“Cuando más fuerte es el imperativo de la masculinidad, más expuestos están a situaciones de riesgo”
Por Ariana Ortega para Observatorio Petrolero Sur
La investigación realizada por el antropólogo Hernán Palermo, cristalizada en el libro «La producción de la masculinidad en el trabajo petrolero” (Biblos, 2017), indaga en clave crítica las masculinidades en el sector. Una perspectiva original para un libro sin precedentes por varios motivos: por un lado, se inscribe en los enfoques de género profundizando en las masculinidades -un eje no muy frecuente- y por otro, relaciona el sistema de géneros con el sistema productivo, y evidencia cómo no pueden funcionar el uno sin el otro, tomando como caso de estudio los yacimientos de Comodoro Rivadavia. La evidencia de la mutua dependencia de ambos sistemas -de género y clase- plantea la necesidad de repensar aciertos y desaciertos en las estrategias de los trabajadores para enfrentar los embates neoliberales y luchar por su calidad de vida.
Palermo comienza su libro con una cita de la escritora y activista feminista italo-estadounidense Silvia Federici: “El género no debería ser considerado una realidad puramente cultural, sino que debería ser tratado como una especificación de las relaciones de clase”, estableciendo a partir de allí su vinculación. El autor enfoca su análisis en explicar cómo y por qué la construcción de estas masculinidades hegemónicas -propiciadas por empresas y sindicatos- impacta de manera muy perjudicial en la calidad de vida de los trabajadores petroleros. Indaga sobre la llamada cultura del aguante, la manera en que las masculinidades operan sobre el espacio de trabajo y la esfera doméstica; y sobre el rol de las políticas empresarias: a qué estándares de productividad responden y, específicamente, qué vinculación tienen con el incremento de accidentes recurrentes en los yacimientos.
La investigación resulta de lectura urgente para aquellos interesados en comprender el mundo del trabajo petrolero, que buscan encontrar nuevos enfoques para pensar alternativas de transición energética, y para quienes creen que tanto las comunidades en los territorios como trabajadores y trabajadoras organizados, tienen un rol fundamental para estos cambios.
Macho petrolero: estereotipos en combustión
El autor emprendió esta original investigación por su propia cuenta, partiendo de las experiencias que tuvo en 2011 en territorio, mientras realizaba una investigación sobre la mirada de los trabajadores petroleros y sus familias de las diferentes etapas de YPF y las políticas empresarias que han modelado históricamente el colectivo de trabadores. El análisis abarcó desde la fundación de YPF hasta su privatización y posterior control por parte de Repsol. Durante el trabajo de campo, tanto las bromas suscitadas en los yacimientos petroleros, como diferentes acontecimientos en Comodoro Rivadavia, indujeron a Palermo a pensar el trabajo en el sector desde un enfoque de género. Desde las herramientas teóricas con las que contaba en ese momento, no era posible comprender su significado. “[Hubo] muchos chistes sobre la figura del investigador porteño, [también hubo] situaciones relatadas: derechos de piso, prácticas de ‘joda’ entre compañeros, con un límite difuso entre la violencia sexual y el chiste”, contó Palermo durante una presentación de su libro; incluso recordó un caso traumático para Comodoro Rivadavia: un petrolero violó a un compañero, quien se suicidó cuando el hecho tomó estado público. Estos acontecimientos y situaciones ocurridas en territorio dieron el puntapié inicial para que el autor se interesara por las perspectivas teóricas y metodológicas de Silvia Federici, Rita Segato, Simone de Beauvoir, Gayle Rubin, Iris Yung, Raewyn Connell, Mathew Gutmann, y por los estudios de caso de Mara Viveros Vigoya, Norma Fuller, entre otras y otros investigadores.
