El G20 hace su juego, Macri inventa un país

El G20 hace su juego, Macri inventa un país
28 noviembre, 2018 por Redacción La tinta

Por Carlos A Villalba para Estrategia

Los números aplastan, los nombres impresionan, el despliegue de seguridad aturde, además de recortar la soberanía. Sin embargo, la reunión del G20 en la ciudad de Buenos Aires pasará sin pena, gloria, ni efectividades concretas para el país, el Mercosur y la región de Latinoamérica y el Caribe. Menos aún para sus pueblos, salvo para el argentino que, además de afrontar los gastos de la cumbre con sus aportes tributarios, estará a merced de una tropa de ocupación, espionaje y represión en su propio país, cuyos pertrechos quedarán listos para ser usados en su contra en los próximos -duros- meses de ajuste económico asfixiante dispuesto por el gobierno anfitrión.

El cónclave será apenas un minué sobre el tablero estratégico en el que la Argentina ya no cuenta, danzado para la foto por el canal técnico de “las Finanzas”, que encabezan los ministros de Economía, y el de “los Sherpas” de cada mandatario, que tienen una actividad mucho menos sacrificada que la de aquellos guías nepaleses de los que toman su apodo.

Las economías de los países miembros del Grupo suman el 85% de la riqueza que se genera anualmente a nivel mundial, el 80% de las inversiones internacionales y el 75% del comercio global, son responsables, además, del 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Los datos construyen la foto de un planeta desigual, en el que los restantes 180 países que lo conforman se reparten las escaseces que quedan, con el 1% de la población con más posesiones que el otro 99%, proporción que se corre en el plano regional al 37% de la riqueza para el 1%. En realidad esas “economías” no son sino los intereses de las grandes corporaciones y bancas transnacionales, cada vez más concentradas, impulsando el proceso sin techo de financierización y liberación económica con desregulación, que hambrea cada vez más profundamente a cada vez más personas.

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(Imagen: Ingrid Cruz para Emergentes)

La firmeza de un camino autónomo

Las políticas internas de las principales potencias sudamericanas se expresaron con energía en las reuniones del G20 desde el momento mismo de su nacimiento como cumbre de jefas y jefes de Estado en 2008. En el caso argentino, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner participó de ocho de los diez encuentros realizados hasta el porteño.

Lejos de ser un mero número para completar la foto de familia, se convirtió en una de las voces de rechazo al capitalismo financierizado desde su debut en el Washington de aquel año, cuando la crisis económica en los países desarrollados estaba en su fase más aguda y la Argentina planteó que la solución a los problemas sociales que derivaban de la contracción económica “no se encontraría a través de la expulsión de los inmigrantes, sino en su inclusión y en la generación de procesos de crecimiento y de empleo decente”.

Cinco meses después, en Londres, se produjo una fuerte discusión a partir de la pretensión de un grupo de países de incluir la defensa de la “flexibilización laboral” en las conclusiones. Encontraron la férrea oposición del entonces mandatario brasileño, Lula da Silva, secundado por su colega rioplatense; no solo se evitó que la moción cuajara, por el contrario, lograron que se incluyera a la OIT en las deliberaciones del G20, con la intención de que la voz de los trabajadores organizados se incorporase al debate. La propia Cristina de Kirchner remarcó que esas discusiones condujeron al reconocimiento del “fracaso del neoliberalismo” en el documento de cierre.

A partir de la reunión de Seúl, capital de Corea el Sur, el 10 de noviembre de 2010, la Argentina tuvo su papel más destacado a raíz de exigir la clausura de las “guaridas fiscales”, redefinición del concepto de “paraísos fiscales” que, finalmente, logró instalar en la agenda del Grupo durante la presidencia francesa de 2011, dando visibilidad mundial a la distorsión delictiva que genera el que un tercio de la riqueza privada, en muchos casos de origen opaco cuando no criminal, esté resguardada en esos nichos, sin pagar impuestos ni estar sujeta a regulación y supervisión, carente de controles a la circulación de capitales y, principalmente, sustrayendo recursos vitales para las políticas de desarrollo de los países en las que se generan.

A lo largo de las restantes cumbres, Argentina reclamó fortalecer la demanda agregada como salida para la crisis económica mundial, condenó el proteccionismo que ejercen los países desarrollados, en particular en el sector agrícola y -con el apoyo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) – se logró que la “Declaración de los Líderes” de 2014 reconociese de manera formal la necesidad de contar con “mecanismos justos, equitativos, legales y sustentables para la resolución ordenada de las reestructuraciones de deudas soberanas”, un golpe directo a los fondos buitre.

