“En Guatemala, estamos viendo un regreso peligroso al autoritarismo”
La abogada Renata Ávila alerta sobre la situación represiva en Guatemala, impulsada por el presidente Jimmy Morales.
Por Carla Perelló para Nodal
Hace poco más de un mes, el presidente de Guatemala, Jimmy Morales, expulsó a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (CICIG) de la ONU: denunció persecución penal selectiva y canceló las visas de los funcionarios, entre ellos, del comisionado Iván Velázquez. En consecuencia, durante toda la semana pasada, los actos por los 197 años de la Independencia del país estuvieron marcados por la fuerte presencia militar y policíaca por mandato presidencial y, también, por organizaciones estudiantiles, sociales, indígenas y políticas que se manifestaron en contra de esta decisión.
El domingo por la noche, la Corte Constitucional decidió de manera unánime ordenar el ingreso de los funcionarios de la CICIG al país. En esta entrevista con Nodal, Renata Ávila, abogada guatemalteca especialista en derechos humanos y directora ejecutiva de la Fundación Ciudadano Inteligente, analiza los posibles escenarios y el contexto actual del país.
—Cuando Morales expulsó a la comisión anticorrupción de la ONU del país, hubo quienes hablaron de “amague de Golpe”. ¿Cuáles son los ejes de conflicto? ¿Cuál es su lectura al respecto?
—Lo que pasa en Guatemala desde 2015 lo equiparo bastante a la situación de Kosovo, porque la comunidad internacional nos ha dado muchísimas posibilidades y la situación no mejora. Cuando se acercan realmente al núcleo de poder, tienen suerte de que casi siempre favorecen las condiciones en Estados Unidos y cierran filas. Para ponerlo en contexto, hablamos de un país extremadamente desigual, donde una élite bastante corrupta ha hecho lo que ha querido con el Estado durante muchísimo tiempo. Unas 200 familias concentran toda la riqueza del país y son las que ponen y quitan presidentes con financiamiento.
El punto es que la CICIG ha llegado a ese núcleo y tocó a esas familias, a funcionarios de la municipalidad de Guatemala y a los grupos empresariales, destapando un escándalo que reveló que habían dado financiamiento electoral ilícito al presidente Jimmy Morales (N de R: desde que asumió, debió enfrentar tres procesos de antejuicio para quitarle la inmunidad e investigarlo por corrupción). También avanzó sobre el gobierno pasado y allí descubrió un caso similar a Odebrecht, en el que los mayores empresarios de la construcción estaban en un esquema de dar regalitos, aviones y cualquier cosa para tener los contratos de las carreteras. Se estaba acercando realmente al golpe que Guatemala necesita para desmantelar al poder corrupto que tiene cooptado el Estado, pero cerraron filas.
No hay casi un solo congresista que tenga las manos limpias ni un empresario que no se haya metido en líos. Entonces, de un lado, tienes a la pequeña clase media educada que está manteniendo el país con gran esfuerzo y siendo robada por esta clase política; y al otro lado, están el Ejército y todas las autoridades.
El gobierno aplica una retórica como la de la década de 1980: hablan de demonización de los extranjeros, de la ONU, de activistas, estudiantes y periodistas. Estoy muy asustada por esto, porque estamos viendo un regreso peligroso al autoritarismo. Lo que pasó el último viernes (N de R: durante un acto en el que habló el presidente y fue repudiado) fue el ejemplo vivo: cada persona que quería entrar al centro cívico y a la plaza, un espacio público tradicionalmente usado para celebrar la Independencia del país, fue revisada en condiciones humillantes -incluidos niños, periodistas, mujeres con bebés, indígenas- para ver si tenían carteles de protesta en contra del presidente. Mientras él estaba en una reunión privada con sus secuaces, la gente se veía vedada de sus derechos fundamentales. Y todavía más: el presidente supuestamente, de acuerdo a nuestra Constitución, tiene que mantener la unidad nacional y, en este caso, en su discurso dijo que hay “buenos” y “malos” guatemaltecos. Ese es un punto clave, porque ya está creando un enemigo interno ficticio y asociándolo al comunismo para revivir toda la retórica anticomunista y la represión del pasado. Es muy peligroso.
—¿Cuáles son los escenarios posibles ante la decisión de la Corte Constitucional al haber ordenado que se permita el ingreso al Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, Iván Velázquez?
