¡Escucha, blanco!
Por Silvina Pachelo para La tinta
Florece plantada la vieja lanza
Quema en las manos la esperanza
La aurora es lenta, pero avanza…
Nicolás Guillen
En nuestro país, crece el rechazo al migrante, pero no a cualquier migrante, sino aquel que viene de los países limítrofes o de África. En los últimos meses, se ha visto cómo la Policía Metropolitana reprime sin causa y con total saña a los hermanos y hermanas senegaleses por vender en la calle. La persecución es constante, el imaginario social contra el y la migrante de color va en aumento, acompañado de un sector social que reproduce un pensamiento etnocéntrico difícil de evaporar, a lo que se le suman los medios masivos de comunicación que no dejan de estigmatizarlxs como delincuentes. No solo vive esta discriminación el o la migrante, sino que se da también en migraciones internas.
El discurso sobre la diversidad ha crecido como debate abriendo el juego a romper con la discriminación y el maltrato, pero, en los últimos años, subyace nuevamente y de manera violenta el rechazo y la expulsión a estos hombres y mujeres que padecen el repudio social constante. Hace unos meses, el Poder Ejecutivo Nacional, mediante un Decreto de Necesidad y Urgencia, modificó la Ley de Migraciones 25.871, estableciendo normas más duras para la residencia de los migrantes en Argentina. Aunque, en marzo de este año, la Sala V declaró la inconstitucionalidad del decreto, la Corte Suprema no ha dado su decisión final.
Más allá de los Muros
En un pequeño libro de conversaciones, Gilles Deleuze afirma que pasamos de una sociedad disciplinada a una sociedad controlada. La sociedad disciplinada estaba constituida por instituciones de confinamiento, como la familia, la escuela, el hospital, la prisión, la fábrica. Después de la Segunda Guerra Mundial, estas instituciones comienzan a entrar en crisis. Los muros se desmoronan, las familias se pulverizan, las escuelas colapsan, el manicomio se convierte en hospital, las fábricas se atomizan y la lógica se generaliza. Digo, si antes había un plan disciplinario, con divisiones claras y modalidades fluidas, hoy, el paisaje se presenta “abierto“, sin fronteras frente a un espacio liso, pero de dueños. Lo que antes era una cárcel cerrada, hoy es una cárcel abierta, ciudades controladas, territorios controlados a beneficio de pocos. Somos una prisión a cielo abierto. Y lo liso es peligroso cuando las decisiones se toman arbitrariamente y a conveniencia e intereses de algunxs pocxs. Quiero decir que nuestro cuerpo es un territorio que sigue siendo colonizado, adoctrinado y controlado.
¡Alerta, un migrante!
Según la ONU, la Argentina es uno de los países con más policía por habitante del mundo -el primer país es el Vaticano-, esto sin contar a la Prefectura y a la Gendarmería. Podemos empezar a entender dónde va el dinero que desfinancia nuestras instituciones estatales. Recientemente, la Dirección Nacional de Migración anunció el lanzamiento de una aplicación para teléfonos celulares que detectará si un migrante está ilegalmente en el país, si tiene antecedentes penales y si posee o no sus papeles al día. Esta aplicación estará disponible en los celulares de policías, gendarmes y personal de seguridad, donde podrán acceder a los datos en red de RENAPER e Interpol.
Cuerpos que resisten
Esteban Echeverría en El Matadero señaló la peligrosa cercanía de la violencia popular respecto al espacio de la ciudad. El proyecto de la Alianza Cambiemos vino a legitimar una realidad simbólica que vuelve a esas divisiones entre el Bárbaro y el Civilizado, porque las migraciones internas también generan rechazo social. Recordemos cuando Mauricio Macri dijo que “todos descendemos de europeos”. Nada ingenuo.
La socióloga Sakia Sassen señala que los y las ciudadanas perdemos muchos derechos, expulsiones sistémicas complejas, son micro destierros, que ocurren dentro y fuera de nuestro país. Entonces, me pregunto: ¿Somos lxs figurantes de este nuevo orden mundial? Si somos lxs figurantes es porque seremos lxs protagonistas de una nueva reconfiguración, ya que este nuevo orden territorial intensificó ciertos flujos subjetivos que nos unen, en las calles, en la escuela, en el parque, en la villa y en la ciudad. Muchos y muchas sabemos que los gobiernos más recalcitrantes buscan expulsar y generar en el migrante al enemigo, pero no lo van a lograr.
Nuestro territorio no es de propietarios, somos cuerpos iluminados luchando, sin frontera con el otro negro, con el otro blanco, ya no como figurantes, sino como protagonistas dignos, con una antorcha que no se apaga, unidos y fortalecidos.
* Por Silvina Pachelo para La tinta / Fotos de Laura Miconi / ANCCOM