Durante ese período, la Argentina consideraba que el G20 no era el foro más adecuado para tratar los temas geopolíticos, entre ellos la “lucha contra el terrorismo” y, por el contrario, apeló a lo que su diplomacia llamaba “el G193”, es decir la Asamblea General de las Naciones Unidas, el foro que, según la definición del último canciller kirchnerista, Héctor Timerman, “detenta la legitimidad que otorga la membresía universal”, además de contribuir a la construcción de espacios regionales de resolución.

El crecimiento económico y social de la región durante esos años hizo que sus representantes no fuesen actores de reparto ni decorados hiper vigilados, sino impulsores de iniciativas y discusiones impulsadas por sus realidades soberanas, no alineadas a los poderes del mercado, a las potencias dominantes o a sus flotas, por estos días acantonadas en toda la extensión del Río de la Plata y desplegadas en la totalidad de aeropuertos con que cuenta el país.

Reversa

Los cambios producidos en la Argentina con la derrota electoral del peronismo-kirchnerismo en 2015 y en Brasil con la destitución ilegal de la presidenta Dilma Rousseff y la proscripción judicial de Lula da Silva, que terminó entronizando a Jair Bolsonaro, debilitaron de modo extremo el andamiaje institucional de la región, construido a lo largo de más de una década, con el concurso de mandatarios como el boliviano Evo Morales, el venezolano Hugo Chávez, el ecuatoriano Rafael Correa y el brasileño Lula da Silva.


A juicio de Jorge Taiana, canciller de Néstor y Cristina Kirchner y coordinador del Grupo de Trabajo Internacional Mundo Sur, el presidente Mauricio Macri “boicoteó todas las instancias políticas y económicas de integración regional como Mercosur, Unasur (Unión de Naciones Suramericanas), Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) o Parlasur (Parlamento del Mercosur)».


El reflujo de administraciones consustanciadas con los intereses de sus pueblos y sus países, dinamitó los esfuerzos de integración regional soberana desarrollados desde comienzos de siglo, con la consecuente destrucción de los avances logrados en el proceso de integración económica, las propuestas de colaboración financiera sin sujeción a los mandatos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el desendeudamiento externo, además de acabar con las posturas compartidas ante negociaciones multilaterales de diferente índole que contemplaron incluso temas de coordinación para la defensa.

El escenario de los últimos años muestra a las autoridades de Argentina, Brasil y de otros países del continente desmarcándose de los acuerdos regionales para aceptar de manera acrítica las imposiciones, políticas y estrategias de Washington, el Banco Mundial, el FMI y hasta del Comando Sur de los Estados Unidos. Ese realineamiento implicó el abandono de posturas autónomas, nacionales, solidarias, productivistas y distribucionistas, que mejoraron la calidad de vida de las mayorías en cada uno de esas naciones. Quedó atrás el “¡Al Carajo!” con que el 5 de noviembre de 2005 en la ciudad de Mar del Plata, los presidentes Néstor Kirchner (Argentina), Lula da Silva (Brasil), Hugo Chávez (Venezuela), Nicanor Duarte Frutos (Paraguay) y Tabaré Vázquez (Uruguay) sepultaron el intento de su colega de los Estados Unidos, George W. Bush, de imponer un “Área de Libre Comercio de las Américas”, solo beneficiosa para los intereses de las corporaciones de su país.

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Costa Salguero

La Argentina y la región llegan así hasta Costa Salguero, el espacio que Macri y su Pro prefieren para los grandes eventos partidarios o personales, como la boda del CEO del Grupo Socma -involucrado en los principales casos de corrupción regional- con Juliana Awada.


Alegando cuestiones de “seguridad” relacionadas con los organizadores del G20, el gobierno contrató de manera “directa y exclusiva” el espacio, es decir sin la licitación pública normalmente requerida a los efectos. La permanente promiscuidad de negocios y festejos explica por qué el Gobierno porteño sostiene una concesión que incumple de modo reiterado las leyes de la Ciudad y los responsables municipales del control de documentos y procedimientos de protección de usuarios no realizan sus tarea de supervisión o sus informes son ignorados al presentar advertencias de irregularidades.


