Microbolsonarismos

Microbolsonarismos
14 diciembre, 2018 por Redacción La tinta

El gobierno se juega una carta fuerte imitando la campaña presidencial de Jair Bolsonaro: normativizar el sentido común construido por la derecha e inmerso en el inconsciente colectivo del argentino promedio.

Por Agustín Ortiz para Revista Espartaco

América Latina sufre desde hace unos años la avanzada de la derecha más recalcitrante que parece no conocer techo y año tras año nos sorprende desarrollando una fase superior. La llegada de Jair Bolsonaro al poder en Brasil no solo no es un caso aislado, sino que podríamos ubicarla dentro de la etapa más avanzada del neofascismo que ha llegado para quedarse. El ascenso de una figura tan polémica, pero con semejante apoyo popular no debería extrañar a nadie. Ahora bien, ¿por qué no habría de asombrar su arraigo en la sociedad brasileña? Porque apela al sentido común más profundo, y así exalta las miserias que cada miembro de una sociedad enferma lleva en sí.

En este sentido, el fenómeno que sucede en Brasil sí que excede las categorías de izquierdas y derechas puesto que la presencia del sentido común en el inconsciente colectivo, en los impulsos no corresponde a una identidad política. Estas construcciones discriminatorias nos han sido inculcadas a todos desde niños, pueden haberse profundizado o reducido en más o menos casos, luego cada uno puede preferir deconstruirlas o hacerlas carne cual norma. ¿Cuántas veces hemos oído que los inmigrantes vienen a quitarnos el trabajo o que las leyes están hechas para los chorros, en ámbitos que van desde la cena familiar hasta los programas en los canales de mayor audiencia? ¿Cuántas veces hemos oído en un estadio de fútbol que los de la hinchada rival son todos putos, bolivianos y paraguayos, aun cuando quien canta lleva tatuado el rostro del Che Guevara?

Brasil jair Bolsonaro acto la-tinta

Los comentarios de las páginas web de los diarios La Nación, Clarín o Infobae no son en su totalidad trolls globoludos, sino que más bien representan los comentarios genuinos de un buen número personas con un pensamiento horrible. Lo que diferencia a los foristas es tener un teclado a mano y un espacio donde gritar esas ideas a los cuatro vientos. Esto demuestran cada vez que una mujer realiza una denuncia por violencia de género y termina siendo víctima de críticas por usar lenguaje inclusivo o por alguna característica personal que se convirte en su flagelo. «Una fanática de los boliches, que abandonó la secundaria», titulaba «el gran diario argentino», en lugar de hacer foco en el femicidio del que Melina Romero fue víctima. No es un caso aislado: Santiago Maldonado. Que murió ahogado; y que, si Gendarmería lo asesinó, que se joda por meterse donde no le correspondía.


Estas expresiones cotidianas ya las mencionaba Raúl Scalabrini Ortiz en El hombre que está sólo y espera (1931). Por ejemplo, la expresión del «no te metas», una de las formas más tibias del sujeto apolítico, terminamos encontrándola cuando el cantante de una banda de moda le pide a su público que no insulte al presidente por no tener banderas políticas, aunque en otras declaraciones haya pregonado un «escuadrón antichorros».


Las características principales del desenlance de la derecha en el poder en América Latina le quedaron chicas a Francis Fukuyama mismo, que en los ’90 teorizaba el fin de la historia (entendida como el fin de las ideologías) en la combinación de democracia liberal y economía de mercado, el fin último al que la humanidad puede aspirar, y opuesto a la dictadura del proletariado ansiada por el marxismo.