La producción de la masculinidad en el trabajo petrolero se divide en siete partes, introducción, cinco capítulos y reflexiones finales. Palermo empieza el recorrido histórico explicando la construcción de la masculinidad heroica bajo los procesos de disciplina fabril, que operaron desde el período de instalación de la industria petrolera -bajo control castrense- hasta la década de 1970, cuando comienzan las “privatizaciones periféricas”. En los comienzos de YPF, la empresa fue consolidando una ideología y prácticas basadas en el nacionalismo petrolero. “Este proceso de ‘argentinización’ de los trabajadores concordaba, en parte, con la idea de Mosconi [primer presidente de la petrolera] de erradicar ideologías obreras opuestas al desarrollo de la empresa. Los trabajadores debían retribuir a YPF no solo con su trabajo, sino también con demostraciones concretas de patriotismo que garantizaran fidelidad y lealtad con la empresa y por ende con la Nación. Es posible apreciar cierta idea prusiana en esta perspectiva; lo cierto es que desde la dirección de YPF se intentó conciliar el ideal de un trabajador con el de un soldado” (Palermo, 2017: 38). Detallando una multiplicidad de significantes de la época, Palermo nos introduce a los conceptos de disciplina fabril y masculinidad heroica y a los imaginarios sociales operativos en esa época, las reinas del petróleo, dulces madres e hijas “que no gobiernan” y los hombres ypefianos, trabajadores sacrificados por la patria, la nación y el progreso, cuyo mandato fue “forjar el desarrollo de la nación” (2017: 51-54). Estas caracterizaciones permiten comprender cómo fueron construidas las masculinidades hegemónicas propiciadas, en primer lugar, por la gestión militar, y luego por los directores civiles, de la mano de las necesidades productivas de la empresa estatal.
En una segunda parte, Palermo analiza el avance privatizador de la década de 1990: el desguace de YPF Sociedad del Estado (SE) que pasa a ser YPF Sociedad Anónima (SA), propiciando cambios tendientes a configurar un nuevo colectivo de trabajadores –los petroleros- al servicio de los nuevos criterios de productividad. La desocupación, la emergencia de empresas privadas, las campañas de desprestigio de la empresa estatal y la fragmentación laboral se configuran como experiencias obreras traumáticas. Los trabajadores petroleros emasculados, castrados simbólicamente, comienzan a ser parte de un colectivo a quienes la sociedad comodorense comienza a feminizar nombrándolos viudos de Mosconi, trabajadores despedidos que fracasaron en su intento de reconfiguración laboral como cuentapropistas.
Habiendo experimentado experiencias traumáticas, y ahora como empleados en diferentes empresas privadas, “los herederos de la privatización de YPF conciben su trabajo en tanto medio para alcanzar cierto desarrollo económico” (Palermo, 2017: 64), en vez de sentirse los héroes de la nación.
Palermo dedica el resto del libro a caracterizar a los “petroleros” actuales y su vida cotidiana: las jerarquías empresarias, las dinámicas y lógicas homosociabilizadoras, los riesgos a los que se ven expuestos y la falta de cuidados en el yacimiento, exacerbadas por el mandato del esfuerzo y la virilidad de la cultura del aguante. Los cuerpos marcados y cortados evidencian las situaciones peligrosas por las que pasan los trabajadores constantemente: cumplen jornadas extenuantes de 12 horas (trabajan, descansan y vuelven) o 14 horas (durante 14 días con permanencia en el equipo), manipulando equipos pesados en contextos climáticos muy desfavorables y con una “atención flotante”, producto de los turnos agotadores y de las jornadas extensas -que muchas veces aguantan recurriendo al consumo de narcóticos. Para el autor, en estos casos “la masculinidad conduce paradójicamente a la inversión de sentidos: mientras que quien la ejerce se siente dominante, a partir de una posición jerarquizada de género, al ejercerla contribuye indefectiblemente a una inmensa vulnerabilidad frente a los intereses empresarios” (Palermo, 2017: 90). A su vez se detiene a analizar la alienación que sufren tanto en el trabajo, donde el pozo manda, como en sus casas, en donde se sienten incapaces de desarrollar una vida sexual satisfactoria, allí deben negociar con “las brujas del siglo XXI” (2017: 102) y también con sus propios hijos. En la casa, las masculinidades de los petroleros se consolidan como masculinidades infantilizadas.