También “explica” porqué Xi Jinping, Donald Trump, Angela Merkel, Emmanuel Macron, Theresa May, Vladimir Putin y otros 13 líderes se encontrarán bajo su galpón central, después de las 84 reuniones de trabajo, 48 de sherpas, 28 de finanzas, y de las que desarrollen los 7 grupos de “afinidad” para una cumbre que, en tres de sus últimas cinco versiones,no logró los consensos mínimos como para expresarlos en declaraciones públicas.

Será la coronación comercial del escenario de uno de los muchos desastres con víctimas fatales producidos durante la gestión de Macri y la de su sucesor, Horacio Rodríguez Larreta, en la Ciudad, en este caso con la muerte de cinco jóvenes y decenas de internados en estado de coma tras el consumo de drogas de diseño durante una fiesta electrónica, en la madrugada del 16 de abril de 2016. El caso destapó un sinnúmero de irregularidades -además de la distribución libre de estupefacientes- como la connivencia de los organizadores con la seguridad de la CABA, falta de contralores financieros y ambientales, ausencia de coordinación entre distintos organismos municipales y la ilegalidad de las concesiones de predios públicos. En esta oportunidad, por el contrario, el espacio estará sobrecontrolado por servicios de inteligencia extranjeros.

El presidente del Centro Costa Salguero SA, empresa adjudicataria de la explotación de los cinco pabellones del Centro de Exposiciones en ese momento era Fernando Adolfo Polledo Olivera, actualmente miembro titular del directorio y esposo de Carmen Amorín Uribelarrea de Polledo, hoy diputada nacional PRO y en aquella fecha vicepresidenta primera de la Legislatura de la Ciudad, titular junto a su pareja de una sociedad offshore radicada en Panamá en actividad, la Rank International Corporation.

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Un mundo

Ya instalado en la Casa Blanca, Donald Trump desempolvó viejas, erróneas y racistas concepciones del mundo, metió en su licuadora conceptual el “choque de civilizaciones”, entre los “occidentales” y “los extremistas violentos y las hordas bárbaras” (cualquier parecido con las ideas sarmientinas es absoluta coincidencia) y la “teoría del loco” e instaló en el tablero mundial un menú cuyo plato principal es el de la “guerra inevitable”, en la que China y Rusia son concebidos como “enemigos estratégicos”.

Con ese marco, Estados Unidos reconstruyó la visión de Latinoamérica y el Caribe como “patio trasero” con derecho a desplegar toda su injerencia sobre él, con poder y potestad de desestabilización de cualquier gobierno que no baile al compás de su batuta y con competencia para “limitar la influencia dañina de los actores extrahemisféricos”, como lo son Moscú y Beijing, que establecieron relaciones políticas, diplomáticas, comerciales y de inversión con países gobernados por administraciones no alineadas.

De esa coyuntura y de esa visión surge la verdadera agenda planetaria, que incluye aspectos como la “guerra comercial” declarada por Trump contra China; el conflicto de su proteccionismo con la nueva multipolaridad del mundo; el recrudecimiento del armamentismo, expresado en los u$s716.000 millones presupuestados para 2019 en EE.UU destinados a la fabricación de ”los mejores aviones, los mejores barcos, los mejores tanques y misiles” desplegables “en cualquier lugar de la Tierra”; la respuesta a los efectos del cambio climático, negado por el magnate presidencial; las migraciones masivas, generadas por la falta de trabajo, el hambre y la miseria, o la crisis de la actual etapa financiera del capitalismo.

Esas son las verdaderas problemáticas que discuten los líderes mundiales, en público o en privado, además de diseñar las estrategias de producción y comercialización de sus corporaciones. Sin embargo de nada de eso se trata el G20 argentino, con la región anfitriona ausente del temario, sin capacidad de instalar problemáticas útiles a los intereses de sus pueblos y con un organizador nacional que propuso deliberar alrededor de los abstractos Trabajo del Futuro, Infraestructura para el Desarrollo y Futuro alimentario sostenible, concebidos discursivamente, sin sustento en la realidad local:

*Trabajo del Futuro, con una educación “que brinde igualdad de oportunidades”: el tema que se relaciona con los avances de la ciencia y las nuevas tecnologías, en un país que bajo la presente gestión tiene al sector al borde del colapso, con una reducción presupuestaria que ya supera el 20% real, contra una inflación superior al 100% durante el período y con una degradación institucional del área responsable del tema, junto a una crisis de la gestión educativa que va a profundizarse a partir del ajuste extremo pactado con el FMI.