Entre Bolsonaro y Macri hay matices, pero también muchas similitudes. El brasileño es abiertamente un fascista, y el argentino, un empresario neoliberal. En este siglo, fascismo y neoliberalismo van de la mano en tanto modelos capitalistas puesto que la economía de mercado en esta nueva configuración ocupa un rol central acompañando las ideas y acciones fascistas desde lo social. Desde el punto de vista económico, el fascismo original es proteccionista e industrializador, y el neoliberalismo surgió post Segunda Guerra Mundial como respuesta al daño causado por las derechas reaccionarias europeas. Pero el facho sudamericano es distinto, es el que justifica recortes a su propia vida con tal de que el de al lado y el pobre no tengan más que él. Es conservador en lo social y liberal en lo económico.

conservador fascismo facho neoliberal
(Imagen: Colectivo Manifiesto)

Por eso, estos neofascismos se presentan luego de gobiernos populares como la salvación al temido populismo corrupto, como una renovación, una nueva forma de hacer política que en realidad no es tal porque son políticos profesionales de hace décadas. Aparecen apelando a la demagogia, buscando exaltar las emociones del votante, diciendo lo que el ciudadano común quiere escuchar, aquel que se jacta de «la-bu-rar» y está cansado de los planes sociales y de los inmigrantes que vienen a robarle el trabajo, aunque en esa ensalada propia del Baby Etchecopar también adhiere a la idea de que en este país nadie no quiere laburar y que los inmigrantes vienen a robar y vivir del Estado. El facho promedio de este país y de Latinoamérica está cortado por la misma tijera y repite los mismos latiguillos, sea en castellano o en portugués, y no necesariamente tiene que ser un burgués para hablar como tal, sino que puede ser igual de pobre o morocho que a quien critica, y así pasar a engrosar las filas de los desclasados que votan a sus verdugos. De eso se trata el concepto de hegemonía de Gramsci, que se basa en la construcción de un discurso de la clase dominante que se convierte en el sentido común de las clases dominadas.


Es por eso que en la campaña de 2015 de Macri, la tía cincuentona de la familia se sentía orgullosa de todo lo que prometía el actual presidente afirmando que al fin alguien hablaba como un verdadero político y que, como era rico, no iba a robar. El motivo por excelencia para que la campaña de Macri calara tan hondo en gran parte la sociedad argentina es que solamente mencionó argumentos del sentido común y, por lo que estamos viendo, entre la teoría y la práctica hay un abismo.


Ahora, a punto de transcurrir el cuarto año de su mandato, el gobierno de Cambiemos intenta esquivar la crisis producida por el brutal ajuste cotidiano y violentamente gradual sobre la clase media y los trabajadores, de modo tal que recurre a la bolsonarización de sus políticas, habiendo visto el éxito del ganador de las elecciones de Brasil. El gobierno intenta pinchar a los argentinos en lo más profundo de sus microfascismos, en este caso, de sus microbolsonarismos. Mientras los medios nos muestran a un policía militar de Río de Janeiro abatir a un ladrón, y los lectores de los diarios del establishment lo celebran a viva voz, el ministerio de Seguridad legaliza la doctrina Chocobar, a través de la que da vía libre a las fuerzas de seguridad para que disparen por la espalda, si lo creen necesario, sin recibir ninguna acusación por gatillo fácil que pueda ocasionarles causas a las justicias. De esta manera, gana el Baby Etchecopar y gana Feinmann cuando celebra en vivo y en directo que maten a un presunto ladrón. Y eso al sentido común del argentino le gusta porque está convencido de que la mano dura es lo correcto. Gana la impunidad disfrazada de justicia.

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(Imagen: Colectivo Manifiesto)

Si el discurso ultraderechista fue exitoso en Brasil, en Argentina buscan aplicarlo y esto convierte al gobierno de Macri en una escalada hacia el neofascismo. Si bien -como dije- entre Macri y Bolsonaro hay muchos matices, las aberraciones que ya vimos en los asesinatos de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel o en las felicitaciones a Chocobar son parte de la bolsonarización que viene de la mano de Patricia Bullrich y le permite al gobierno argentino quedar en un estadío intermedio entre lo que ya son y el caso brasileño.

De cara a 2019, año electoral, el más importante y crucial para Cambiemos, veremos si aplicar los métodos del país vecino producirá los mismos resultados o lo hundirá como uno de los gobiernos más ajustadores y represivos de la historia argentina.

*Por Agustín Ortiz para Revista Espartaco

Palabras claves: "seguridad", Cambiemos, Jair Bolsonaro, Patricia Bullrich

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