Miles de ollas
Por Bernardo Penoucos para enREDando
La búsqueda de Santiago Maldonado en un río que nada sabía y la insistente represión contra el pueblo mapuche, la bala que mató a Rafael Nahuel también en el sur y la bala que mató a Facundo Ferreira en Tucumán, la otra bala que lo sacó de la vida a Ismael Ramirez en el Chaco y la desidia estatal que se llevó a la docente y al portero en la Escuela N° 49 de Moreno. Y ahora, los brujos que ya no solo piensan en volver -como cantara Serú Giran- sino que ya han regresado, secuestrando, torturando y amenazando a la docente Corina De Bonis, también en la localidad de Moreno, a las cinco de la tarde, como si todo lo anterior fuese poco, como si todo lo anterior fuese nada.
“Ollas no”, le escribieron en el cuerpo a la docente. Ollas no, escribieron como amenaza a todas y todos los luchadores sociales. Son tiempos oscuros y lúgubres que vienen tiñendo todo intento de dar respuesta a una crisis social y económica que insiste en profundizarse, arrastrando en esa profundización los rostros de niños, trabajadores y educadores, de referentes barriales, organizaciones y espacios colectivos. El sistema vomita la crisis y hunde en su podredumbre a los muchos de siempre.
Los muchos de siempre responden con organización, con grupalidades y con voces que apuntan a que el silencio se rompa y a que el aislamiento no venza como tantas veces lo hizo. Hoy, en esta parte del siglo y en este sitio del mundo, una olla popular para que los pibes coman, puede convertirse en peligro concreto, en respuestas violentas, en secuestros y torturas. El sistema vomita el hambre que le sobra, los retazos que no utiliza, las mezquindades que reparte y la beneficencia como política pública detestable y sobrante.
Pero los muchos ya no quieren beneficencia, porque han aprendido y aprehendido la palabra derecho y la palabra organización y porque han aprendido y aprehendido que esas dos palabras no sólo son texto sino también son acción.
Y responden con la humildad de un guiso agrandado con agua porque a veces para todos no alcanza y responden con una clase pública para que las clases no se pierdan y responden con una movilización para que la quietud no detenga las ansias de querer vivir, de tener derecho al buen vivir y de tener el derecho a decir.
El cuerpo de la docente secuestrada todavía arde, quema la piel y duele la herida. En el cuerpo de la docente secuestrada el miedo sistémico quiso plantar la bandera del terrorismo, clavándola en el corazón del dolor y escribiendo el mensaje con sangre y cobardía.
Ollas no, dice el verdugo escondido en sus pálidas sombras. Miles de ollas sí, responde la gente mostrando los rostros, juntando los brazos y diciendo su bronca.
* Por Bernardo Penoucos para enREDando / Imágenes: Colectivo Manifiesto.