*Infraestructura para el Desarrollo: con la obra pública prácticamente paralizada durante el año entrante, a partir de un recorte global superior al 30% comparado con inflación, con un pico de reducción del 76% en el caso de Infraestructura y Equipamiento escolar y con la propuesta de reemplazo de la inversión estatal por el programa de Participación Público Privada (PPP) que hasta los funcionarios ya reconocen su inviabilidad por cuestiones como la devaluación del peso, el crecimiento exponencial de las tasas de interés, la aceleración del proceso inflacionario y la firma del acuerdo con el FMI, un panorama que convertiría a cualquier proyecto desarrollado bajo este formato en una hipoteca astronómica para los argentinos.

*Futuro alimentario sostenible: la subalimentación en la Argentina saltó del 3,4% (1,5 millones de personas) en el período 2013-2015 a 8,7% (3,8 millones) en los dos primeros años de la administración Macri, es decir sin tener en cuenta la retracción exponencial del consumo de alimentos durante 2018, según datos de Naciones Unidas.

Por otra parte los estudios del Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana registraron un 45,7% de malnutrición entre niñas y niños entre 6 y 10 años en el Conurbano bonaerense, con un incremento interanual al fin del primer semestre del presente año del 69,67% de esa franja sin poder comer en sus casas, por lo que recurre a comedores y merenderos comunitarios de los barrios populares. Uno de cada 4 lactantes de 0 a 2 años presenta algún tipo de malnutrición y 4 de cada 10 niños/as y adolescentes de 2 a 19 presentan algún tipo de malnutrición.

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La calle

Desde el día mismo de su instauración del macrismo como gobierno, los movimientos político sociales,construidos en defensa de los sectores más vulnerables de la comunidad, le impidieron simular ante la comunidad internacional que contaba con consenso mayoritario para aplicar las políticas que lo convirtieron en la gestión que más daño causó en menos tiempo en la historia constitucional del país. La calle, escenario histórico de las luchas populares antiimperialistas y contra las corporaciones económicas y sus patronales, una y otra vez derrumbó los castillos de arena que levantan hacia afuera la especulación financiera, la entrega sin contralor de los bienes compartidos transformados en “recursos extraíbles” y el alineamiento sin límites al gobierno de Estados Unidos y sus mecanismos de dominio integral de sus áreas de influencia.

Las jornadas de desembarco del liderazgo mundial en Buenos Aires constituyen en realidad una feria de oportunidades de negocios para las gerencias privadas que manejan las riquezas nacionales, que se concretarán fuera del recinto de Costa Salguero, que será sometido hasta a control radiológico nuclear, bajo capacitación, equipamiento y supervisión del Organismo Internacional de Energía Atómica (AIEA).

Fueron adornadas por el gobierno con ofrendas destinadas a su interlocutor principal, como la aprobación parlamentaria del presupuesto acordado con el Fondo Monetario Internacional alcanzada con el apoyo de legisladores de un sector del justicialismo, cuyos votos alcanzaron para imponer mayorías en Diputados y Senadores pero que carecen de correlatos electorales sustantivos fuera de esos recintos, en una coyuntura preelectoral como la que ya atraviesa la Argentina, a 11 meses de los comicios presidenciales en los que el modelo macrista se jugará la vida.

El montaje está destinado a mostrar un país irreal con la fantasía de encontrar una inyección de confianza internacional cuando sus propias medidas económicas derivaron en una crisis con recesión, caída del PBI del 2,6% durante 2018 y del 1,6% el año entrante según cálculos del propio FMI, paralización de la industria, inflación galopante con amenaza de descontrol, crecimiento exponencial del endeudamiento externo que proyecta al país hacia la cesación de pagos, aumento de la desocupación, la pobreza y la indigencia, la mortalidad infantil… Un conjunto de indicadores negativos que solo pueden compararse con el de naciones de mucho menor volumen relativo como Guinea Ecuatorial, Nicaragua o Sudán del Sur, superando incluso las dificultades de Turquía y solo emparejándose, en algunos de sus números de riesgo, con los de Venezuela, el fantasma de campaña agitado contra el gobierno anterior.

