porque nadie sabía que Zulma Lobato tiene VIH y tuvo que salir a contar lo que todxs sabemxs y nos hacemos lxs pelotudxs.
Me da vergüenza porque estoy seguro de que ella no quiso jamás revelar su estatus serológico, pero, ¿sabés qué? la necesidad tiene cara de hereje, dice un refrán y el miedo al sida, el miedo a la muerte hoy tiene cara de Zulma Lobato.
Esa mujer, de quien los medios hicieron uso y abuso mientras les rindió el rating y luego la dejaron tirada, tan tirada que hoy se apareció en el programa de MORIA CASÁN pidiendo ayuda desesperadamente porque el Hospital Muñiz, el más importante de infectología de Argentina, hace un mes que no le otorga su tratamiento para el VIH.
Me da vergüenza que ella tenga que visibilizar con su diagnóstico, el que, reitero, estoy seguro no quería revelar, la crisis social por la que estamos atravesando desde que Mauricio Macri asumió como Presidente. Lo dijimos. Lo advertimos. Les avisamos. Así como Zulma, hay miles de personas a lo largo y ancho del país en iguales condiciones.
Y recordemos que Zulma es una mujer trans en un país en donde la expectativa de vida de una mujer transexual o transgénero es de 35 años. Ella tiene muchos más y tiene miedo de morir, ya no por su identidad sexual y de género, sino por una infección crónica, tratable que no es mortal en el mundo. En el mundo, en Argentina de Macri sí. Pero, para ella, sí lo es.
Me da vergüenza. Ni Ministerio de Salud tenemos.
Espero que la Dirección de Sida, ETS, Hepatitis y TBC tenga la dignidad de intervenir.
*Por Nicolás Páez.