—Hay varios escenarios. El primero es que Iván Velázquez regrese, que las autoridades lo dejen entrar y que el presidente ceda, acate la orden de la Corte y proceda a renegociar el acuerdo. Eso sería un gran paso porque el presidente acataría las órdenes y aceptaría la supremacía constitucional. El segundo escenario es que el presidente y las autoridades entren en desacato con la Corte de Constitucionalidad, lo que implicaría la inmediata remoción de las autoridades, por un lado; y empezar el proceso de remoción del presidente, por el otro. El tercer escenario, que es el más complicado y el más preocupante, sería que Jimmy se resista a la resolución de la Corte y haga proactivamente pasos hacia la concentración del poder y a un golpe. Eso sería ya un caso extremo y no creo que esté en posición de hacerlo, hace falta ver cómo van a reaccionar los otros sectores. Hay una cuarta posibilidad, que no sé si la van a contemplar: que Velázquez decida no regresar hasta que se resuelva la situación.
—Las y los guatemaltecos hace tiempo se vienen manifestando contra el presidente, pero ahora estas movilizaciones tomaron más notoriedad. ¿Por qué?
—Ahora es todo o nada. Creo que antes había más estabilidad y, además, hay una verdad que me duele, pero es la realidad: el rol de Estados Unidos es súper importante para Guatemala. Es el socio comercial más importante, casi que todo lo que se hace en el país pasa antes por la Embajada de Estados Unidos. Y la CICIG surgió de un acuerdo bipartisano demócrata y republicano (N de R: en el 2000, conformada por más de 140 personas integrantes de diferentes organizaciones internacionales). Se inició en la época de (George) Bush y hubo continuidad con (Barack) Obama. Pero vino el zafarrancho (el presidente de Estados Unidos, Donald) Trump y no se logran poner de acuerdo qué quieren hacer con el país.
Jimmy Morales, ni lento ni perezoso, utilizó al país para comprar su inmunidad al trasladar la embajada de Guatemala a Jerusalén, en Israel. De esa manera, compró favores. Entonces, a Estados Unidos no le importa mucho lo que pase.
—En este contexto, hay quienes han denunciado que, por ejemplo, la ley de Protección de la Vida y la Familia –contra el matrimonio igualitario y con más restricciones para el aborto- ha sido excusa para reunir a los sectores conservadores a favor del presidente. ¿Cuál es su opinión al respecto?
—Eso es el ABC para el populismo de derechas, una táctica electoral. Es capitalizar en una sociedad extremadamente conservadora y buscar apoyos emocionales. Puso en debate cuestiones que la gente muy tradicional y religiosa del país rechaza para equipararlos con los grupos que luchan contra la corrupción. Y la desgracia es la Iglesia apoyando esa narrativa, una actitud vergonzosa en un país donde mataron a sacerdotes luchando por justicia social.
Básicamente, en la próxima campaña la agenda progresista va a ser demonizada y vamos a tener otra vez “Dios, Patria y Libertad”. Dios: esta cuestión de imponer restricciones a los derechos a la salud de las mujeres, a que cada persona quiera a quien quiera; y a educación sexual básica para los jóvenes en un país que tiene una de las tasas más altas de embarazo adolescente. Patria: es xenofobia, demonización de los extranjeros, persecución a la cooperación internacional y a todo lo que sea distinto. Y la pseudolibertad que es libertad de mercado. O sea, bajos impuestos y dejar a los empresarios que hagan lo que se les dé la gana, sin tributar.
—Mencionó las posibilidades electorales para un sector más progresista. ¿Cuáles son las perspectivas para esos grupos?
—Si estuvieran Lula, Cristina (Fernández), Rafael Correa en el poder, ya le hubieran puesto un alto a Morales. Soy latinoamericanista y creo firmemente en la importancia de una institucionalidad sólida en la región, precisamente para este tipo de situaciones. La realidad hoy en Guatemala es la ausencia de opción política. Hay uno o dos partidos emergentes progresistas, pero son pequeñitos todavía. Están en una situación bien adversa y regionalmente no tenemos un mecanismo donde estos partidos encuentren un apoyo en otros más consolidados. Realmente, el Cono Sur y Suramérica en general han volteado completamente la espalda a la situación tan difícil centroamericana y han ofrecido cero apoyo. Creo que una izquierda unida o un apoyo progresista unido apoyando la lucha contra la tan importante y simbólica lucha contra la corrupción en Guatemala podrían hacer la diferencia. Además, hay que remarcar el valor y coraje que tiene la gente que está en la plaza. Son niños, mujeres, indígenas, muchísimos jóvenes que no habían nacido siquiera cuando la paz se firmó. Por eso, la comunidad internacional debe permanecer muy enfocada en vigilar qué pasa ahí. Estas chicas y chicos ya no tienen miedo y no debemos permitir que se aplaste con una bota militar ese gran coraje y esa esperanza de un mejor país que tienen.
*Por Carla Perelló, para Nodal