Esa geografía inventada incluye el intento de convertir las calles de la Ciudad de Buenos Aires en un escenario postnuclear, vacío de personas, a las que la inefable ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, invitó a retirarse, no circular y, desde ya, a no manifestarse. Estará saturado por el dispositivo de represión más gigantesco de la historia nacional, que incluye unos 30.000 efectivos de Gendarmería, Policía Federal, Policía Aeronáutica y Prefectura a cargo del control de la calle y de los perimetrales de todas las reuniones y lugares de alojamiento de las delegaciones extranjeras; 5.000 custodios extranjeros, además de las tropas estadounidenses de las que solo se conoce públicamente que destinarán 1.000 efectivos destinados al resguardo de Donald Trump; del despliegue del espionaje local y de la reserva de tropas de las Fuerzas Armadas locales.

El comando operacional del dispositivo a cargo, en lo formal, del presidente Macri y de la propia Bullrich, funcionará las 24 horas durante tres jornadas e incluye conexión con los jueces federales correspondientes para asegurarse “aval legal” ante las decisiones represivas que adopten a partir de la información que le suministren los centros de monitoreo de la ciudad y los municipios circundantes y de la nube de helicópteros que sobrevolarán el espacio aéreo.

Los aprestos para un escenario cercano al de una guerra apocalíptica, tienen el pretexto de “cuidar” la integridad de los visitantes pero, en realidad, apuntan a la “seguridad interna”, eufemismo que esconde la intención de impedir y criminalizar la movilización popular y de invisibilizar el descontento de argentinas y argentinos. La cumbre fue utilizada -además de para justificar la compra de nuevos armamentos a Israel, provistos siempre por el mismo intermediario que articula con la ministra de Seguridad- para endurecer el discurso oficial contrario a las manifestaciones populares y la protesta social, a las que se intenta emparentar con la “guerra contra el terrorismo”, un latiguillo que se agita en la construcción del “enemigo interno” que, si no se nutre de “mapuches”, lo hace de “turcos”, “venezolanos” o extranjeros de cualquier origen, uniendo racismo y xenofobia con aparato represivo.

A pesar de las amenazas y las campañas de amedrentamiento, organizaciones como el Movimiento Evita, Somos – Barrios de Pie, Corriente Clasista y Combativa, MNCI – Vía Campesina, opuestas a las políticas excluyentes del gobierno y que intentan construir una agenda alternativa que garantice “el acceso a Tierra, Techo y Trabajo para todas y todos los que habiten el suelo de nuestra Patria”, decidieron expresar su rechazo a la cumbre y convocaron a un acto en el estadio porteño de Atlanta el martes 27 bajo la consigna “No al G20. Fuera el FMI”, además de sumarse a las marchas, actos y cacerolazos que se realizarán en cada localidad del país el viernes 30 de noviembre.

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(Imagen: Emergentes)

Invasión y negocios

En el otro escenario, el que Trump les planta al chino Xi Jinping y el ruso Vladimir Putin, violando todas las normas soberanas del país e incluso de la República Oriental del Uruguay, la “protección” estadounidense de la Cumbre tendrá la cobertura del “Carrier Strike Group” de su Armada operando desde aguas jurisdiccionales rioplatenses, con unos 65 aviones de combate F/A-18 Súper Hornet y E-2 Hawkeye con despegue desde uno de los portaaviones de su flota, con 7.500 marines, respaldado por al menos un crucero y dos destructores o fragatas, como se detallara en la nota “Las invasiones yanquis”.

La tómbola protocolar del G20 trasladó sus reales hasta este tablado, del mismo modo que el año próximo lo llevará hasta la japonesa Osaka y en 2020 a la saudita Riad. En pocos días se comprobará si las 19 naciones que lo integran más la Unión Europea deciden redactar o no unas hojas de papel para la prensa del mundo.

Las corporaciones concentradas que comandan la gestión pública argentina afilan las uñas, porque aunque la parafernalia de seguridad y logística no sustenten resultados concretos, las “oportunidades de negocios” estarán siempre a la orden del día, y bienes como agroalimentos, energía -con Vaca Muerta a la cabeza- o minerales, siempre son atractivos para los interesados en hincar sus dientes en un país al que su gobierno no le interesa agregar valor a sus productos, generar trabajo para sus mujeres y sus hombres, ni proteger su soberanía.

*Por Carlos A Villalba para Estrategia.

*Psicólogo y periodista. Investigador argentino asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE).

Palabras claves: G20

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