Maximización de la masculinidad
En la referida presentación del investigador, Santiago Morcillo participó como panelista comentando el trabajo de Palermo. En aquella oportunidad, aseguró que “la violencia de género se ha convertido en un tema [relevante actualmente], pero la mirada general no permite comprender cómo se construye esa violencia de género. En la coyuntura política actual, la respuesta a la violencia es punitiva y no nos va a llevar un lugar distinto. Hay que pensar críticamente sobre las masculinidades para no caer en la respuesta punitiva, que va de la mano con la idea de la violencia en el momento del acoso. Poner a alguien en la cárcel no lleva a ningún lado”.
Además el comentarista agregó que las masculinidades siempre aparecen desde la mirada del género como un punto ciego y, a pesar de que existen estudios de masculinidades hace décadas, es un enfoque al que se llega en una segunda instancia. Según Morcillo, el libro nos permite entender mejor al hombre que “sufre en la casa y encuentra refugio entre los compañeros”, quienes también son sujetos precarizados en un modelo de trabajo jerárquico y patriarcal, en donde proliferan incidentes y accidentes que atentan contra la vida de los trabajadores.
Si bien estas condiciones de trabajo agotadoras y peligrosas han sido documentadas en otras publicaciones, la originalidad del libro reside en que Palermo le adjudica a la masculinidad petrolera un lugar central a la hora de comprender el sentido que tiene la falta de cuidados en el trabajo. Los cuidados han sido históricamente actividades femeninas: en el sindicato y en el pozo, falta el rol del cuidado, atribuido a una mirada femenina. La historiadora Edda Lía Crespo explica en el prólogo que el autor “otorga centralidad en esta construcción al espacio del trabajo y principalmente al rol que cumple la organización capitalista en el proceso de cooperación. Tal como ha planteado Silvia Federici, a partir de la acumulación originaria se ha permitido sobre todas las cosas ‘desviar el antagonismo de clase hacia un antagonismo entre hombres y mujeres […] que han separado a los trabajadores entre sí e incluso de ellos mismos’”.
Es por la existencia de esta división de roles que resulta urgente reflexionar sobre las masculinidades petroleras, por ello, Palermo afirma la importancia de sumar perspectivas de género en los sindicatos. Durante décadas las mujeres han impulsado intervenciones de este tipo al interior de los gremios, motivadas por la necesidad de visibilizar e intentar superar desigualdades de género. El autor enfatiza que los trabajadores también tienen mucho por ganar en la lucha contra el patriarcado y que las actividades de formación de género, al interior de los gremios, podrían colaborar con la transformación de los trabajadores. Sin embargo, no es una tarea fácil.
Palermo explicó en la presentación del libro que los gremios desde la década el 1990 han dejado pasar una serie de retrocesos laborales. A su vez, evidenció que la precarización laboral y la exaltación de la masculinidad de los petroleros fueron -y van- de la mano: a medida que se modifican los criterios de productividad, se exige una mayor explotación de los trabajadores y para lograrlos, las empresas utilizan esta idea de masculinidad en los yacimientos. Según el antropólogo, “hay que desandar las masculinidades, entender la importancia de la formación gremial para no construir trabajadores que vulneren su propio cuerpo y su propia vida. Hay experiencia de gremios siderúrgicos que están abordando estos temas. Cuando más fuerte es el imperativo de la masculinidad, más expuestos están los trabajadores a situaciones de riesgo y sufrimiento. Las empresas van a requerir aún más esa herramienta de la masculinidad para poder alcanzar sus criterios [de productividad], pero es desde lo gremial que es interesante poder hacer un abordaje fuerte respecto a este tema: siderúrgicos, zafreros, mineros, pesqueros. Hay muchas recurrencias para pensar este abordaje”.
