¿A dónde va el sistema monetario argentino?
Desde que la crisis comenzó, el manejo de la paridad cambiaria fue errático. El gobierno no logró sostener ninguna paridad durante más de un mes, perdiendo en el camino cuantiosas reservas. No solo se esfumaron los US$ 7500 millones, la mitad del primer desembolso del FMI que estaba destinado a mantener la calma cambiaria: el 20 de junio, al acreditarse el primer tramo del acuerdo, las reservas internacionales ascendían a US$ 63.270 millones, y esta semana perforaron el piso de US$ 50.000 millones. Y ahora que el nuevo desembolso del FMI aún no llega, crecen las dudas sobre los reales objetivos del gobierno en relación al peso argentino.
Por Eva Sacco para Latfem
Larry Kudlow, el principal asesor económico de Donald Trump afirmó en una entrevista al canal Fox: “la única forma de salir del dilema de la Argentina es establecer una junta monetaria, el peso se vincula con el dólar”. El funcionario agregó: “No hay creación de la moneda, a menos que tengas una reserva de dólares detrás”, e hizo referencia al régimen de convertibilidad: “Eso funcionó en los noventa, permitió bajar la inflación y mantener la prosperidad. Y eso es lo que necesitan hacer ahora”. Las repercusiones en los medios locales hicieron que saliera a la luz lo que hasta el momento era un rumor difundido entre economistas y operadores de la City: el gobierno está evaluando la posibilidad de dolarizar la economía argentina.
A pesar de la desmentida oficial es razonable asumir que el gobierno ve con buenos ojos, no solo una convertibilidad, sino directamente reemplazar el peso por el dólar estadounidense. En efecto, analizando el comportamiento en términos monetarios y cambiarios, de manera querida o por impericia, se vienen generando las condiciones para instalarla. Los errores en el manejo monetario y cambiario son alarmantes. Primero, desde el gobierno alimentaron la masa de LEBACS llevándola a crecer al mismo tamaño de la cantidad de dinero físico que hay en la economía y se comenzó un ciclo de alto endeudamiento interno y externo. Según datos brindados por el mismo ex ministro de finanzas Luis Caputo (actual presidente del BCRA) en el congreso, al momento de iniciarse las dificultades en diciembre de 2017, la deuda neta (con entes ajenos al Estado) aumentó en US$ 640.000 representando para ese momento un 30% del PBI. Dado que el producto se mide en dólares y que el proceso de endeudamiento continuó, incluyendo al FMI, la devaluación elevó la deuda a más del doble de ese porcentaje. Paralelamente se liberalizó el movimiento de capitales. Como se indica en el informe del Centro de Economía Política Argentina Fuga de capitales en el primer semestre de 2018, la salida de divisas acumulada desde diciembre de 2015 hasta marzo de 2018 por compra de moneda extranjera del sector privado para atesoramiento alcanza los 50.799 millones de dólares. Si se le agrega el envío de utilidades y dividendos las salidas alcanzan 919 millones de dólares.
Una vez que las condiciones para la tormenta perfecta estuvieron dadas, el gobierno comenzó un proceso de devaluación del peso que llevó al dólar desde $17,5 en noviembre de 2017 a coquetear con los actuales $40. Desde que la crisis comenzó el manejo de la paridad cambiaria fue errática. No se logró sostener ninguna paridad durante más de un mes, perdiendo en el camino cuantiosas reservas. No solo se esfumaron los US$ 7500 millones, la mitad del primer desembolso del FMI que estaba destinado a mantener la calma cambiaria: el 20 de junio, al acreditarse el primer tramo del acuerdo, las reservas internacionales ascendían a US$ 63.270 millones, y el viernes 14 de septiembre cerraron en US$ 50.003 millones.
Los efectos de la crisis sobre la economía real son amplificados por la obsesión de la ortodoxia económica por el déficit fiscal. ¿No se entiende que el problema de la economía argentina son los dólares y que justamente las medidas tomadas por la gestión Cambiemos lo amplifican? Los ingresos de lxs trabajadorxs estancados y en pesos, con precios dolarizados y en aumento, constituyen una situación similar a la de 1990. ¿Preparan el caldo de cultivo para que una propuesta de dolarización de la economía no solo cuente con consenso, sino que se transforme en demanda social?
Por último, para entender los resultados basta con remitirse a la experiencia de la década de 1990. Solucionar el problema de la inflación (problema amplificado por el propio gobierno) resignando la moneda trae como consecuencia la destrucción del aparato productivo, el aumento de la desocupación y la amplificación de las vulnerabilidades externas. Pero tal vez la peor de todas es que en cambio de un esquema de convertibilidad se propone directamente la dolarización y la consiguiente pérdida irreversible de la soberanía monetaria. Como la doctrina del shock de Noami Klein explica, para aplicar cambios estructurales que afectan a las grandes mayorías se debe aprovechar situaciones de caos, inclusive causándolas de ser necesario. En definitiva, la dolarización constituye una medida tan profunda y difícil de desarmar que deja a los futuros gobiernos de cualquier color político con mínimos grados de libertad. El costo político de perder las elecciones de 2019 hasta puede parecer insignificante frente a la posibilidad de cambiar de una vez y para siempre la estructura económica argentina.
*Por Eva Sacco para Latfem