Siguiendo esta línea es que Palermo afirma que el trabajo es “productor de materialidad y productor de valores, representaciones y percepciones que los sujetos interiorizan sobre su actividad laboral y que moldean prácticas sociales y su cosmovisión, más allá de los espacios mismos de trabajo” (2017: 23). Por lo tanto, los impactos se extienden mucho más allá del sector petrolero, modificando las relaciones en el territorio de manera inmediata: en el espacio doméstico y en otros espacios de socialización.
Durante la presentación realizada en Buenos Aires, Santiago Morcillo se detuvo en la intersección estas dos dimensiones: el sistema de producción capitalista con determinadas pautas de productividad y el sistema de producción de sexo-género que responde también a estas pautas. El libro refleja muy bien cómo opera esa intersección, tanto en el espacio de trabajo como en la esfera doméstica. Para el comentarista, la investigación “da un plus a las miradas sobre el trabajo: cómo aparecen estas masculinidades no sólo el espacio del trabajo sino afuera de ese espacio”, cómo se constituyen los espacios en espacios generizados: el pozo petrolero como masculino y el afuera como un espacio femenino. A su vez, cómo esta articulación entre el espacio del trabajo y el espacio doméstico constituyen una economía en la cual un espacio no funciona sin el otro. Por eso es que considera que la lectura de Silvia Federici es indispensable: el trabajo reproductivo invisible es clave para que el trabajo productivo pueda llevarse a cabo.
Nuevas perspectivas para fortalecer nuevas resistencias
La investigación de Palermo aporta herramientas muy relevantes: al cuestionar el sistema sexo-género y las masculinidades petroleras en particular, cuestiona el cimiento mismo del sistema energético, que es mayoritariamente fósil. El sistema energético argentino no podría funcionar sin los hombres trabajadores precarizados, en constante riesgo de vida, alienados de sus afectos, infantilizados en el ámbito familiar, presa fácil de las adicciones para poder aguantar el extenuante ritmo de trabajo.
Actualmente los trabajadores se encuentran sufriendo la nueva ola de flexibilización, especialmente aquellos que se desempeñan en la explotación de yacimientos no convencionales. Entre finales de 2016 y principios de 2017 la dirigencia sindical acordó nuevas pautas del convenio colectivo de trabajo: jubilaciones anticipadas, reubicación de trabajadores en otras actividades de la empresa, simultaneidad de tareas y operaciones en el yacimiento, montaje y desmontaje en horario nocturno, potestad solo de la empresa para suspender actividades por condiciones climáticas y vientos fuertes (sin requerir el acuerdo del sindicato), nuevos controles para reducir el ausentismo, trabajo de cuadrillas pese a estar incompletas, exclusión del pago de las horas de traslado a los yacimientos de la jornada laboral. A este nuevo avance se interponen resistencias que abren grietas nuevas, como es el caso de Plaza Huincul, donde un grupo de trabajadores intenta recuperar el Sindicato Unido de Petroleros e Hidrocarburíferos (SUPeH), que afirman que estos avances están poniendo en riesgo la integridad física de los trabajadores e incluso han comenzado a discutir la técnica de la fractura hidráulica, algo impensable unos años atrás.
Si cada etapa de cambio en el sector involucra una transformación subjetiva de la fuerza de trabajo que incluye la construcción de nuevas masculinidades, ¿qué tipo de masculinidades propondrán las empresas para este nuevo embate neoliberal? ¿Es esta coyuntura una oportunidad para cuestionar y resistir a los modelos de masculinidad desde los sindicatos? ¿Cómo operarían nuevas masculinidades en otro esquema de relaciones sociales? ¿Qué prácticas se suscitarían en el pozo, en las casas y en otros espacios de socialización? ¿podría continuar la explotación hidrocarburífera, tal como la conocemos, con masculinidades construidas desde la conciencia de los trabajadores?
*Por Ariana Ortega para Observatorio Petrolero Sur.